Oliver
Miro las dos palomitas azules de la conversación de WhatsApp con el ceño fruncido. Claire ha leído los mensajes que le he escrito, lo que significa que ha encendido su móvil en algún momento, pero ni me ha llamado ni me ha respondido. Y no solo eso. Ha vuelto a apagarlo, porque al intentar llamarla de nuevo, me ha saltado el buzón de voz. Me siento... frustrado. Me siento frustrado y exasperado como nunca. Esta situación me supera, y debería estar contento porque acabo de salir de una reunión donde me han dado buenas noticias. Después de mucho luchar, hemos conseguido recuperar a todos los damnificados que se fueron con Lewis & Jones, lo que significa que la demanda colectiva contra la farmacéutica seguirá su curso.
Han sido semanas duras, de mucho trabajo, de poco tiempo libre, y de estrés extra. Me gustaría salir a celebrar la noticia con el resto del equipo, pero no me apetece. Lo único que quiero es regresar a casa, servirme una copa y esperar a que Claire dé señales de vida, porque estoy volviéndome loco.
La noche cubre la ciudad tras los ventanales de mi despacho. Manhattan, de noche, es un lugar mágico donde las luces y colores de las calles aletean en la oscuridad. Estoy a punto de cerrar mi ordenador cuando la notificación de un correo entrante asalta la parte inferior de la pantalla. No conozco el remitente y eso llama mi atención, así que accedo al correo. El mensaje que hay escrito es muy escueto:
«Estas pruebas exculparán a Claire».
Con la ceja alzada veo que han adjuntado una carpeta zip al correo. La descargo con la intriga recorriendo mi sistema nervioso. ¿Quién demonios me habrá mandado esto? El correo que aparece como remitente es una numeración sinsentido. Me detengo antes de descomprimir la carpeta, por
miedo de que, lo que haya dentro, sea un virus. Sin embargo, este pensamiento dura poco. Algo me dice que la persona que me manda esto es de confianza.
La carpeta se abre mostrándome todos los archivos que incluye y los abro uno a uno quedándome perplejo. Hay extractos bancarios de uno de nuestros empleados. Según se puede apreciar en estos extractos, esta persona pasó de estar a punto de perder su vivienda por culpa de las deudas a tener las cuentas saneadas. Las entradas de dinero fueron hechas en efectivo y coinciden por fechas a cuándo se descargaron los documentos desde el ordenador de Claire. Pero no solo hay esa evidencia, que no deja de ser circunstancial, hay un registro de llamadas en las que se demuestra que esta persona estuvo en contacto con el bufete de abogados de Lewis & Jones semanas antes de que esto ocurriera. Demasiado sospechoso para ser casualidad. Ninguna de estas pruebas es determinante de cara a un juicio, pero sí son lo suficientemente sólidas como para abrir una investigación.
A la mañana siguiente, después de una actuación policial en casa del sospechoso que dura toda la noche, se hallan las pruebas concluyentes que demuestran su culpabilidad y se procede a su detención.
¿Quién es el culpable?
Brad Collins, del departamento de informática. Por lo visto, con la excusa de actualizar el antivirus de Claire hace unas semanas, instaló en su ordenador un programa que le permitía acceder a él de forma remota. Fue así como descargó los archivos del caso y los vendió a Lewis & Jones. No quiso hacer declaraciones, pero por los hallazgos hechos en su casa, es bastante evidente que Brad sufre de ludopatía y que debía mucho dinero a causa de malos resultados en el juego.
ESTÁS LEYENDO
Entre Leyes y Suspiros (Libro 2: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)
RomanceMe llamo Claire Holmes y trabajo como secretaria en uno de los bufetes de abogados más prestigiosos de Nueva York. Mi jefe es el sexy y mujeriego Oliver MacKinnon, socio principal del bufete, y uno de los solteros más codiciados de la ciudad. Llevo...