Emprendemos rumbo a las oficinas de Harley M&S Milano a las ocho en punto. Como no queda lejos del apartamento, caminamos a paso tranquilo, aunque mi calma es simplemente un escudo protector contra los nervios que no dejan de atenazarme desde muy temprano por la mañana.
Apenas he podido probar bocado, y eso que el desayuno que nos han servido en el restaurante que se halla justo debajo de nuestro apartamento estaba delicioso. Chad ha dado buena cuenta por los dos, embuchándose unos croissants rellenos de crema de avellanas que tenían una pinta de muerte, y unas cuantas delicatessen más, que habría degustado de no ser porque tengo un nudo estrangulándome las tripas.
—¿Solo vas a tomar el café? —preguntó extrañado, a sabiendas de que, por más de que gozo de un metabolismo privilegiado, como más que un náufrago al ser rescatado de una isla desierta.
—Si no quieres que me vaya por el váter, no insistas —le recomendé y no pudo evitar reírse de mi cara de susto.
—Tranquila, todo irá genial.
Quise convencerme de que así sería, así que opté por no mirar cada cinco minutos la hora para no llegar tarde. ¿Increíble? Sí. No estoy dispuesta a cagarla. Esta vez no.
Atravesamos las puertas giratorias de un moderno edificio ubicado en la zona de la Piazza Gae Aulenti, famosa por sus impresionantes rascacielos de aspecto futurista emplazados en pleno centro empresarial de la ciudad. Me deja deslumbrada la construcción del edificio de UniCredit y tomo nota mental de proponerle a Chad que nos pasemos por aquí de noche, para ser testigos de los efectos de las luces que decoran, tanto las aguas danzantes que fluyen traviesas desde el suelo, como los interminables pisos que parecen atravesar las nubes.
Tampoco me pasan desapercibidos los atuendos que lucen las personas que van y vienen. Conjuntos y trajes elegantes, zapatos que bien podrían costar mi sueldo y perfumes que te atraen como un puñetero imán, sobre todo cuando el portador de dicha fragancia es un portento italiano en toda regla.
«Mamma Mía!», pronuncio para mí misma, entrando al ascensor. Chad me observa de reojo y le lanzo una mirada que bien podría significar que el hombre que tengo a mi lado será, a partir de ahora, el protagonista de innumerables fantasías eróticas.
Cuando llegamos al décimo piso, las puertas se abren y el trajeado saluda con un educado arrivederchi al que correspondo con una sonrisa de perfecta imbécil.
—Ya estás más relajada... ¿Verdad? —pregunta mi amigo mordiéndose el labio.
—¿Has visto eso? Dios... ¿De dónde ha salido ese hombre? Olía a gloria bendita.
—Si no fuera porque, pese a que tu falda es demasiado corta, oculta bien tus bragas, diría que ya te las ha desintegrado.
Me abanico con la mano y río imaginándome sin ellas. Teniendo en cuenta que acostumbro a salir medio en pelotas después de una noche loca con el ligue de turno, digamos que estoy habituada a la sensación de llevar mis partes al aire. Chad estalla en carcajadas. Es como el protagonista de un thriller paranormal. Tiene la capacidad de colonizar mi mente para saber exactamente lo que estoy pensando a cada momento.
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Una Estrategia para Conquistarte
ChickLitUn viaje a Milán. Una campaña de publicidad. Un ascenso prometedor. ¿Qué podría salir mal? Taissa es experta en Marketing y trabaja para una prestigiosa agencia de Chicago. Caótica, desordenada e impulsiva, se encuentra en el punto de mira de su jef...