Capítulo 11

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Aziraphella estaba demasiado ansiosa, caminaba de un lado al otro mientras mordía una de sus uñas. Berenice la observaba, quería decirle algo para que se tranquilizara, pero sabía que sería en vano. No había forma en que Aziraphella pudiera calmarse en esa situación.

Les habían informado que Antonia se había metido en una pelea con otras tres mujeres. Aquella pelea no había sido nada fuera de lo común, una riña más entre reclusas, pero para Aziraphella era bastante sorprendente conocer ese actuar de su amada. Ella nunca había visto a Antonia meterse en esa clase problemas, y Antonia no le había contado mucho de su turbulenta juventud.

Berenice, por otro lado, estaba más preocupada por cómo aquel comportamiento impactaría en el proceso contra Antonia, pero ya se le ocurriría algo. Lo más importante era saber si Antonia estaba bien y qué tan presentable lucía para el próximo juicio.

En eso, la puerta de aquel cuarto se abrió, y una guardia dejó entrar a Antonia, para después cerrar la puerta. Ella traía un par de moretones en la cara, pero no parecía demasiado lastimada. Aun así, se veía decaída y tenía la mirada baja. Aziraphella se cubrió la boca con sus manos, para después acercarse a ella rápidamente.

— ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes? ¿Te duele? — dijo Aziraphella, asustada, mientras ponía sus manos con delicadeza sobre el rostro de Antonia.

— Estoy bien. No es nada.

— ¡¿Cómo va a ser nada?! ¡Mira cómo estás!

— He visto peores — dijo Berenice, levantándose de su asiento y acercándose a ellas. — Con un poco de maquillaje, podremos cubrirlo en el juicio. Pero te agradecería que no volvieras a pelearte con nadie. No querrás joder nuestros avances, ¿o sí?

— Están exagerando. No es gran cosa — dijo Antonia, apartándose de las dos y caminando hacia su silla.

— ¡Toni, eso fue muy peligroso! ¡Pudo haberte pasado algo! — insistió Aziraphella, siguiéndola.

— O podría darte mala imagen en tu proceso — dijo Berenice, también sentándose.

— Está bien, sí, no debí meterme. Pero se estaban madreando a la otra. Y de a dos, nada justo.

— Oye, este no es el lugar para que andes haciendo caridad — la regañó Berenice.

— ¡Caridad, nada! ¡Pudieron haberte matado, Toni!

— ¿Cómo crees, ángel? Pegan fuerte, pero yo más — dijo Antonia, altanera, más preocupada por defender su orgullo que por evitar los regaños, aunque enseguida se arrepintió — Digo, no fue tan grave. Fue una pelea nomás y ya. No pasa nada. No te preocupes.

— ¿Y qué tal que después deciden cobrárselas contigo? — dijo Berenice.

— Primero tienen que recuperarse... Después, ya veré...

— Por Dios, Toni, esta no eres tú — dijo Aziraphella, arrepintiéndose al recibir una fugaz y entristecida mirada de Antonia. Su comentario le había dolido.

— No, Azi. Esta es quien realmente soy... Creí que podría ser diferente, pero me equivoqué... Siempre hago cosas así... imperdonables.

Antonia se levantó rápidamente y abrió la puerta del cuarto, no dejando que ni Aziraphella ni Berenice pudieran decirle algo más.

— La visita ya se acabó — le dijo Antonia a la guardia, quien la miró algo extrañada, pero enseguida la tomó del brazo para llevarla de vuelta a su celda.

Aziraphella bajó la mirada, apretando sus manos y tratando de aguantarse las ganar de llorar.

— No te culpes por esto. Justo ahora, todas estamos alteradas. Necesitamos descansar un poco — dijo Berenice con voz tranquila.

Un 'Nosotras' || Good Omens || Ineffable WivesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora