Capitulo 40.

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Adele bajo las escaleras, se detuvo antes de entrar a la cocina escuchando la conversación de su abuela con Sebastián.

–Tu no eres así, Sebastián–Lo señaló–Eres muy grosero con ella.

–Solo quería devolverle la grosería que me hizo en el aeropuerto–Levantó los hombros. Le abrió la silla a Emilia ayudándole a sentarse–Además que es linda cuando se molesta ¿La has visto?–Sonrío 

–Sebastián–Lo recriminó con la mirada–Ya se para donde vas con eso.

–No voy a ningún lado, solo digo la verdad.

–Es casada–Aclaró–Ella no es como las mujeres con las que andas.

Recordó lo complicado que era ahora su relación con Simón.
Entro.

–Buenos días–Beso la mejilla de su abuela

–Buenos días–La observó a detalle, llevaba un pantalón guinda opaco tipo sastre que se acentuaba perfectamente a su cuerpo, blusa y botas del mismo color y un abrigo de cuero. Su cabello estaba con unas pequeñas ondas en puntas, maquillaje muy sutil.

Para el lo que más resaltaba en ella eran sus ojos, inevitablemente estaba perdido en ellos desde el encuentro en el aeropuerto.

–¿Nos vamos?–Hablo sacándolo de sus pensamientos.

–¿A donde van?–Cuestiono

–Sebastián me acompañará a recorrer el pueblo ¿Te molesta si te dejo sola unas horas?–Negó

–Vayan vayan, me recostare un rato.

Sebastian se tomo el jugo de un trago, le abrió la puerta dejándola pasar primero. El aire revolvió su cabello cubriéndole el rostro con algunos mechones mientras ella maldecía.

–Iremos en la camioneta–Lo vio confundido

–¿Por?–Se cruzo de brazos–El pueblo queda demasiado cerca ¿No es así?.

–Cierto–Afirmó–Pero hay mucho que recorrer–Le guiño el ojo–Te ayudo–Le ofreció la mano impulsándola un poco para que pudiera subir.

–Gracias–Sonrió

Fue un tramo muy corto, se estacionó frente a una cafetería con un estilo rústico. Apenas cruzaron la puerta el olor a café y pan inundó sus fosas nasales.

–Buenos días Sebastián, feliz navidad–Saludo un hombre mayor–Feliz navidad señorita ¿Es usted hija de Mark, cierto?

–Así es–Respondió–¿Lo conoce?

–Todos aquí nos conocemos, en especial a la familia Evans–Entregó un pequeño menú–Ellos nos han ayudado a todos en algún momento, estamos muy agradecidos–Sonrió–Cuando estén listos pueden llamarme.

–Es curioso como todos aquí se llevan bien, se apoyan sin si quiera ser familia.

–A veces las personas que no llevan tu sangre también se convierten en familia, todos son muy buenas personas–Se recargo en el respaldo de la silla–Creo que...sin ellos no habría podido salir adelante después de la muerte de mi madre. Emilia nunca me dejo solo.

–¿Listos?–Interrumpió sin darle tiempo de responder. Pensó, era lo mejor pues no era muy buena dando palabras de consuelo.

–Un te con dos de azúcar y un sándwich–Apuntó la orden–El sándwich sin tomate ni lechuga, por favor.

–Yo quiero un capuchino y un sándwich también. Lo que ella no quiso pónselo al mío por favor–Rio

–Tú no cambias, Sebastián–Bromeó alejándose

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