Capítulo 31: Sky

16 2 0
                                    

Estoy en shock por lo que acaba de ocurrir. El alfa Stefan querido reclamar a a Serena como su compañera, y ella le ha respondido que no puede, que ya tiene a otro. ¿Cómo puede ser? ¿Quién es ese miserable que la ha abandonado y la ha dejado sola? ¿No sabe lo que se está perdiendo? Seguro que es por quien ella ha llorado, y yo en lugar de estar con ella como un cobarde me he apartado, no soy mejor que su compañero, con todo lo que ella ha hecho por mí y yo me he portado estos días de una forma fría, pero no puedo verla, no puedo acercarme sin recordar los besos y caricias, cómo le digo que cuando ella estaba borracha me confundió con su compañero y yo traicioné su confianza.

Y eso me duele más de lo que puedo soportar. Algo en mí se rebela contra la idea de Stefan u otro este con ella. Siento un rugido en mi pecho, e intento contenerlo. No puedo desafiar al alfa, ni tampoco puedo interferir en la vida de Serena. Ella tiene derecho a elegir, y si no me quiere a mí, tendré que aceptarlo.

Estoy sumido en mis pensamientos, tratando de controlar mis emociones, cuando Tomás me toca el hombro y me dice si quiero ver a mi madre. Me sobresalto, había olvidado que ella estaba aquí, esperándome. No sé cómo reaccionar, no sé cómo hablar con ella. No la recuerdo, la maldición me borró todos los recuerdos de mi pasado. No sé si ella me va a odiar por no recordarla, o si yo voy a sentir algo por ella.

Pero cuando llegamos a la casa de mi madre, ella sale corriendo y me abraza. Me llena de besos y me dice que me creía muerto, que está feliz de verme, que no importa que no la recuerde, que ella me ama.

Siento una oleada de calor y de amor en mi corazón. No sé quién es esta mujer, pero sé que es mi madre. Y de alguna forma sé que la quiero, aunque no la recuerde.

Mi madre y yo nos sentamos en el sofá de su casa, después de que me abrazara y me besara como si fuera un niño pequeño. Me siento un poco incómodo, pero también feliz. Ella me mira con amor y ternura, y yo intento devolverle la mirada.

—Hijo, sé que no me recuerdas, o que crees que no me conoces, pero yo sí te conozco. Te conozco desde que naciste, desde que te tuve en mis brazos. Te he visto crecer, reír, llorar, jugar, aprender. Te he visto convertirte en un hombre, en un lobo, en un alfa. Te he amado con todo mi corazón, aunque en estos casi cinco años te creía muerto. —Su voz se quiebra al decir lo último, y yo siento un nudo en la garganta.

—Mamá, lo siento. Lo siento mucho. No sé qué decirte, no sé cómo explicarte. No sé nada de mi pasado, solo sé lo que me han contado hace poco. No sé si algún día podré recordarte, o recordar algo. —Le digo con sinceridad, con dolor.

—No te preocupes, hijo. No tienes que disculparte, ni explicarme nada. No importa si no me recuerdas, o si no recuerdas nada o no quieres recordar. Lo importante es que estás vivo, que estás aquí, conmigo. Y que podemos empezar de cero, si hace falta. Yo te voy a ayudar, te voy a contar todo lo que quieras saber. —Me dice con una sonrisa, con esperanza.

—Gracias, mamá. Gracias por todo. Eres muy buena conmigo, no sé si me lo merezco. —Le agradezco con una sonrisa, con gratitud.

—Claro que te lo mereces, hijo. Eres mi hijo, y te quiero más que a nada en el mundo. Y sé que tú también me quieres, aunque no lo recuerdes. Sé que eres un buen hombre, un buen lobo, un buen alfa. Sé que tienes un gran corazón, y que eres capaz de amar con intensidad. —Me dice con orgullo, con admiración.

—¿Cómo lo sabes? —Le pregunto con curiosidad, con duda.

—Lo sé porque te he visto. Te he visto mirar a Serena con ojos de amor. —Me dice con picardía, con complicidad.

Me sorprendo al escuchar su nombre, y siento que me ruborizo. No sé cómo reaccionar, no sé qué decir. ¿Cómo sabe ella que me gusta Serena? ¿Se nota tanto?

ALFA VENDIDO: CADENAS ROTASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora