Oliver
No sé cuánto tiempo llevo durmiendo cuando abro los ojos llevado por el sonido de una vibración sobre mi mesita de noche. Suelto un gruñido, cojo el aparato y compruebo que ayer olvidé silenciarlo. Son las cuatro de la madrugada. ¿Quién demonios manda un mensaje a estas horas? Miro las notificaciones pendientes y veo que el culpable de interrumpir mi sueño es Aiden. Aquí son las cuatro de la madrugada pero en Escocia ya debe ser de día a causa de la diferencia horaria.
AIDEN
Me acabo de enterar de que te hasido de viaje de trabajo con Claire.No sé en qué momento creíste queeso era buena idea... Solo esperoque no hagas ninguna tontería.Recuerda: Claire es tu secretaria,puedes meterte en un lío. En caso deduda, cinturón de castidad.
Pongo los ojos en blanco. No sé con que derecho Aiden ha decidido convertirse en la voz de mi conciencia. Soy un adulto de treinta y dos años completamente consciente de sus acciones. No necesito que nadie me recuerde lo que ya sé: que tener un lío con Claire es inapropiado. Lo sé y
esa es la razón por la que llevo seis años reprimiéndome. Soy un jodido santo. A un me sorprende que no levite sobre mi cabeza una corona de ángel. Ironías aparte, decido dejar su mensaje sin responder. Devuelvo el móvil sobre la mesita de noche y busco, entre la oscuridad, la sombra de Claire al otro lado de la cama. No la encuentro. Por unos instantes pienso que quizás se haya caído al suelo mientras dormía, pues estaba tan cerca del filo con tal de alejarse de mí que es una posibilidad a tener en cuenta. Sin embargo, cuando me levanto y rodeo la cama descubro que no está allí. No dudo en ponerme la sudadera sobre la camiseta del pijama y las zapatillas para salir de la habitación en su busca. Inspecciono la planta baja sin éxito, y, entonces, cuando empiezo a inquietarme, me fijo en que la puerta principal está entornada. Me dirijo hacia allí y saco la cabeza por el hueco. Una suave luz amarillenta que procede de una lámpara que cuelga del techo ilumina la zona. Claire se encuentra sentada en el primer escalón del porche. Lleva una manta por encima de los hombros y gira la cabeza hacia mi dirección cuando el sonido de mis pasos sobre los tablones de madera me delata. Sus ojos se llenan de sorpresa al verme. Yo me siento a su lado, fijándome en las sombras que nos rodean. Ha dejado de llover y la naturaleza parece en calma. Unas gotas de agua estancada se deslizan del tejado hasta el suelo haciendo un «clin clin» muy relajante.
—¿No podías dormir? —pregunto. Claire se encoge de hombros.
—Me he desvelado hace un rato y no conseguía volver a conciliar el sueño, así que he pensado en salir a tomar el aire. —Me señala con la cabeza—. ¿Tú?
—Olvidé poner el móvil en silencio y la llegada de un mensaje me ha sacado a la fuerza de los brazos de Morfeo.
Claire sonríe ante mi explicación, pero no añade nada más. Se abraza las rodillas, que tiene flexionadas, y coloca su barbilla sobre ellas, observando el infinito. Decido respetar su silencio y la imito. La noche tiene algo tranquilizador y la tensión que llevaba todo el día acompañándonos parece desvanecerse un poco. Es agradable estar así con ella. En un silencio cómodo que parece devolvernos durante unos minutos a los que éramos antes de que todo empezara a complicarse. Y no hablo de lo que ocurrió el sábado en la boda de Aiden. Hablo de lo que pasó entre nosotros hace seis meses, cuando nos liamos en mi casa y decidimos convertir lo ocurrido en
tabú. Puede que de forma práctica decidiéramos seguir actuando igual, pero en realidad un halo invisible de incomodidad nos persigue desde entonces. Carraspeo con intención de iniciar una conversación, pero Claire se adelanta:
—Quería contarte el motivo real por el que no quería acompañarte a Greenstone. —Habla sin mirarme, pero cuando las palabras salen todas por su boca, fija sus ojos en los míos. Al captar mi desconcierto, añade—: Justo antes de que el alce apareciera en la carretera me preguntaste por qué fui a tu apartamento el lunes. Esta es la razón: quería hablar de las razones por las que prefería no acompañarte en este viaje.
La boca se me seca al instante.
—Podías haberlo hecho —insinúo.
Claire entorna los ojos como si acabara de decir la mayor tontería del mundo.
—No parecía un buen momento.
La imagen de Claire cruzándose con Lauren en el rellano de casa me atormenta.
—Respecto a eso... —empiezo a decir.
—No me debes explicaciones, Oliver —me corta Claire—. Fui a tu casa sin avisar, fue estúpido por mi parte dar por hecho que estarías disponible.
—Se encoge de hombros—. El caso es que estoy un poco nerviosa ante la perspectiva de lo que pueda suceder mañana en Greenstone y preferiría ser sincera contigo antes de que ocurra algo que me deje en evidencia.
—No te sigo. —Arqueo una ceja.
Ella tira de las mangas del jersey de su pijama hasta esconder las manos en su interior, en un gesto que demuestra vulnerabilidad.
—Te equivocaste al creer que no quería acompañarte por lo que sucedió entre nosotros el sábado. Obviamente antes de saber dónde teníamos que ir y a quién teníamos que ver no es que me hiciera especialmente feliz la idea de pasar tiempo contigo, pero en ningún momento me planteé la opción de escaquearme. Sabes lo mucho que me importa mi trabajo, Oliver. —Me lanza una mirada cargada de reproche, supongo que tirándome en cara mis dudas al respecto—. El motivo por el qué no quería hacerlo tiene que ver con algo que ocurrió en Greenstone hace diez años.
Alzo las cejas cada vez más intrigado.
—Y... ¿qué ocurrió?
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Entre Leyes y Suspiros (Libro 2: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)
RomansaMe llamo Claire Holmes y trabajo como secretaria en uno de los bufetes de abogados más prestigiosos de Nueva York. Mi jefe es el sexy y mujeriego Oliver MacKinnon, socio principal del bufete, y uno de los solteros más codiciados de la ciudad. Llevo...