Uriel aterrizó detrás de mí con pies de pluma en un jardín demasiado bien cuidado, demasiado perfecto. Nos erguimos y observamos el lugar en silencio, estudiando cada punto de ese espacio sin defectos, e intercambiamos miradas desconfiadas.
Nada tan perfecto podía ser real.
Verifiqué la hora en mi reloj. Las diez de la noche. Uriel asomó la cabeza por encima de mi hombro para ver también, y el fulgor de luces rojas y blancas se reflejó en sus lentes de contacto. Lo apagué con un toque rápido en la pantalla táctil, incómoda por la visión.
Cuando abrió la boca para hablar, lo callé con un dedo rápido sobre mis propios labios rojizos. Le indiqué que me siguiera mientras rodeaba la propiedad.
Las hermanas y el Coronel estaban en Alemania, solo tendría que encargarme de la madrastra.
«Es un modelo experimental», dijo la voz de Rafaelle en mi cabeza. «No te sorprendas si falla, apostaría lo que quieras a que algo saldrá mal».
Que un D'razzo me dijera en mi propia cara que una de sus obras era un problema no hacía más que empeorar la mala espina clavada en mi nuca.
Miré atrás para revisar por enésima vez que Uriel me siguiera, desorientada por lo silencioso que era. Me atrapó en el acto y levantó una mano a la altura de nuestros rostros para que viera el guante negro de látex. Entre sus dedos abiertos vi la media sonrisa encantadora que esbozó. Guiñó un ojo antes de dejarla caer.
Me estremecí. En cualquier otro momento habría sido reconfortante, pero ahora, bordeado por la profundidad de la noche, sin sus lentes y con una capucha que proyectaba sombras sobre esos ojos engatusadores, me erizó la piel como si el peligro se hubiera calzado sus guantes y me hubiera acariciado la piel desnuda en mi garganta.
«¿Confías en él?».
Quebré el contacto visual y miré al frente, apartando las ideas que a Rafaelle le encantaba plantear en mi cabeza.
Aparté las hojas de la enredadera con cuidado de no romper ninguna y me encontré con la tapa del tablero. Con dedos cuidadosos, tanteé para probar la resistencia de la traba y abrirla con apenas un suave «clic». Coloqué un dedo sobre la primera palanca y volteé para ver la casa.
Estreché los ojos para aprovechar los últimos momentos de luz y memorizar cada dato que pudiera. Tan solo estaba encendido un aplique que exponía un mural con trozos de cerámicas azules y blancos, olas en una pared grisácea. Por el salpicado de pedazos celestes bordeando como gemas una ventana del piso superior, supuse que esa era la habitación de Elilia.
Jamás había fallado en conseguir los planos de un lugar, era mi primer allanamiento en años —¿seis?— a ciegas.
Bajé la palanca con el índice y las luces se apagaron.
Conté diez segundos antes de cerrar la caja.
—No toques nada —murmuré.
Casi esperé escuchar un resoplido exasperado. Uriel solo me siguió, una sombra que seguiría cada una de mis órdenes como si su vida dependiera de ello.
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Solvente de mariposa
Mystery / Thriller[Esta es una segunda parte, lee la sinopsis at your own risk] Lo único de lo que se habla en la ciudad es del Gran Incendio. Tadeo es la cara del caos, sin importar cuánto lo niegue, y Cherry no está nada contenta con el asunto. Mientras tanto, Wal...