Oliver
Tener un alce bloqueando el camino de la carretera es, sin dudas, el acontecimiento más absurdo y delirante con el que he tenido que lidiar en toda mi vida. El animal nos mira con una tranquilidad pasmosa, sin intención de moverse. Hago sonar el claxon, pero eso no lo altera en absoluto. Un sudor frío se desliza por mi frente y doy un volantazo justo antes de que colisionemos con él. Pierdo el control del coche unos segundos, los suficientes para invadir el carril contrario y acabar metidos en una zanja. Cuando el coche deja de moverse, soy consciente de lo fuerte que estoy cogiendo el volante y de la forma en la que mi pecho se mueve al ritmo de mi respiración acelerada. La música ha dejado de sonar de pronto, con el impacto, y el sonido que nos envuelve es el de la lluvia que cae con intensidad sobre nuestras cabezas. Miro a Claire, cuyo pecho se mueve con gran agitación también. Tiene una mano sobre el corazón y con la otra sujeta la manija superior de la puerta del coche.
—¿Estás bien? —pregunto con la voz algo estrangulada.
—Sí. —Traga saliva—. Creo que sí. —Me mira hiperventilando aún—.
¿Tú?
—También.
Paso los siguientes segundos intentando recuperar la función normal de mis pulmones, y cuando creo conseguirlo, intento encender el motor, pero este no reacciona. Lo intento de nuevo, pero consigo el mismo resultado. A la tercera intentona frustrada, doy un golpe al volante con enfado y salgo del coche para comprobar la magnitud de la tragedia. Primero cojo el chaleco reflectante del maletero y me lo pongo. Después, compruebo que la zanja en la que nos hemos metido es profunda y está embarrada, además, solo me hace falta dar una patada a una de las ruedas traseras para saber que
está pinchada. La lluvia cae sobre mí calando la ropa. A unos metros de distancia, el alce causante de todas mis desgracias me mira fijamente, con curiosidad. Tengo que admitir que, de cerca, esos cuernos enormes que tiene a lado y lado de la cabeza dan un miedo tremendo. El alce se dedica a mirarme unos segundos más antes de dar media vuelta y perderse entre los árboles que bordean el camino.
Suelto un gruñido, vuelvo al maletero para sacar los triángulos de seguridad que monto según la normativa, y, al terminar, me meto dentro del coche. Tengo la ropa y el pelo empapados y estoy mojándolo todo, pero no me importa en absoluto. Me inclino hacia Claire, que sigue alterada, y abro la guantera para coger los papeles del seguro. Luego, saco el móvil del bolsillo del pantalón e intento llamar al número impreso en la parte superior de los papeles, pero descubro con horror que el móvil no tiene cobertura y no da señal.
—¿Tienes cobertura? —pregunto a Claire con inquietud. Claire desbloquea su móvil y, tras hacer la comprobación pertinente, niega con un movimiento de cabeza. No puedo evitar que de mis labios escape una risa medio incredulidad, medio amargura—. Genial. Esto es genial. —Resoplo
—. Estamos jodidos.
Claire se cruza de brazos y resopla también.
—La culpa de todo esto es tuya —me acusa, alzando la voz.
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Entre Leyes y Suspiros (Libro 2: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)
RomanceMe llamo Claire Holmes y trabajo como secretaria en uno de los bufetes de abogados más prestigiosos de Nueva York. Mi jefe es el sexy y mujeriego Oliver MacKinnon, socio principal del bufete, y uno de los solteros más codiciados de la ciudad. Llevo...