Perdón si te hice pensar eso...

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Claire

—Oye, pequeña Claire, no soy nadie para decir esto, pero... ¿no te estás pasando con el chocolate? —Peyton, a mi lado, observa como saco una nueva chocolatina de su envoltorio para metérmela en la boca. Estamos sentadas frente al televisor, viendo una de las películas navideñas que Netflix ha incluido en su catálogo esta semana. Falta un mes para Navidad y eso se nota en el ambiente—. No sé cuánto azúcar en sangre es recomendable que ingiera una persona, pero estoy segura de que tú lo has revisado hace horas.

Le lanzo una mirada irritada mientras cojo una nueva chocolatina del envase XXL que he comprado esta tarde en el súper al salir de la oficina y la desenvuelvo también.

—¿Me estás juzgando, Peyton?

—¿Qué? Para nada. —Peyton alza las manos en gesto de rendición—. Solo me preocupo por ti. No es recomendable que pagues tus frustraciones con atracones de comida. Te lo dice alguien con experiencia sobre el tema

—me recuerda, lo que hace que mi mirada irritada se atenúe un poco, pues sé que Peyton lleva toda su vida luchando contra eso. Se esfuerza mucho por comer bien y huye de la comida basura porque, según ella, es adicta y una vez empieza no puede parar.

—Lo siento, estoy un poco susceptible estos días.

—Lo sé.

—Llevo fatal el estrés del trabajo —añado devolviendo la chocolatina dentro de su envoltorio y apartando el envase con las demás lejos de mí, para evitar caer en la tentación una vez más.

—Eso también lo sé. Igual que sé que tu mal humor no solo se debe a eso —Peyton detiene la película para mirarme con dulzura—. ¿Quieres que hablemos de ello?


Niego con un movimiento de cabeza. Ambas sabemos cuál es la razón de mi malhumor, pero no quiero hablar de ello. No quiero hablar de Oliver ni de lo decepcionada que me siento por haber entrado una vez más en la misma tónica de siempre. No quiero hablar de la tristeza que se ha instalado en mi pecho desde hace una semana. No quiero hablar de las ganas que tengo de cavar un hoyo y meterme dentro cada vez que me despierto por la mañana y me toca ir al trabajo. Ya sé que Oliver no me prometió nada. Ya sé que solo fue sexo. Ya sé que no es la primera vez que pasa algo entre nosotros y hacemos ver que no ha pasado. Pero pensé que en esta ocasión sería distinto. Pensé que, en esta ocasión, al menos, hablaríamos las cosas. Y sé que ha estado ocupado en el bufete, que estamos en un punto crítico, que las cosas se han complicado de la manera más inesperada... Pero el hecho de que no sea una prioridad para él, que no se haya tomado ni un momento para preguntarme como me siento, me duele.

A pesar de todo eso, me he esforzado por ser profesional en el trabajo. Por actuar como siempre. Supongo que siempre he tenido muy claro que no iba a dejar que mis sentimientos por Oliver echaran a perder mi sueño de trabajar en un bufete de abogados.

En algún momento entre pensamiento y pensamiento, llaman al portero automático. Deduzco que será la comida china que hemos pedido al restaurante de siempre, donde somos tan habituales que solo oír nuestro nombre nos recitan el pedido que solemos hacer. Peyton se ofrece para abrir ella y, cuando lo hace y regresa a mi lado, noto que algo ha cambiado en su actitud. Se muestra extraña y excitada. Entra en su cuarto, coge una cazadora y se la pone a toda prisa.

Entre Leyes  y Suspiros (Libro 2: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora