Mi corazón golpea mi pecho frenético y desbocado. Temo que la música se acabe de pronto y que Taissa pueda oírlo, porque entonces se daría cuenta de lo mucho que late por ella.
Mientras acaricio su mano pequeña y su piel tersa, los recuerdos de una época feliz acuden a mi mente, como un bombardeo de incontrolables emociones.
El viaje a Estados Unidos, los primeros días de colegio en su compañía, nuestras escapadas al parque, las travesuras, dormir abrazados las noches en que ninguno podía estar sin el otro. Veranos cálidos y los inviernos más fríos. Paseos en bicicleta. Los primeros dientes de leche que perdimos. Las meriendas en su casa o en la mía. Las películas que vimos. Los sueños que nos confesamos y los sentimientos que callamos.
Es curioso, pero no hay ni rastro de rencor. Aquello que nos separó se ha evaporado como si alguien hubiese apretado un simple botón y hubiera reiniciado mi cerebro.
Ahora mismo, lo único que experimento es una profunda felicidad.
Aprovecho este momento de debilidad para observarla desde mi posición privilegiada. Su pelo rubio recogido en lo alto de su cabeza y su cuello fino y delicado. Ese perfil que siempre me fascinó y que tantas veces recreé en mi mente cuando no la tenía a mi lado. Sus pómulos rosados y su sonrisa fácil. Toda ella y su poderosa manera de ser y volverme loco cada vez que se ríe por nimiedades.
Ojalá pudiese escuchar sus carcajadas siempre que tuviese la necesidad.
La banda sonora de la película La Misión aparece en escena y el coro entona las notas más altas. Me estremezco al percibir hasta en los huesos la intensidad de cada melodía, los brazos del maestro de orquesta danzando al ritmo de una de las composiciones más conmovedoras que ha sonado en la gran pantalla.
Una vez que el espectáculo acaba y las luces se encienden, me sorprende no haber soltado a Taissa ni por un instante. Nuestras manos aún permanecen unidas.
—¿Te ha gustado?
—Nunca pensé decir esto, pero... ¿Es posible escucharlo de nuevo?
Me río al notar sus ojitos húmedos por la emoción, dándome cuenta de que lo único que me apetece hacer ahora mismo es besarla hasta que el mundo se acabe. Sin embargo, mis planes van mucho más allá. No quiero estropear este momento, no pretendo arruinar lo que tenemos.
Tiempo al tiempo.
—Te compraré el CD del concierto para que lo conserves de recuerdo.
—No es necesario, con verlo juntos en YouTube otro día, me conformo.
—Hecho —confirmo, animándola a ponerse de pie sin soltarla ni por un segundo.
Salimos del teatro, y tal como se lo he prometido, buscamos alargar un poco más esta noche maravillosa. Caminamos hasta llegar a Caffè Dante, uno de mis sitios preferidos si quieres degustar un buen gelato italiano elaborado con mucha originalidad. Taissa no sale de su asombro cuando observa al camarero hacer magia con los conos y la crema, formando un ramo de flores con ellos. Concluye su obra de arte cuando le coloca una hoja de menta a cada uno.
ESTÁS LEYENDO
Una Estrategia para Conquistarte
ChickLitUn viaje a Milán. Una campaña de publicidad. Un ascenso prometedor. ¿Qué podría salir mal? Taissa es experta en Marketing y trabaja para una prestigiosa agencia de Chicago. Caótica, desordenada e impulsiva, se encuentra en el punto de mira de su jef...