Capítulo 4: Serena

24 3 0
                                    

Lo único que quería era seguir el sueño de mi abuelo, el hombre que me crió y me enseñó todo lo que sé. Pero mi tío, su hermano menor, me lo arrebató con una trampa vil.

Tormenta se acomodó junto a mí en el sofá. Era mi mejor amiga desde que éramos pequeñas y me había ofrecido su casa cuando opté por dejarles la mía a mi tío y a mi primo.

Ya habían pasado dos días desde que perdí la empresa de mi abuelo, la empresa que él había fundado con tanto esfuerzo y dedicación. Dos días en los que no había podido dejar de llorar.No puedo creer lo que me dice Carlos, mi prometido, cuando lo llamo. Él me contesta con apuro y con un tono frío.

—¿Qué quieres, Serena? — Parece que le molesta que lo llame.

—Necesito verte, Carlos. Mi vida es un caos.

—Serena, no tengo tiempo para esto. Te ofrecí mi ayuda para dirigir la empresa, pero la rechazaste. Y ahora resulta que quieres que te ayude. Mi padre te está apoyando, pero él también sospecha que tú manipulaste el testamento.

—¿Cómo puedes decir eso? —digo con la voz llorosa y furiosa. 

—Tú me conoces, Carlos. Sabes que yo jamás haría algo así.

—Ya no sé quién eres, Serena. Te dejo, tengo cosas más importantes que hacer —y me cuelga sin más. 

Me siento traicionada y abandonada. Lloro sin consuelo.

—Vamos, pastelito, ya no queda ni una toallita en toda la casa. Has estado llorando a moco tendido durante dos días —me dijo Tora, intentando animarme con su humor sarcástico.

—Sé que tienes razón, pero ¿qué puedo hacer? El abogado no sabe cómo ayudarme. He buscado al abogado de mi abuelo para que testifique, pero parece que se ha esfumado —le respondí con frustración, limpiándome el rostro.

—El juez tampoco te hace caso. Dice que las declaraciones de los empleados que trabajaban con tu abuelo no valen, porque tu tío ha presentado pruebas de que los has sobornado. Mi tío Héctor y su hijo Alec han tergiversado todo.

Mi abuelo era un hombre generoso y bondadoso, que siempre se preocupaba por sus empleados y sus familias. Les daba regalos por su cumpleaños, por Navidad, por el Día del Padre o de la Madre... Incluso nos reunía a todos los niños y jóvenes que estudiábamos y nos premiaba por nuestras notas, por nuestros logros deportivos o por cualquier cosa que nos hiciera destacar.

Él decía que éramos su familia y que quería vernos crecer y prosperar. Yo quise seguir con su tradición y ¿ahora resulta que es soborno?

—No es justo, Serena. Tu tío es un miserable que solo quiere el dinero y el poder. No le importa nada más. No le importa que tu abuelo te haya dejado la empresa en su testamento, ni que tú hayas trabajado duro para mantenerla y hacerla crecer. No le importa que tú seas su sobrina, ni que él sea el único pariente que te queda —me consoló Tora, abrazándome con fuerza.

—¿Qué voy a hacer, Tora? ¿Cómo voy a recuperar lo que es mío? ¿Cómo voy a honrar la memoria de mi abuelo? —le pregunté, sintiendo una mezcla de rabia e impotencia.—Serena, basta ya. No puedes seguir así. Tienes que reaccionar. Tienes que luchar —me dijo Tormenta, levantándome del sofá con decisión.

—¿Luchar? ¿Para qué? Si no tengo nada. Si lo he perdido todo —le contesté, sin fuerzas.

—No has perdido todo. Todavía tienes tu dignidad, tu inteligencia, tu valentía. Y todavía tienes una amiga que te quiere y que te va a ayudar —me aseguró Tora, mirándome con determinación.

—¿Ayudar? ¿Cómo? Si no hay nada que hacer —le repliqué, sin esperanza.

—Claro que hay algo que hacer. Hay que buscar pruebas. Pruebas que demuestren que tu tío es un estafador. Pruebas que demuestren que tu abuelo te dejó la empresa en su testamento. Pruebas que demuestren que tú eres la legítima heredera —me explicó Tora, con firmeza.

—¿Y dónde vamos a encontrar esas pruebas? —le pregunté, con incredulidad.

—En la empresa, por supuesto. Allí debe haber algún documento original, algún registro, alguna pista que nos lleve a la verdad —me respondió Tora, con confianza.

—¿En la empresa? ¿Estás loca? ¿Cómo vamos a entrar en la empresa? ¿No recuerdas que me echaron? ¿No recuerdas que me prohibieron el acceso? ¿No recuerdas que es una empresa de alta seguridad? —le recordé, con angustia.

—Tranquila, pastelito. Tengo un plan. Un plan infalible. Un plan que nos permitirá entrar en la empresa sin que nadie nos vea. Un plan que nos permitirá salir con las pruebas que necesitamos. Un plan que nos permitirá recuperar lo que es tuyo —me anunció Tora, con entusiasmo.

—¿Un plan? ¿Qué plan? —le pregunté, con curiosidad.—Te lo diré, pero primero tienes que hacer algo por mí —me dijo Tora, con una sonrisa pícara.

—¿Qué? —le pregunté, con recelo.

—Tienes que bañarte, pastelito. Tienes que bañarte, arreglarte y ponerte algo bonito. Porque vamos a salir a relajarnos un rato y mañana vamos a salir a buscar pruebas. Vamos a salir a buscar justicia. Vamos a salir a buscar venganza —me dijo Tora, arrastrándome al baño

Me sentía agotada y nerviosa después de la conversación. No sabía si nuestro plan iba a funcionar. Ella parecía muy segura de sí misma, pero también se que es muy imprudente.

Me arrastró a la ducha y luego me preparó un desayuno que apenas pude probar. Luego me dijo que teníamos que ir al centro comercial a comprar algunas cosas "tecnológicas" y ropa "discreta". No me gustaba la idea, pero no tenía otra opción.

Llegamos al centro comercial y Tormenta se dirigió directamente a una tienda de electrónica. Allí compró unas cámaras y unos audífonos que supuestamente nos servirían para infiltrarnos en la. No entendía muy bien cómo funcionaban, pero Tormenta me aseguró que eran lo último en tecnología. Luego fuimos a una tienda de ropa donde Tormenta eligió unos conjuntos aburridos y sin gracia, que según ella nos harían pasar por oficinistas gubernamentales. Yo me resistí a ponérmelos, pero Tormenta me convenció de que era necesario. Me miré al espejo y no me reconocí. Empecé a creer que tal vez lograríamos algo. 

Voy a infiltrarme en la empresa con la ayuda de mi amiga Tormenta y a recuperar lo que es mío. Conozco bien el lugar y a todas las personas que trabajan allí, pero no confío en ninguna. Alguien tuvo que ayudar a mi tío a traicionarme.

Tormenta y yo nos disfrazamos de oficinistas para pasar desapercibidas. Ella lleva un traje negro, una camisa blanca, unos tacones y unas gafas de nerd. Yo llevo un vestido azul, una chaqueta gris, unos zapatos cómodos y un bolso enorme. Llevamos los audífonos para hablar entre nosotras y unas cámaras escondidas para filmar todo lo que encontremos. También llevamos unos papeles falsos que nos acreditan como unas auditoras. Nuestro plan es entrar en la empresa como si fuéramos a revisar unas cuentas y aprovechar para buscar las pruebas que necesitamos.

ALFA VENDIDO: CADENAS ROTASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora