Contrapuntos del Corazón (Sodo x Swiss- ghost band)

XXXII

La habitación estaba sumida en un silencio cargado de tensión, solo interrumpido por los gemidos ahogados de un hombre herido que yacía agonizante en el suelo. Copia, con una expresión impasible en el rostro, operaba una prensa con una determinación feroz, aplicando una presión cada vez mayor sobre la pierna del prisionero. Su piel estaba cubierta de moretones y cortes, su ropa empapada de sangre. Le faltaban tres dedos, arrancados sin piedad por el cardinal, quién se acercó lentamente, su mirada penetrante clavada en los ojos del prisionero. Sin una palabra, comenzó a interrogarlo, cada pregunta cargada de una amenaza implícita. El hombre sollozaba incontrolablemente, su voz apenas un susurro entrecortado por el dolor.

—Te lo voy a volver a preguntar... ¡¿Dónde mierda está tu jefe?! —Exigió Copia, su voz cortante como un látigo, mientras aumentaba gradualmente la presión sobre la prensa.

El hombre retorcía su cuerpo en un intento desesperado por escapar del dolor, sus labios temblando mientras luchaba por encontrar las palabras.

—No... no lo sé... —Balbuceó entre sollozos, su voz apenas un susurro roto por el sufrimiento.

Copia apretó aún más la prensa, ignorando los gritos del hombre que resonaban en sus oídos como un mantra incesante. Sabía que debía mantener la presión, que no podía mostrar debilidad frente a su presa. Pero en lo más profundo de su ser, sentía una punzada de duda, una fisura en su fachada de indiferencia.

—Te lo diré una última vez... —Dijo Copia, su voz apenas era un susurro—. ¿Dónde está ese hijo de puta?

El hombre sollozó, su cuerpo temblando con violencia mientras luchaba por resistir el dolor abrumador. Por un instante, pareció que iba a ceder, que las palabras finalmente saldrían de sus labios. Pero entonces, con un último estallido de resistencia, cerró la boca con fuerza y sacudió la cabeza con determinación.

—¡Nunca te diré nada! -Exclamó, su voz llena de una ferocidad que sorprendió incluso al cardinal.

Copia retrocedió un paso, sorprendida por la intensidad de la respuesta del hombre. Por un momento, se quedó allí, paralizada por la inesperada muestra de resistencia. Luego, con un destello de furia en sus ojos, volvió a la carga, aumentando la presión sobre la prensa con una determinación renovada.

La habitación se llenó con el sonido sordo de los huesos crujientes y los gritos desgarradores del hombre mientras Copia continuaba su interrogatorio implacable.

—¡¡PARA!! ¡PARA, MIERDA! ¡TE LO DIRÉ! AGHHH. —Gritó aterrado, retorciéndose de dolor en el suelo.

—¿Y bien? ¿Dónde?

El tipo, rendido entregó la información que le pedía su atormentador, rogándole con la voz temblorosa que lo dejara ir, Copia afloja la prensa en un movimiento rápido y la pierna del hombre se libera bruscamente, dejándolo caer al suelo con fuerza. El cardinal deja la habitación y se dirige con sus compañeros.

Por la mañana, el suave murmullo de las aves y la gente de fuera acariciaba la habitación, llenándola de una atmósfera cálida y reconfortante. Swiss y Sodo dormían plácidamente, enredados en el abrazo de la noche anterior, donde los sueños se mezclaban con la realidad.

Sodo fue el primero en despertar, sus ojos se abrieron lentamente, y al mirar hacia abajo, se encontró con el rostro sereno de Swiss. Admiró cada uno de sus rasgos, cada línea suave y cada curva delicada, como si estuviera viendo una obra de arte. El amor que sentía por él lo inundaba, llenándolo de una mezcla de alegría y temor, pues la vulnerabilidad a la que se exponía y la fragilidad de sus lazos le generaban un vértigo innegable.

Swiss despertó poco después, y al encontrarse con los ojos del castaño, este desvió la mirada, como si estuviera avergonzado de haber sido atrapado en el acto de admirarlo. Sin embargo, el moreno no pudo evitar levantar una mano para acariciar su cabello con ternura, apartando algunos mechones de su rostro, acomodándolos detrás de su oreja con suavidad.