Capítulo 15

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Era un sueño. Debía serlo. Pero, si lo era, debía ser la peor de las pesadillas. Y Antonia no sabía cómo despertarse. Por más que lo intentaba, no lo lograba. Tal vez, porque eso no era una pesadilla, sino la cruel y aplastante realidad.

Antonia estaba temblando y tenía las mejillas mojadas por sus lágrimas. Apretaba sus labios para que nadie la escuchara llorar, pero todos en aquel camión podían notar su desesperación. Todos allí podían ver su dolor.

Justo después de que Muriel le dijera en qué hospital se encontraba su ángel, Antonia salió corriendo de la zapatería, dejando el resto de sus cosas allí, incluido su dinero. Ella no se dio cuenta sino hasta que tenía que pagar el pasaje del camión. Angustiada, comenzó a rogarle al conductor que la dejara subirse, contándole que su pareja estaba gravemente herida en el hospital.

Aquellas súplicas hicieron que una mujer mayor, que también estaba en la fila, decidiera pagarle el pasaje a Antonia. Esta última, agradecida y fuera de sí, la abrazó con mucha efusividad. Durante gran parte del camino, aquella mujer trató de consolar a Antonia, diciéndole que tuviera fe y confiara en que Dios protegería a su ser amado.

Antonia no era una mujer creyente, pero en ese momento, ella comenzó a rezar y suplicarle a ese Dios que no le quitara a su ángel. Que si había alguien a quien castigar, era a ella y no a Aziraphella, quien siempre había sido una mujer tan bondadosa y compasiva con los demás. Aziraphella no merecía sufrir por los problemas causados por Antonia, mucho menos merecía estar en esa situación.

La mujer mayor ya se había bajado del camión hacía unas paradas atrás, y Antonia se sentía inmersa en una profunda sensación de soledad. Tenía mucho miedo, de una forma que nunca antes lo había sentido. Ella podía soportarlo todo, pero si no tenía a su ángel junto a ella...

Antonia se bajó del camión cuando ya estaba cerca del hospital. Corriendo, llegó a la entrada, lista para saltar sobre la gente que estaba en la recepción.

— Aziraphella McFell. ¿Dónde está? ¿Está bien?

— Buenas noches. ¿Usted quién es?

— Su pareja...

— ¡Toni! — gritó una voz a lo lejos. Era Berenice. — Ven conmigo — dijo una vez que estuvo lo suficientemente cerca de ella para tomarla del brazo y llevarla hacia la salida.

— ¡Oye, espera...!

— Ven. Tenemos que hablar.

— ¿Tú qué haces aquí? — dijo Antonia, mientras atravesaban la puerta.

— Te preguntaría lo mismo. Pero ya sé que fue Muriel quien te avisó.

— ¿Por qué no me contestaste las llamadas? — dijo Antonia soltándose bruscamente. — ¿Ya sabías sobre esto? ¡¿Por qué carajo no me dijiste?! — dijo, volviendo a llorar. — ¡No sabría nada si Muri no me hubiera contestado!

— Te lo iba a decir después.

— ¡¿Cómo que después?! ¡Debiste hacerlo desde el principio! ¡¿Por qué querías ocultármelo?! ¡¿Por qué me harías eso?!

— Antonia, por favor, cálmate.

— ¡¿Cómo madres quieres que me calme?! ¡Me dijeron que Azi está grave! ¡¿Es cierto?!

— Lo que sé es que sufrió una conmoción cerebral y llegó inconsciente. No sé qué tan grave sea. Nadie me dice nada más porque no soy su familiar.

Antonia se quedó muda, aturdida. En sus ojos se podía ver la impresión y el horror que le causaba el saber eso. Después de un momento de desconexión, ella comenzó a caminar de regreso al hospital.

Un 'Nosotras' || Good Omens || Ineffable WivesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora