A mi merced

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Oliver

Llegamos a Manhattan sobre las cinco de la tarde. He conducido hasta aquí sin hacer más paradas que las estrictamente necesarias para repostar, de hecho, ni siquiera hemos parado para almorzar; hemos comido unos sándwiches comprados de camino.

Me siento sobrepasado por la situación. Esta mañana me he despertado con la sensación de ser el jodido rey del mundo y, ahora, en cambio, estoy en el extremo opuesto. Alguien me dijo una vez que cuando un aspecto de tu vida empieza a ir bien, otro empieza a ir mal, porque el cosmos busca el equilibrio. Que por eso no existe la felicidad plena, ni la tristeza plena. Y lo entiendo, por supuesto que lo entiendo. No valoraríamos las cosas buenas que nos pasan ni no nos pasaran también cosas malas, pero, al menos, el cosmos podría haber sido un poquitín más considerado con mi situación. Llevo años conteniendo mi atracción por Claire, no le hubiera costado nada darme un día de margen para poder disfrutar de ella.

Claire y yo no hemos hablado de lo nuestro durante el trayecto. Hemos estado pegados al teléfono intentando esclarecer este desastre, estresados y ansiosos, porque cada nuevo dato que nos llega es peor que el anterior.

Nada más llegar a Nueva York nos dirigimos directamente hasta las oficinas, donde somos recibidos por un bullicio sin precedentes: gente corriendo por todas partes, gente hablando por teléfono y gente tecleando en su ordenador como si le fuera la vida en ello. Todos los implicados en el caso parecen entregados para solventar el desastre. Por ello, no me sorprende que, al verme aparecer por el pasillo, empiecen a avasallarme con información, dudas y consultas. Claire va tras de mí pegada al móvil. Cuando entro en el despacho, Shane y otros miembros del equipo entran conmigo y, al acabar la reunión, un intenso dolor de cabeza me sobreviene.


La cuestión es que Lewis & Jones, otro de los bufetes más conocidos de Nueva York, está intentando robarnos los clientes de la demanda colectiva y lo está haciendo usando información confidencial de nuestro bufete, información que deben haber conseguido de forma ilegal a través de haber sobornado alguno de nuestros empleados. Lewis & Jones es conocido por defender a grandes empresas y corporaciones, por lo que tengo la ligera sospecha de que han sido contratados por la farmacéutica a la que queríamos demandar. Seguramente, su afán por quedarse con los damnificados a los que defendemos es una estrategia de la propia farmacéutica para llegar a un acuerdo beneficioso para ellos y pagarles menos. Aunque parezca poco ético que un bufete de abogados actúe así, este tipo de proceder es común en nuestro mundo. Lo único que importa es ganar dinero y quedar por encima del otro. Nuestro bufete no es distinto, no soy tan hipócrita como para creernos moralmente superiores que otros, pero al menos no jugamos sucio como sí han hecho ellos al servirse de nuestros propios informes para tener ventaja.

En algún momento durante la tarde, me reúno también con Brad Collins, del del departamento informático, para que me explique cómo es posible que alguien haya podido descargarse todos los archivos del caso sin que las peticiones quedasen registradas e el sistema.

No sé cuántas horas me paso hablando con uno y con otro, solo sé que en un momento dado una bandeja con una hamburguesa y café aparece frente a mí sacándome de mí enfrascamiento.

—Es muy tarde, tienes que comer algo —dice Claire, ofreciéndome también una taza de café.

No es hasta este momento que soy consciente de que Claire aún sigue aquí. El resto del equipo se ha marchado a casa para descansar, recuperar fuerzas y volver mañana bien temprano. De hecho, yo mismo es lo que he aconsejado que hagan.

—¿Por qué sigues aquí? Son pasadas las doce —digo tras comprobar la hora en el móvil.

—Soy tu secretaria. Me quedaré aquí hasta que tú te quedes. —Su tono de voz deja claro que no hay margen de discusión al respecto.

Asiento con un distraído movimiento de cabeza y doy un trago al café.

—¿Cómo estás? —pregunta ella de nuevo, visiblemente preocupada.


—Un poco sobrepasado —confieso—. No puedo creer que esté pasando esto, con la de tiempo y energías que hemos dedicado al caso.

—No hables de esta manera, como si nos hubieran derrotado. —Claire frunce el ceño—. Eres uno de los mejores abogados de Estados Unidos, puedes con ellos.

—Tienen toda nuestra documentación y, por tanto, las líneas generales de la defensa que estábamos preparando de cara al juicio. Tendremos que empezar de cero, eso si conseguimos recuperar los damnificados que han decidido marcharse con ellos.

Claire asiente despacio.

—¿Tienes alguna sospecha de quién ha podido pasarles la información?

—No —admito—. Robert lo está investigando.

Robert es uno de los investigadores privados de nuestro bufete. Es capaz de conseguir cualquier información que le pida sin dejar rastro.

—¿Hay algo que yo pueda hacer por ti?

De alguna forma, su pregunta me saca del bucle mental en el que estaba sumido y fijo mis ojos en ella. Su preocupación me genera una ternura instantánea. Claire es la secretaria ideal, fiel, leal, dispuesta a todo por ayudarme. Como respuesta a su pregunta, alargo mi mano hasta la suya y dejo que nuestros dedos se entrelacen. Me gustaría decirle que lo que ha ocurrido ayer por la noche es una de las cosas más jodidamente buenas que me han pasado en los últimos años, después del hecho de conocerla y tenerla como secretaria, pero sé que este no es el momento para sacar el tema, no cuando estoy en plena crisis profesional y no soy plenamente consciente de mis emociones.

—Ya haces lo suficiente. —Le dedico una media sonrisa—. Gracias por existir, Claire.

Nuestros ojos conectan y siento el impulso de rodear la mesa para tomarla entre mis brazos y besarla. Sin embargo, antes de que siquiera pueda analizar la incorrección de este impulso, el móvil suena con la llegada de una llamada. Es un colega de la facultad que trabaja para Lewis & Jones. He intentado contactar con él hace unas horas para ver si podía sonsacarle algo.

—Tengo que descolgar —le digo a Claire a la vez que respondo a la llamada.


Claire asiente, me señala la bandeja con la comida para recordarme que debo comer, y sale del despacho. No puedo evitar fijar mis ojos en ella mientras hablo con mi contacto. A pesar de toda la mierda que me ha tocado comerme hoy, debo admitir que algo dulce y cálido se instala en mi pecho al recordar la noche de ayer.

Ojalá la tormenta pase pronto, no hay nada que desee más que volver a esta mañana, con Claire tumbada en la cama a merced de mi lengua...

Entre Leyes  y Suspiros (Libro 2: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora