CAPÍTULO 20

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Recuerdo la revolución hormonal de mi adolescencia como si fuese ayer, y la tengo muy presente, porque Taissa era la protagonista de todos mis sueños húmedos

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Recuerdo la revolución hormonal de mi adolescencia como si fuese ayer, y la tengo muy presente, porque Taissa era la protagonista de todos mis sueños húmedos. Cuando me tocaba explorando mi intimidad, a quien veía e imaginaba, era a ella.

Al principio me asusté, porque intuía que algo mal había en mí y que mi mente pervertida me jugaba malas pasadas, provocándome pensamientos lascivos. ¿Qué clase de enfermo se masturbaba imaginando los pechos de su mejor amiga? Hasta que entendí que era normal que me sintiera atraído hacia ella. ¿Quién no lo haría por una chica tan fascinante y única?

Atrás habían quedado los días en que se metía en mi cama buscando cobijo como una ratita friolera. Para ese entonces, todavía éramos dos niños inocentes que jugaban juntos y compartían las más variadas aventuras. Sin embargo, cuando mi cuerpo empezó a cambiar y mi interés por ella se hizo evidente, tuve que poner una excusa para que dejara de dormir conmigo. No lo entendió de primeras, pero Taissa siempre se caracterizó por poseer una inteligencia fuera de lo común. Sin pedirme explicaciones, dejó de hacerlo y sospecho que fue, no solo por mi temor a hacer algo indebido, sino porque ella comenzó a sentir lo mismo por mí.

¿Qué cómo lo sé? Porque hoy me lo ha dejado muy claro.

He tenido relaciones con muchas chicas, pero jamás sentí la entrega y la pasión que ella me ha demostrado. Lo que hemos vivido no ha sido solo sexo. He leído en sus ojos la necesidad de tenerme cerca, el deseo contenido que por fin explotaba por los aires después de tanto tiempo oculto. He notado su emoción, su vulnerabilidad y, a la vez, el poderío que sus gestos desprendían con cada roce de mi mano. Sus besos pedían a gritos deshacerse entre mis brazos, sus jadeos me impulsaron a seguir, porque, como ya lo he dicho en incontables ocasiones, a ella no puedo negarle absolutamente nada.

Soy un débil, lo admito. Sin embargo, tenerla enroscada a mi cuerpo y disfrutarla sin remordimientos, es un lujo que no debería desaprovechar.

Sonrío como un estúpido al recordar su expresión cuando salió por fin del baño con la camiseta puesta, la misma que Nicoletta trajo para ella y que dijo que no podía aceptar porque costaba una pasta.

Adoro que se fije en esos detalles que para mí son insignificantes, porque me demuestran que Taissa no ha cambiado. No ha dejado de ser esa niña de Chicago a la que jamás le importó el dinero y quien valora a las personas, no por lo material, sino por lo que esconden en su interior. Es por esa misma razón, que no busco impresionarla. Mis regalos son formas de agradecerle su simpleza. A ella quiero desnudarle mi alma entera, concediéndole el privilegio de tocar la tecla exacta, que le permita tenerme a sus pies. Estoy en condiciones de asegurar que ya lo ha conseguido, aunque todavía hay algo que no sabe. Un secreto que guardo celosamente y que temo sacar a la luz por miedo a que todo se vaya al garete.

Suspiro pasándome la mano por el pelo y después por la cara, ordenando mis pensamientos e intentando no agobiarme por cosas que, desveladas a su debido tiempo, tendrán solución.

Una Estrategia para ConquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora