Oliver
Al lunes siguiente a Acción de Gracias llego al bufete a primera hora de la mañana, lo que viene siendo habitual estas últimas semanas. La mañana se llena de reuniones y llamadas de teléfono en las que sigo lidiando con la crisis de la demanda colectiva. Por suerte, las cosas empiezan a mejorar. Hemos recuperado a varios de los clientes que Lewis & Jones nos robaron, lo que es un descanso para mi ansiedad respecto al tema. Ahora lo que de verdad me preocupa es descubrir la persona que está detrás de la filtración, porque si ha sido capaz de traicionar al bufete una vez será capaz de hacerlo una segunda o una tercera. Por ello, cuando Robert, el investigador, me llama a mediodía para decirme que tiene novedades al respecto, no dudo en citarlo para la primera hora de la tarde, estoy ansioso por esclarecer este asunto. Desde que saltó la noticia no duermo tranquilo pensando en que trabajo con el enemigo.
A las cuatro en punto Claire me avisa de que Robert ha llegado y lo hago pasar a mi despacho. La presencia de Robert es muy intimidante. Es un tipo de aspecto rudo, grande, con el pelo muy oscuro, largas patillas y facciones duras. Viste ropa informal, a pesar de que trabaja para nuestro bufete. Hoy lleva unos vaqueros rotos y una sudadera. En su momento dudamos de contratarlo por su aspecto, pero es uno de los mejores investigadores privados de Nueva York. Hasta la fecha nos ha ayudado con muchos casos, siempre aportando información valiosísima que nos ha ayudado a ganar los juicios.
Nada más entrar, Robert se sienta en la silla apostada frente a la mía, en el escritorio. Su ceño está fruncido, como siempre. Robert es el tipo de persona que uno piensa que está perpetuamente enfadado.
—¿Qué has descubierto? —pregunto cuando el silencio de Robert se vuelve demasiado incómodo para mí.
Robert es así, hay que arrancarle las palabras con sacacorchos.
—Tengo un amigo hacker que ha estado rastreando los servidores del bufete —dice, sin dar más detalles de lo necesario. Robert tiene muchos contactos que trabajan al margen de la ley, pero cuya ayuda es primordial para obtener información. Yo siempre le digo que no quiero saber demasiado para evitarme problemas—. Enseguida se dio cuenta de que alguien había bajado todos los archivos del caso de forma encriptada y usando proxys de otros países para esconder su identidad. Le ha costado un poco seguir el rastro de estos proxys ya que se perdía la señal en algún punto, se nota que la persona que ha hecho esto tiene nociones de informática avanzada. Al final, después de mucho escarbar y buscar posibles agujeros de seguridad en las peticiones hechas por esta persona en el servidor, pudo seguir una pista que el usuario había dejado sin querer y que lo guio hasta el ordenador desde el que se descargaron estos archivos.
¿Quieres saber de quién era este ordenador?
Yo asiento despacio. El corazón bombea fuerte dentro de mi pecho a causa de la expectación y la adrenalina que recorre mis venas en este mismo momento. Por fin sabré el nombre del culpable de todo lo que ha ocurrido estas últimas semanas. Robert, frente a mí, tendiéndome un papelito doblado. Lo sostengo entre las manos un poco nervioso. Me da miedo descubrir la verdad, porque sé que tras ese nombre habrá una enorme ráfaga de decepción. A pesar de eso, desdoblo el papel sin titubear, preparado para el impacto, sin embargo, no estoy listo para lo que ocurre a continuación. Las letras escritas en bolígrafo azul se ponen borrosas en el mismo instante en el que las leo dando forma al nombre de una persona. El nombre de una persona a la que conozco muy bien.
—¿Los archivos se descargaron desde el ordenador de Claire Holmes?
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Entre Leyes y Suspiros (Libro 2: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)
Roman d'amourMe llamo Claire Holmes y trabajo como secretaria en uno de los bufetes de abogados más prestigiosos de Nueva York. Mi jefe es el sexy y mujeriego Oliver MacKinnon, socio principal del bufete, y uno de los solteros más codiciados de la ciudad. Llevo...