Extra 02: Tormenta

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Llevo un mes esquivando a mi dulce Stefan, un mes en el que mi amiga no ha despertado. Hace unos días, Katzi se recuperó y ahora está transfiriendo su energía a Serena. Confío en que ella despertará en cualquier momento.

He visitado la manada un par de veces porque, la verdad, no quiero estar lejos de Stefan, pero tampoco quiero dejar sola a Serena ahora. Mi bomboncito no me presiona; volvió a reclamarme como suya después de dos días del incidente. Aunque acepté su reclamo y lo reconocí como mío, él me ha prometido esperar hasta que Serena se recupere más.

Stefan me lleva a pasear por la manada, proclamando a todos que soy su compañera y la luna de la manada. Sé que una parte de mí aún no quiere ser marcada por Stefan porque no me siento cómoda estando feliz con él mientras mi amiga sufre. No podría ser completamente feliz. Además, no sé cómo sería una luna; soy una guerrera, acostumbrada a dar golpes, mientras que las lunas son el símbolo del corazón de la manada, todas dulces y delicadas.

Mi padre y Briam me han dado permiso para que Stefan venga a la fortaleza. Viene cada dos o tres días, y los días que no viene, o yo no puedo ir, hacemos videollamadas.

Cuando viene, nos quedamos en la fortaleza, en una de las salas cerca de donde descansa Serena. Él solo viene y me abraza, me habla de la manada, de su vida, de lo que le gusta. Su voz me hipnotiza.

—Panquequito —me dice Stefan—, no quiero que pienses que te estoy presionando, disfruto tenerte cerca, pero no puedo venir tan seguido como quisiera.

Sé que al estar a mi lado descuida sus deberes en la manada. No puedo pedirle que esté siempre conmigo; mi padre dice que no es justo hacerlo sufrir así y que Serena se molestaría conmigo por eso.

—Está bien, no te preocupes —le respondo, aunque sueno triste—. Sé que tienes que cuidar de tu manada. Lo siento, no quería ser egoísta reteniéndote así.

—Lo que quería proponerte es que te quedes en la manada —me sugiere, y yo sé que tendré que rechazar esa idea—. Quédate conmigo solo las noches, o cada dos noches, prometo no hacer nada.

Claro, como si él no hiciera nada. La que va a saltar sobre él soy yo, por eso no me quedo, pienso para mí.

—No sé cómo ser una luna —confieso de repente.

—Eso es fácil, solo quiéreme —me responde con un puchero—. Ya había perdido la esperanza de encontrar a mi compañera. Agradezco a Serena por su consejo; si hubiera actuado como un cavernícola, me hubieras rechazado. Me dijo que te conociera y que me conocieras más. Y cada cosa que veo en ti me gusta más, incluso esto, esta lealtad hacia ella. Sé que no estás interesada en ser una luna tradicional, pero ya lo eres, solo que quiero que seas tú misma. Si en vez de ir a jugar con los niños en la escuela prefieres ir y barrer el suelo con el resto en los entrenamientos, créeme que estaré en primera fila disfrutando del espectáculo.

Sus palabras me desarmaron. Quiero tanto a este lobo que no quiero darle más largas, al menos no a nuestro primer beso. Así que lo miro con amor e intensidad, decidida a darle el mejor beso de su vida como recompensa.

Me subo a su regazo de manera descarada, su expresión de asombro es demasiado para mi salud mental. Él va a decir algo, pero le coloco un dedo sobre los labios.

—Te amo —le digo, y sin darle tiempo a reaccionar, lo beso.

El beso fue un remolino de sensaciones, cada uno de sus labios prometiendo un futuro juntos. Stefan, con su inocencia casi infantil, me llenó la cara de besos, y no pude evitar reír ante su entusiasmo. Le prometí que iría a su casa esa noche, y la idea de estar juntos me llenó de una calidez que no había sentido antes.

ALFA VENDIDO: CADENAS ROTASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora