No había una sola persona en el parque a la madrugada, nada más que la brisa fresca que corría y soplaba el vaho del café hacia las ramas de un sauce que colgaba como una cortina alrededor de las mesas de piedra y sus tableros de ajedrez desgastados. Mecí el pie en el aire, rozando con el tacón de los condenados zapatos la caja vacía en el suelo a mi lado. Tan solo quedaba adentro el molde vacío de piezas de ajedrez, todas ya colocadas en el tablero, una reproducción del juego sin rey que me dejaron.
Bebí un sorbo de café sin despegar los ojos del móvil y el artículo que leía en uno de los portales de noticias que revisaba a diario. Había enviado a Alessandro a encargarse de que arrestaran a uno de los más grandes traficantes de armas de la ciudad y al día siguiente harían una redada con unos proveedores que habían estado molestando.
Aun así, estaba siendo difícil controlarlos.
Detuve el café a milímetros de mis labios para mirar hacia el parque, donde escuché, por encima del rumor del tráfico y algunas voces lejanas, unos pasos que no tenía ninguna intención en reconocer.
Guardé el móvil en el bolsillo y lo reemplacé por la Glock, que apunté hacia la cortina de hojas mientras volvía a levantar el café.
Una mano elegante descorrió las ramas. Los pasos arrogantes del chico se detuvieron en seco al encontrarse de frente con el cañón de la pistola. Sus cejas claras se dispararon hacia arriba con interés.
—Bueno, esto es un poco incómodo, ¿no crees? —comentó en italiano, guardando las manos en el bolsillo para dejar que el follaje se cerrara sus espaldas y nos separara de la avenida—. Quisiera decir que inesperado, pero eres tan predecible como el resto de tu familia. Ya sabes, si hubiera sido tu padre me lo habría encontrado con una copa de... Oh, ¿sabes qué? Tal vez sí eres igual a...
—Cállate.
Rafaelle se detuvo a mitad de la frase, y su rostro se torció en una sonrisa divertida.
—Oh, sí, eres definitivamente la hija de tu padre —comentó, sin intentar contener el timbre entretenido en su voz—. ¿Puedo sentarme?
Hice una seña con la palma abierta hacia las piezas blancas.
—Sería un placer.
Rafaelle se sentó con cautela del otro lado del tablero. Cuando estuvo seguro de que mi arma era una mera formalidad, el recordatorio de que estaba preparada para cualquier estupidez que se propusiera, se permitió desviar la vista de ella al juego. Apenas fue un segundo, porque no parecía dispuesto a olvidarse tan fácil del arma.
Incluso...
No.
Sí, estaba nervioso.
Mis labios se crisparon en una sonrisa satisfecha. Rafaelle me temía, pero no podía dejar que yo lo supiera, porque eso era darme el poder de la situación.
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Solvente de mariposa
Misterio / Suspenso[Esta es una segunda parte, lee la sinopsis at your own risk] Lo único de lo que se habla en la ciudad es del Gran Incendio. Tadeo es la cara del caos, sin importar cuánto lo niegue, y Cherry no está nada contenta con el asunto. Mientras tanto, Wal...