CAPÍTULO 12

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—¿Amigos? —ha preguntado Taissa y casi se me licua el cerebro

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—¿Amigos? —ha preguntado Taissa y casi se me licua el cerebro. No creo estar preparado para volver a ese punto.

Después, se ha quedado mirándome como si encontrarnos a solas fuese lo más increíble que le ha pasado en la vida. He sentido un rayo potente y veloz recorriéndome las venas en cuanto me ha tocado.

Joder... si hasta me he dado cuenta de cómo exploraba mi cuerpo con la mirada, la que he sentido clavada en la nuca minutos antes. La sensación de que me acariciaba con los dedos ha sido tan real...

Me encierro en los servicios tratando de tranquilizarme. El corazón me va a mil por hora y hasta presiento que, si no consigo calmarme, me va a explotar. Cojo el móvil y llamo urgente a mi hermano Maurizio.

Pronto?

—Soy yo.

—Ya lo sé, te recuerdo que aparece tu careto en la pantalla cada vez que me llamas. —Una risa amarga escapa de mi boca y él cambia inmediatamente el tono—. ¿Estás bien?

—No, no estoy bien. ¿Podemos vernos hoy?

—Tengo para una hora más en la Uni. ¿Quedamos a comer donde siempre?

—De acuerdo.

—Te veo allí.

Cuelgo antes de estropearlo todo. No quiero interrumpir sus obligaciones, y menos traerle problemas. Demasiado con todo lo que tiene que estudiar y la carga horaria en la academia.

Regreso a mi despacho, no sin antes pasar cerca de la oficina donde Taissa y Chad se encuentran trabajando. El espacio que les hemos cedido es uno de los pocos que no tienen paredes acristaladas, así que me es imposible saber lo que hacen allí dentro. Ni siquiera sé para qué he venido hasta aquí. Ya se me ocurrirá alguna excusa.

A punto estoy de coger el picaporte, cuando me doy cuenta de que la puerta está entornada y de la conversación que ahora mismo mantienen.

—No lo sé Chad, de repente era como si el aire se hubiese evaporado. Me costaba respirar —asegura Taissa.

Aprieto la mandíbula y cierro los ojos sin dejar de prestar atención.

—Pero le has propuesto limar asperezas y él te ha aceptado el trato... ¿No dices que te dio la mano? —inquiere su compañero.

—Sí, pero no parecía muy convencido.

—Quizá no quiere ser solo tu amigo.

—¿Y qué pretende? ¿Qué otra cosa podemos ser? Te recuerdo que me odia y que me voy en menos de un mes. ¿Acaso le ves futuro a nuestra «no» relación?

Me giro sobre mí mismo y apoyo la espalda contra la pared. Tiene razón. Al menos ella es la más sensata de los dos. No sé en qué estaba pensando cuando he creído que sería posible avanzar, pese a todo lo que hemos retrocedido.

Una Estrategia para ConquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora