Contrapuntos del Corazón (Sodo x Swiss- ghost band)

XXVI

El pasillo quedó impregnado con la tristeza de Sodo mientras se deslizaba hacia el suelo. Se sentó allí, contra la puerta cerrada, con el peso de la soledad y la autodecepción envolviéndolo como una manta oscura. Cada lágrima caída era una expresión de su dolor, una cascada silenciosa que marcaba el fin de algo que nunca tuvo la oportunidad de comenzar. Su respiración agitada resonando en el silencio de la noche... la noche que se cernía sobre Sodo, y la oscuridad de su habitación era solo un reflejo del abismo que se había apoderado de su interior. 

Sentado contra la puerta, Sodo miraba la penumbra con ojos vidriosos. Las lágrimas amenazaban con desbordarse, pero su resistencia estaba a punto de ceder. La herida formaba una tormenta perfecta que lo envolvía en una espiral de desesperación.

Los pensamientos se agolpaban en su mente, como un enjambre de abejas persistentes. El rechazo a Swiss resonaba como un eco doloroso, cada palabra pronunciada cortaba más profundo de lo que Sodo habría imaginado. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había dejado que su miedo se interpusieran en algo que podría haber sido hermoso? Se preguntaba, aceptando y entendiendo el amor que sentía por el moreno con dificultad.

Intentó levantarse para buscar consuelo en la oscuridad de la noche, pero el dolor agudo en su tobillo le recordó su vulnerabilidad. Se quedó allí, contra la puerta, una prisión autoimpuesta donde su propio sufrimiento era el carcelero.

El reloj en la pared avanzaba con una lentitud cruel, marcando cada segundo que Sodo desearía borrar. La almohada, antes su cómplice en noches de insomnio, ahora estaba empapada por las lágrimas silenciosas que se deslizaban de sus ojos.

El sonido distante de la ciudad nocturna se mezclaba con sus pensamientos. Cerró los ojos con fuerza, como si pudiera bloquear el dolor que lo envolvía. Pero cada intento de escapar era en vano; la realidad de la situación lo perseguía como una sombra implacable.

El vendaje en su tobillo, que antes representaba el cuidado de Swiss, se volvía ahora un recordatorio punzante de lo que había perdido. La venda, antes un símbolo del cariño y protección, se volvía un lazo que apretaba su corazón con fuerza.

A medida que las horas pasaban, el agotamiento se sumaba a su miseria. El cuerpo cansado de Sodo anhelaba el refugio del sueño reparador, pero su mente, atormentada por la angustia, se negaba a ceder ante la paz.

Los minutos se volvieron horas, y la noche parecía extenderse hasta la eternidad. Envuelto en la soledad de su cuarto, Sodo buscaba desesperadamente alguna respuesta, algún resquicio de consuelo en el laberinto de su sufrimiento.

Por otro lado, Swiss volvió a casa, con la mente llena de pensamientos turbulentos por todo lo que acababa de pasar. Había compartido sus sentimientos con Sodo, esperando una reacción diferente, esperando que el amor correspondido pudiera resolverlo todo. Sin embargo, esa esperanza se desvaneció; ahora todo estaba terminado. Además, el reloj seguía avanzando, y el plazo que Copia le dio para resolver los problemas de su madre se estaba agotando. En tres días se irían; ya había un reemplazo para él y para Aurora.

Al despertar al día siguiente, Swiss se sentía agotado, tanto física como emocionalmente. La falta de sueño se reflejaba en su mal humor y en la fatiga que pesaba sobre él. Siguió con su rutina diaria, yendo a casa de su madre. Al llegar, se sentó en la sala con su portátil, pero la tensión en el ambiente era fácil de precibir.

Celin, temprano por la mañana, había intentado acercarse a Sodo. Le había propuesto un almuerzo juntos, buscando apoyo de su parte, como siempre; pero Sodo, aún aturdido por la situación con Swiss, se negó. Le explicó que había tenido una pelea con él y que no sabía si podrían seguir viéndose...

La atmósfera en la casa estaba cargada de silencio. Aunque compartían el mismo espacio físico, Swiss y su madre estaban absortos en sus propios pensamientos. Al salir de su cuarto, Celin se encontró con su hijo.