6 años antes

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Oliver 

6 años antes 

Era un viernes de julio, en Nueva York hacía un calor de mil demonios y yo llevaba más de dos meses buscando secretaria. Harriet, mi antigua secretaria, se había jubilado después de cinco décadas sirviendo al bufete de mi familia, MacKinnon & Asociados, y ninguna de las chicas a las que había entrevistado para el puesto me parecían la mitad de válidas que ella. Harriet había sido secretaria del abuelo y rozaba la perfección. Era eficiente, intuitiva, astuta y se anticipaba siempre a mis necesidades. A pesar de que en Recursos Humanos se habían ofrecido a llevar la candidatura de la vacante desde su departamento, quise hacer la selección yo mismo. Buscaba algo muy concreto, ¿quién mejor que yo para encontrarlo? No quería solo a una persona que llevara mi agenda o respondiera al teléfono, no, nada de eso, yo lo que quería era encontrar a alguien que, además de todo eso, me inspirase confianza.

Hasta la fecha no había tenido mucha suerte. A pesar de haber entrevistado a un centenar de candidatas, pues nuestro bufete es uno de los más reputados de Nueva York y es fácil encontrar gente que quiera trabajar con nosotros, ninguna de ellas se acercaba ni un poquito a lo que yo quería. Daba igual que tuvieran currículums brillantes o un montón de referencias en su haber, les faltaba ese algo que me hiciera querer contratarlas.


Aquel día entrevisté a una mujer antes de salir a comer con mis hermanos. Había sido secretaria de un alto cargo de una de las multinacionales más importantes del país, pero la arrogancia y soberbia que desprendía me hicieron descartarla al instante.

Tras acompañarla hasta la puerta y asegurarle que ya le diría algo, desvié las llamadas del teléfono fijo del despacho a las chicas de recepción, que, a falta de secretaria, eran las encargadas de gestionarlas cuando yo no estaba disponible, y me marché a comer con mis hermanos.

Regresé al bufete una hora más tarde, junto a Will, Aiden y Jayce. Nuestro bufete se encuentra ubicado entre la planta veintisiete y veintinueve de un edificio del Upper East Side y sus oficinas son modernas y sofisticadas, con paredes acristaladas que dejan pasar una gran cantidad de luz natural procedente del exterior. En aquel momento, mis hermanos y yo hablábamos sobre la liga de fútbol que empezaría en unos meses y nos dirigíamos hacia nuestros respectivos despachos. Fue entonces cuando, en la distancia, la vi. Una chica desconocida estaba sentada en el escritorio de mi secretaria, situado frente a mi despacho, y hablaba por teléfono. Me paré de pronto, aturdido, y mis hermanos me secundaron. Todos fijamos nuestra vista en la chica rubia de moño tirante que mantenía el auricular contra su oreja mientras garabateaba algo en un post-it rosa fosforito.

Parpadeé, intentando localizar en mi memoria a esa chica, ¿trabajaría en recepción? Rostro en forma de corazón, ojos grandes y azules, labios carnosos, pechos generosos que se marcaban bajo la tela del vestido azul oscuro que llevaba... No, definitivamente no trabajaba en el bufete, de haberlo hecho la había fichado antes, porque era justo mi tipo.

—No sabía que tenías nueva secretaria —murmuró Aiden a mis espaldas. Adiviné una sonrisa socarrona a pesar de no verle la cara.

—Joder, y menuda secretaria —añadió Jayce.

Entre Leyes  y Suspiros (Libro 2: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora