Capítulo 2

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La infancia de Aziraphella había sido una muy feliz. Tenía el amor de sus padres, quienes la mimaban con muchos juguetes y vestidos bonitos que la hacían lucir como una verdadera princesa.

Justo como su madre le había enseñado, ella siempre agradecía a Dios por todas las cosas buenas que tenía en su vida. Y de su padre, ella había aprendido la importancia de compartir y ayudar a las demás personas, regalando muchos de esos juguetes y vestidos a las niñas y niños que no podían comprarlos.

Ella siempre pensó que hacía el bien, por lo que no podía entender por qué un día su madre enfermó gravemente y falleció, por más que ella rezara y suplicara por su recuperación. Era complicado para una niña de 9 años comprender que a veces la vida era así, impredecible e incontrolable.

Con el tiempo, ella hizo las paces con ese suceso de su vida. Nunca dejó de doler, pero logró aceptar que así eran las cosas. Pero lo que nunca pudo perdonar era que su padre se marchara poco después del funeral de su madre, para no volver más. Tampoco lograba entender por qué un hombre tan dedicado a su familia y tan amoroso podía abandonarla así sin más.

Aziraphella realmente estaba sorprendida por pensar en su padre justo en ese instante. Tal vez era porque ahora se encontraba en una situación similar a la de él en aquel entonces, tomando esas decisiones difíciles en circunstancias fuera de su control.

— Toni, creo que es momento de que nos separemos.

Antonia se quedó en silencio, mirando fijamente a Aziraphella, quien no se atrevía a regresarle la mirada. Ella prefería mirar sus manos mientras jugaba con ellas.

— ¿Eso es lo que quieres? — dijo Antonia.

— No.

— Entonces, ¿por qué me dices eso?

Aziraphella levantó la mirada y la dirigió hacia Antonia.

— Gabrielle fue a verme a la pastelería hoy.

— ¿Y ese milagro? ¿Cómo así que tu prima te concedió la gracia de su presencia después de tanto tiempo? — dijo Antonia con burla. — ¿Y qué quería? ¿Que nos separemos?

— No... Ella me dijo algo... La empresa está en peligro de quiebra... y ella quiere que regrese a evitarlo — dijo Aziraphella mientras volvía a mirar sus manos y jugaba con ellas.

— ¡¿Qué?! ¡¿Para hacer qué?! — dijo Antonia, alterándose. — ¡Que se vaya al diablo esa empresa de mierda! ¡Tú no regresarás allí!

— Sabes que no puedes tomar decisiones por mí — dijo Aziraphella tranquilamente.

— Lo siento, ángel — dijo Antonia tratando de calmarse — Pero ¿por qué siquiera considerarías regresar allí después de todo lo que pasó?

— Sé lo mucho que diste por la empresa... y lo mucho que terminó quitándote — dijo Aziraphella apretando sus manos — Pero es el patrimonio de mi familia, de mi madre. No puedo dejar que se vaya a la quiebra.

— Fue tu misma familia la que te dejó a la deriva, Azi. No merecen tu ayuda.

— Ellas lo hicieron porque se sintieron traicionadas. Yo sé que tú eres inocente, cariño, pero ellas no. Y con todo el proceso y la sentencia, menos lo creerían.

— Lo entiendo. Pero ellas ya me odiaban, desde que comenzamos a salir. Aún si no hubiesen encontrado pruebas, yo seguiría siendo culpable para ellas — dijo Antonia, irritada. — Y tampoco justifica lo que te hicieron a ti. No se merecen otra oportunidad cuando ellas no te la dieron a ti.

— No lo haría por ellas. Lo haría por mi madre, y por nosotras.

— ¿Nosotras? ¿Qué tenemos que ver con eso? — dijo Antonia, recargándose en el sillón. — Todavía no entiendo de qué forma ellas aceptarían tu ayuda, con lo orgullosas que son.

Un 'Nosotras' || Good Omens || Ineffable WivesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora