Epílogo.

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Mirando el gran y vacío edificio frente a mí, trago un poco de saliva, sintiéndome indudablemente nervioso.

—¡Rick! ¡No salgas corriendo de esa forma! —regaña Theo a nuestro segundo hijo, bajando de inmediato del coche.

Saliendo de mi consternación, no puedo evitar reír al ver a mi esposo ir detrás de nuestro revoltoso hijo de cinco años, un pequeño alfa dominante, el cual tenía una actitud enérgica y muy traviesa, algo que me parecía adorable, pero que enloquecía un poco a Theo.

—Ese tonto... Descuida papi, yo abriré la puerta para ti —dice Adara, bajando del coche antes que yo para abrirme la puerta.

Mi pequeña Adara, mi hija mayor, había crecido para convertirse en una elegante y delicada niña omega de 8 años, la cual era un exacto reflejo mío, mientras más crecía, ambos más nos parecíamos.

—Gracias cariño, Michael está dormido —respondo en voz baja, saliendo cuidadosamente del coche con mi bebé en brazos.

Y finalmente Michael, el cual tiene solo un par de meses de nacido, y es nuestro pequeño hijo beta. Así como Adara es idéntica a mí, Michael es una copia exacta de su padre, con los mismos ojos verdes y la piel morena, si no hubiera salido de mi podría haber jurado que no es mi hijo ya que no nos parecemos en nada.

Sujetando de mejor forma a mi bebé, observo frente a mí la gran mansión de paredes blancas de mármol, la cual ahora lucia descuidada y algo sucia, probablemente por las inclemencias del tiempo, pero que aún tenía una belleza escondida.

Era mi hogar, la mansión de la familia Richie.

Después de una ardua búsqueda, Theo finalmente encontró al dueño de la casa, un inversor extranjero que se encarga de bienes raíces, quien compra inmuebles al azar en todo el continente para luego revenderlo. Comprarle la mansión no fue nada difícil, e incluso por su estado salió bastante barata, aunque el dueño sugirió que podría renovar la casa para nosotros antes de venderla, en un obvio intento de ganar más dinero.

Pero yo me negué, no quería que nadie tocara el hogar de mi familia.

Usando la llave que nos dio Theo, Adara y yo abrimos la puerta principal, viendo como todo estaba lleno de polvo, pero perfectamente intacto. Era como si el tiempo se hubiera detenido en este sitio, hace más de 20 años, cuando mi padre murió y fuimos echados de la casa, todo estaba exactamente igual.

—¿Entonces creciste aquí, papi? —pregunta Adara con curiosidad.

—Sí, esta es la mansión de mi familia.

Entrando en la sala principal de la mansión, observo un par de sillones alrededor de la chimenea, entonces no puedo evitar imaginar a mis padres junto a mis dos hermanos mayores, todos sentados junto al fuego, bebiendo chocolate caliente y leyendo un libro. Pero solo es eso... Una fantasía.

Los recuerdos de mi vida antes de la muerte de mi padre eran como un sueño, otra vida que no podía recordar después de todo el trauma que viví. A veces me llegan breves fragmentos, momentos que pasé con mis padres que no puedo asegurar que sean verdad o mentira, pero que son eso, la infancia que nunca pude tener.

Gracias que mis recuerdos casi han desaparecido por completo, este lugar me parece extraño, pero a la vez familiar... Es un sentimiento muy extraño, porque yo sé que crecí aquí, y aunque no puedo recordar nada, todo me parece muy conocido.

—Cariño, ¿Puedes cuidar a tu hermano un momento? —le pregunto a Adara, quien se había quedado mirando unos cuadros en la sala.

—Por supuesto papi —respondió ella tan dulce como siempre, cargando a un dormido Michael, quien era tan calmado como su padre, así que no lloraba o gritaba usualmente.

Mi tesoro de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora