CAPÍTULO 14

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¿A qué ha venido esa estúpida pregunta?

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¿A qué ha venido esa estúpida pregunta?

Definitivamente, soy un capullo.

Lanzo las llaves de la moto sobre la cómoda y me dejo caer en el sofá, con las rodillas flexionadas y los codos apoyados en ellas. Mi cabeza se hunde entre mis manos mientras suelto un improperio que retumba entre las cuatro paredes de este enorme salón. La frustración me acompaña durante los siguientes minutos, en los que solo tengo espacio para reflexionar en mi comportamiento.

¿Ha sido porque me ha molestado que me grabara como El Innombrable? Parece que no conociera a Taissa, esas cosas son típicas de ella. ¿Será porque venía masticando eso de que se acuesta con cualquiera, lo que me ha traído amargos recuerdos del pasado? ¿Será que ese puto vídeo vino a mi mente como un fogonazo y la exasperación habló por mí?

Lo desconozco. Lo que puedo afirmar es que todo el buen rollo que existía entre ella y yo después de la clase con mi hermano se ha esfumado como por arte de magia. Además, para más detalles, le envié un mensaje pidiéndole disculpas después de dejarla en su apartamento, al cual aún no ha respondido.

Maldita sea.

Me dirijo al baño sin ganas de nada, solo de quitarme la ropa y meterme en la ducha, liberándome de este remordimiento que me abruma. Tengo que admitirlo, mis palabras han estado muy fuera de lugar. Si yo hubiese sido ella, me habría dado vuelta la cara de un bofetón.

Me lo merezco por imbécil.

Una vez que salgo limpio y con una toalla amarrada a la cintura, camino lentamente por el salón y vuelvo a sentarme. Respiro hondo e intento calmarme, pero empieza a dolerme la cabeza. Justo en ese momento, suena el timbre. Al abrir la puerta, tengo a mi hermano frente a mí, con los brazos cruzados y una expresión indescifrable.

—¿Se puede saber qué haces? —pregunta frunciendo el ceño.

—Necesito descansar, Maurizio. Ya he tenido suficiente por hoy y mañana me espera un día complicado en la oficina.

—¿Puedo pasar?

Me aparto y le hago un gesto para que entre. Le sigo hasta el sofá y él se acomoda, preparándose para lo que seguramente será una larga conversación.

—Habla —exige enfadado.

—¿Te preparo un café?

—No quiero beber nada, Cesco. Quiero que te desahogues de una puñetera vez. A veces eres tan hermético, que me dan ganas de abofetearte.

—Te veo muy cariñoso conmigo.

—¡Joder! —maldice, levantándose de golpe y caminando hacia mí—. ¿Así quieres arreglar las cosas con ella?

—¿Has venido a recordarme lo capullo que soy?

—¿Qué le has dicho para que saliera del vestuario como si huyera de su peor enemigo?

Una Estrategia para ConquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora