Elilia levantó las piernas sobre el asiento y las abrazó contra su pecho mientras apoyaba la frente contra la ventanilla del todoterreno, observando los árboles y la vegetación fría y tosca del bosque. El sendero rocoso parecía arrullarla más que lastimarla. El flequillo le caía con descuido sobre la frente salpicada de ocasionales pecas y tenía el esto del cabello atado en una pequeña coleta. Con el uniforme que le habíamos entregado esa mañana, parecía incluso más pequeña de lo que era. Una camiseta gris como las nubes y unos pantalones cargo del mismo color musgo que el bosque.
Avancé cuesta arriba por el terreno bajo la lluvia torrencial. El sonido constante del limpiaparabrisas llenaba el tenso silencio entre nosotras. Me alcanzaba el rumor de la música que salía de sus auriculares, una de las pocas cosas que la habían dejado conservar. Después de todo, ¿qué más daba si tenía el móvil, cuando en Waldergifte no había señal?
—Casi llegamos —comenté, esperando una respuesta.
Elilia volteó hacia mí con pereza y me dirigió una mirada ausente. Se quitó uno de los auriculares y lo mantuvo cerca de su oreja. Escuché la guitarra que sonaba a través. Me observó en silencio. Tras unos segundos, comprendí que esperaba que lo repitiera.
—Que casi llegamos.
Asintió distraída, volviendo a colocárselos y a voltear hacia la ventanilla azotada por la lluvia. Suspiré.
Llevaba días sin dirigirme la palabra.
Tamborileé los dedos sobre el volante para matar el tiempo. La mansión aparecía y desaparecía de mi visión por encima de pinos y abedules que se extendían como dedos esqueléticos hacia las nubes agónicas. Era apenas una mancha negra entre el follaje.
Y luego, fue mucho más que eso.
Elilia levantó la cabeza cuando la Casa de Invierno apareció ante nuestros ojos. Se inclinó hacia delante para poder verla, imponente en lo alto de la montaña, todavía a minutos de distancia.
—Es linda, ¿no crees? —pregunté, aliviada de tener una respuesta de su parte—. Tienes que verla por dentro. Tendrás una habitación junto a la mía y acceso al Ala Este. Será mejor que estar en la base, ¿eh?
Pero cuando me giré para verla, ella ya había regresado la vista con aburrimiento hacia los árboles.
Hice una mueca, guardándome las ideas para mí.
Cuando el enorme enrejado labrado de la entrada apareció frente a nosotras en el sendero, detuve el Jeep junto al intercomunicador y bajé la ventanilla lo justo para poder hablar. El agua helada se filtró por la abertura y me salpicó el rostro y parte del torso, haciéndome estremecer por el frío repentino.
Acerqué mi muñeca al lector. La luz verde me pintó la piel antes de que volviera a meter la mano en el vehículo y subiera la ventanilla. Conduje sendero arriba con una en el volante mientras mantenía la mojada junto a la calefacción.
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Solvente de mariposa
Mystery / Thriller[Esta es una segunda parte, lee la sinopsis at your own risk] Lo único de lo que se habla en la ciudad es del Gran Incendio. Tadeo es la cara del caos, sin importar cuánto lo niegue, y Cherry no está nada contenta con el asunto. Mientras tanto, Wal...