Oliver
Claire coge aire antes de hablar y puedo ver lo mucho que le cuesta hacerlo por la fuerza que ejerce al morderse el labio.
—Hace diez años, cuando yo estaba cursando último curso de instituto, saltó el rumor de que el alcalde del pueblo, el señor Edward Marshall, estaba teniendo una aventura con su secretaria, mi madre. —Abro mucho los ojos, reconociendo enseguida el nombre del susodicho y empezando a entenderlo todo—. Fue un escándalo muy sonado. Salieron a la luz fotos, grabaciones y recibos de hotel que certificaban el romance. Yo no sospechaba nada. Era cierto que mi madre llegaba algunos días tarde a casa, o que pasaba fines de semana fuera, pero eso era algo que llevaba haciendo desde que nos mudamos a Greenstone y empezó a trabajar como su secretaria. ¿Cómo iba a imaginarme que tenían una relación? Además, Edward estaba casado, tenía un hijo y siempre se mostraba ante la comunidad como un buen cabeza de familia.
Claire calla de pronto y yo doy por hecho que ha terminado su relato, por lo que digo:
—Podías haberme dicho que conocías a Edward Marshall sin entrar en detalles. Por otra parte, entiendo lo mucho que puede afectar un escándalo de esta magnitud en un pueblo pequeño como Greenstone, y no quiero restarle importancia, pero este tipo de cosas suceden continuamente, causan mucho alboroto y se olvidan rápido. Además, no entiendo qué tiene que ver eso contigo. Es decir, tu madre y su jefe estaban liados y podemos discutirnos hasta qué punto eso es reprobable, pero tú no hiciste nada.
—No es tan fácil. —Claire esboza una sonrisa triste—. A ojos de todo el mundo mi madre era la única culpable de lo ocurrido. Perdió el trabajo, dejaron de atenderla en las tiendas y la lincharon públicamente en diversas
ocasiones. Se convirtió en una paria. Incluso nuestro casero nos dijo que no iba a renovar el contrato de alquiler cuando este venciera en unos meses. — Arruga la frente y siento como la indignación va aumentando el calor que emana mi cuerpo—. Edward era el alcalde, un tipo influyente, dueño de varias empresas en la zona y un ejemplo a seguir para todo el mundo. Mi madre no era nadie. Ni siquiera era originaria del pueblo. Se instaló allí desde Nueva York cuando yo tenía unos ocho años, tras conseguir el trabajo de secretaria en el ayuntamiento. Además, era madre soltera, lo que en un lugar como Greenstone te sitúa rápidamente en la categoría de mujer de dudosa moral. Por lo que, cuando saltó el escándalo, a él lo exculparon, y a ella la crucificaron. A ojos de todo el mundo ella era una zorra rompehogares que había seducido a su jefe en contra de su voluntad.
Parpadeo, lleno de incredulidad ante la hipocresía de la gente.
—¿Y Edward no hizo nada? ¿Acató el papel de víctima sin más? Asiente, con un mohín tirante en los labios.
—Edward simplemente desapareció del mapa. Despidió a mamá a través de otra persona y dejó de responderle al teléfono como si nunca hubiera pasado nada entre ellos.
—Tu madre tuvo que pasarlo fatal, y tú también. —La miro de reojo, Mi intuición me dice que la historia no termina aquí—. ¿Qué más ocurrió, Claire?
Claire no responde de inmediato, como si dudara.
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Entre Leyes y Suspiros (Libro 2: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)
RomansaMe llamo Claire Holmes y trabajo como secretaria en uno de los bufetes de abogados más prestigiosos de Nueva York. Mi jefe es el sexy y mujeriego Oliver MacKinnon, socio principal del bufete, y uno de los solteros más codiciados de la ciudad. Llevo...