Capítulo 12

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El sol estaba por ocultarse, pero su luz todavía se esparcía entre los árboles, pintándolos con intensos tonos naranjas. El bosque se veía precioso. Aziraphella se preguntaba a dónde la estaría llevando Antonia, pues nunca habían estado en ese lugar antes.

Antonia miraba a Aziraphella de tanto en tanto, sonriéndole, pero no le diría nada. Sentía la emoción y la impaciencia susurrándole al oído para que acelerara y se apresurara a llegar a su lugar de destino, pero trataba de ignorar eso pensando que su ángel estaba disfrutando el paseo por aquel bosque, y no quería arruinárselo.

El cielo ya estaba oscuro cuando Antonia detuvo el auto y lo apagó

— Ya llegamos — dijo.

Aziraphella miró hacia el frente. Allí había una casa de dos pisos, parecía estar hecha de madera y ladrillos. Alrededor, habían muchos árboles, y en las paredes de aquella casa se extendían bastantes plantas, como si el bosque y la casa fueran uno mismo.

— ¿Dónde estamos? — preguntó Aziraphella.

— En mi casa.

Antonia salió del auto y Aziraphella la siguió. Rodeando la casa había una pequeña barda. Antonia abrió la pequeña puerta y le cedió el paso a su ángel.

— ¿Tu casa?

— Sí. La compré hace mucho. Salió muy barata porque tenía muchas cosas que reparar. Aún le falta bastante, pero no está tan mal como antes.

Después de atravesar el jardín, Antonia abrió la puerta de la casa y dejó que Aziraphella entrara primero, para después entrar ella y cerrar. El interior estaba bastante oscuro, pero Antonia rápidamente empezó a encender varias velas que estaban esparcidas por todo el piso.

Aziraphella pudo ver cómo habían algunos muros rotos y la madera del suelo estaba levantada en algunas partes. Pero parecía que alguien, en efecto, había estado trabajando allí, pues habían varias herramientas y cosas de limpieza regadas por todo el lugar.

— Cariño, ¿por qué no me dijiste que tenías esta casa? Pude haberte ayudado a arreglarla. Pudimos haber contratado a más personas para que terminaran todo en poco tiempo.

— Lo sé... Pero quería hacerlo yo misma... ¿Recuerdas las veces que me iba sola por un par de días? Bueno, aquí es donde venía.

— ¿Pero por qué no me lo contaste?

— Porque justo en ese entonces empezamos a hablar sobre casarnos... Ya sabes que yo no necesito ningún papel o ceremonia para estar segura de lo mucho que te amo y me comprometo contigo... Pero no quería que renunciaras a tu sueño de una boda. Entonces, estaba bien con la idea, pero no quería ir con las manos vacías... Quería darte esto.

— ¿Esta casa? ¿Esta iba a ser nuestra casa? — dijo Aziraphella mientras miraba el interior de nuevo.

— Sé que no se ve bien ahora, pero tiene arreglo. Puedo hacer que quede como tú quieras.

Aziraphella caminó hacia Antonia y la abrazó, completamente conmovida y feliz.

— Es preciosa, sin importar cómo quede. Muchas gracias, cariño — dijo dándole un beso en la mejilla a Antonia, quien después se recargó en su hombro.

— Lo siento. Tal vez, debí decírtelo cuando tuviste que vender todo para pagar la indemnización... Pero no quería perder esto... Todo lo demás estaba bien, no me quejaría, pero esto no...

— Está bien, Toni. Yo tampoco hubiese querido venderla... Ya nos quitaron mucho. Me alegro de que esto no.

Ambas se quedaron en silencio sumergidas en sus pensamientos. Toda su vida, los sueños y planes que tenían, se quedaron en pausa por la malicia de otras personas. No sabían qué tanto podrían recuperar de aquello, o si realmente quedaba algo por recuperar, pero esa casa significaba que aún había un futuro esperando por ellas. Muchas cosas ya no volverían, pero otras nunca desaparecerían, como el deseo de una vida juntas.

Un 'Nosotras' || Good Omens || Ineffable WivesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora