Capítulo 1

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Antonia se sentía demasiado cansada, pero no lo suficiente para atreverse a cerrar los ojos y dormir. Y aún si ella lo intentara, no encontraría la paz suficiente para descansar. Su mente no dejaba de saltar de múltiples pensamientos a otros aún más inquietantes que le cortaban la respiración.

Estaba asustada, realmente aterrada. Si ella se ponía de pie, sus piernas comenzarían a temblar de nuevo, así que mejor se quedaba sentada. Pero eso no calmaría su corazón, que no dejaba de latir con tal fuerza que ella pensaba que alguien sería capaz escucharlo desde afuera de su celda.

Habían pasado 3 días desde que ella había sido arrestada en su lugar de trabajo, ante la mirada de decepción y lástima de sus compañeros. Aunque a ella la única mirada que le importaba era la de Aziraphella, quien tenía una expresión de horror en su rostro.

El solo recordar aquello hacía que Antonia tuviera unas inmensas ganas de llorar, pero se las aguantó. Ella pensaba que tenía que mantener la compostura en esas circunstancias. Ese era uno de los pocos buenos consejos que su madre alguna vez le había dado, aunque reconocer eso también revolvía sus emociones de mala forma.

— Crowley, tienes visita — dijo una voz a lo lejos, y en seguida un guardia se acercó a la celda de Antonia, seguido por una mujer rubia con una gabardina de tartan puesta.

— Azi... — dijo Antonia con voz quebrada, sintiendo que ahora sí que no podría aguantarse las lágrimas.

— Hola, cariño — dijo Aziraphella, haciendo su mayor esfuerzo por no llorar. Ella no quería cargar a Antonia con sus propias emociones sabiendo que ella ya tendría tremendo caos emocional encima. — ¿Puedo hablar con ella a solas? — dijo dirigiéndose al guardia, quien asintió y comenzó a marcharse.

Antonia estaba sorprendida pero recordó que, aunque ella tratara de parecer una empleada más en la empresa, Aziraphella también era dueña de ciertas acciones de esta. Ella era una heredera, después de todo. Tal vez había usado su poder adquisitivo para visitarla sin problemas.

— No deberías estar aquí — dijo Antonia, bajando la mirada – Si te ven conmigo, podrían encontrar la forma de culparte también.

— No digas eso. Ni tú ni yo somos culpables de nada — dijo Aziraphella, acercándose a los barrotes de la celda. A través de uno de los huecos, extendió su mano hacia Antonia.

Antonia derramó un par de lágrimas al ver ese gesto, y rápidamente se levantó y corrió hacia su amada, tomando su mano.

— Ángel, te juro que yo no hice nada malo — dijo tan claro como el llanto la dejó hacerlo.

— Lo sé, cariño — dijo Aziraphella, también llorando, pero sonriéndole a Antonia. — Y yo te juro que haré hasta lo imposible por sacarte de aquí.

— Pero te meterás en problemas con tu familia.

— Eso no importa ahora, ya lo arreglaré después — dijo Aziraphella deslizando su otra mano hacia el rostro de Antonia para limpiar sus lágrimas. — Además, mi abuela no tiene poder alguno sobre mis decisiones. Mucho menos ahora que ya tengo parte de la herencia de mi madre. Así que puedo contratar a tantas personas sean necesarias para sacarte de aquí.

— Gastarás en mí el dinero que querías usar para financiar un orfanato — dijo Antonia mientras se le estrujaba el corazón.

— El orfanato ha sido uno de mis sueños desde que mi madre falleció — dijo Aziraphella entristeciéndose por el recuerdo — Pero puede esperar un poco más. Lo que más me importa ahora es que tú estés a salvo.

Antonia se sentía culpable por poner a Aziraphella en esa situación, pero sabía que ella misma no tenía el suficiente dinero para contratar a alguien lo suficientemente hábil para que realmente la ayudara a salir de ahí. Antonia entonces cerró los ojos y recargó su cabeza en los barrotes.

Un 'Nosotras' || Good Omens || Ineffable WivesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora