- De Grises A Rosas

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Caitlyn y Vi ya estaban llegando a su hogar. La sheriff sosteniendo a la zaunita para que no se cayera y esta aguantando las ganas de gritar y llorar.

Su padre adoptivo, quien creyó muerto cambió. Era un mounstro, era irreconocible. Ese hombre a quien abrazaba cuando tenía miedo se volvió su miedo.

Su hermana, esa niña que vio crecer, que la cargó cuando recién nació, a la que le hacía minis trenzas en su cabello, la que siempre iba a donde ella cada vez que se sentía desprotegida. También cambió.

Me sentía culpable por haberlos abandonado, tal vez si no me hubiera ido o si me hubieran importado una mierda las reglas de no ir a Zaun tal vez, todos seguirían vivos y juntos.

Cuando llegamos a casa de Caitlyn me senté en el gran sofá blanco. Coloqué mis manos en mi cara y suspiré. Mire al suelo y pude notar las gotas cayendo constantemente. Ni siquiera noté cuando empecé a llorar.

Caitlyn se sentó alado mío y me abrazó. Llevo mi cabeza hacia su regazo quedando acostada en el sillón y ella empezó acariciar mi cabello.

—No te mereces nada de esto— dijo en voz baja.

—Yo los abandoné y mira como terminaron.

—Tal vez si te hubieras quedado te hubiera pasado lo mismo— dijo bajando la cabeza para darme un beso.

Me quedé callada, pensando en eso. Era cierto, si me hubiera quedado seguramente estaría igual que ellos. Yo era la única que podía sacarlos de esta desgracia. Que podía liberarlos de Silco y de el brillo.

Nos fuimos a la cama pero yo no pude dormir. Estuve dando y dando vueltas en la cama toda la noche pensando en todo. Mire hacia el lado y Caitlyn estaba dormida, la observé. Se veía hermosa tan relajada. No quería dejarla pero tenía que salvar a su familia. Y el proceso era peligroso y nunca podría imaginarse que haría si algo le llegara a pasar.

Me levanté y me cambié, le di un beso en la frente y me fui al lugar que alguna vez fue mi hogar.

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Llegando al lugar donde me habían encerrado junto a Caitlyn escuche unos gritos que rápidamente me erizaron la piel.

Se asomó por unas de las ventanas del lugar y vio a un chico como de doce años siendo golpeado por Vander.

El chico estaba amarrado en una silla y al rededor de este había una mujer muerta. El niño estaba llorando mientras suplicaba que lo dejaran.

Cuando estaba decidida a entrar ayudarlo vi a Silco entrando.

—Te metistes en muchos problemas chico— dijo Silco mientras miraba su daga.

—Perdón, perdón— gritaba y lloraba.

Silco se quedó en silencio y cuando iba a dirigir su daga hacia el estómago del chico Vi entró. Sin pensarlo dos veces corrió hacia Silco y lo golpeó.

—¡ATACA PERRO!— mando Silco refiriéndose a Vander.

Vander se llevó las dos manos a la cabeza haciendo ver la lucha interna que tenía. Obedecer a Silco o ayudar a quien una vez fue su hija.

"Ataca perro" escuchaba una y otra vez en su cabeza. Sus ojos se dirigieron hacia Vi con tristeza y corrió hacia ella. La pelirosa intento defenderse pero la fuerza que tenía Vander era demasiada. En un momento a otro ya estaba siendo golpeada sin poder luchar.

Le dio un par de golpes a Vander que para una persona normal hubieran sido mortales pero para la bestia era una cosquilla. Sentía cada golpe en su cara, abdomen y pecho. Sintió presión en su frente y mandíbula, mi corazón iba a mil por hora y mi cuerpo estaba sudado y caliente.

La bestia tomó a Vi del cuello y arrojándola bestialmente al suelo, ahí la zaunita perdió todas sus fuerzas y su vista se apagó.

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Cuando se levantó estaba amarrada junto al chico que había visto antes.

—Niño, ¿cómo te llamas?— preguntó intentando calmarlo ya que estaba llorando y llorando.

—M-me l-llamó Evan— dijo el chico sin dejar de llorar.

—Yo me llamo Vi— dijo sonriente.

—Okey Evan, vamos a salir de aquí pero necesito que te calmes— dijo mirando a Evan —tus sonido al llorar me desconcentran y no puedo pensar.

Evan sonrío intentando mantener la calma, aunque lo que había vivido antes de que llegara la pelirosa era traumático.

—Miren a quien tenemos aquí— se escucho una voz entrando —la que abandonó a su familia para irse a Piltover— dijo Silco con un frasco de brillo en sus manos.

—¿Dónde están Vander y Powder— preguntó Vi.

—¿Powder y Vander? No niña, ellos murieron y renacieron gracias a mi— dijo con una sonrisa de lado acercándose a Vi.

—Ahora es Jinx y Vander ahora es mi mascota— dijo riéndose a carcajadas —tranquila, pronto te reunirás con ellos— dijo inyectándole el brillo a Vi.

Vi grito desesperadamente al sentir el brillo corriendo por sus venas. Sus ojos grises se volvieron un rosa brillante. Su mente poco a poco se nubló dejando oscuridad en esta.

—Vi— pudo escuchar a alguien gritar su nombre.

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Arcane - Amor Y OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora