El mundo sobre mis hombros

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Oliver

Subo los escalones del porche de la casa de Aiden y Lucy con la sensación de llevar el peso del mundo sobre mis hombros. Hace una semana desde que estalló la crisis en el bufete, y las cosas siguen en el mismo punto que entonces. Tengo la cabeza a punto de estallar por culpa de la migraña que me persigue desde ese día. No duermo bien, no descanso bien; creo que estoy al borde del colapso. Pero ayer Aiden y Lucy regresaron de su luna de miel en Escocia, hemos quedado todos para cenar esta noche en su casa y no puedo faltar, a pesar de que por mi aspecto podría pasar por un extra de Walking Dead, y no precisamente por humano. Fijo mi mirada en la madera blanca de la puerta, donde en este momento hay colgada una preciosa corona con ramas de pino y piñas, y llamo al timbre. Segundos después, bajo el umbral, aparece el rostro reluciente de Lucy.

—Eres el último en llegar. Pasa. —Lucy me rodea con los brazos en un corto abrazo y se aparta a un lado para que pueda entrar.

No puedo evitar sonreír ante su bienvenida. Lucy es una de esas personas que consiguen contagiar a los demás con su buen humor.

—¿Qué te ha parecido Escocia?

—Hermoso. —Lucy suelta un suspiro soñador mientras me conduce hasta la zona diáfana que hace las veces de salón, comedor y cocina—. Los paisajes son sobrecogedores, la gente amabilísima y la comida deliciosa. Me hubiera quedado a vivir allí sin dudarlo.

—Todos pasamos por esa fase —admito, a la vez que nos acercamos a la zona de sofás donde mis hermanos charlan animadamente. También está Chloe, la mejor amiga de Lucy. La conversación se interrumpe al verme aparecer y todos me saludan efusivamente, animándome a sentarme con ellos. Acabo sentado entre Will y Jayce. En una butaca, a mi lado izquierdo, está Dean, que me explica que se ha saltado las últimas clases en la


universidad para poder pasar un rato con nosotros. Aiden, Lucy y Chloe ocupan otro sofá en el lado derecho. Estar en este salón hace inevitable que recuerde la última vez que estuve aquí, durante la celebración de la boda de Aiden y Lucy. Mentiría si dijera que no me afecta rememorar lo que sucedió dentro del cuarto de lavado de esta casa. También mentiría si dijera que pensar en Claire no me produce un cosquilleo instantáneo en la boca del estómago.

Al principio la conversación se centra en las anécdotas del viaje que Aiden y Lucy han hecho visitando Escocia. Dios, solo escucharlos ya quiero que sea verano para poder ir yo también. Hace dos años que no piso las highlands y la mención de sus rincones despiertan en mí cierta nostalgia. Aunque los MacKinnon hayamos nacido en Nueva York, hay algo que nos ata emocionalmente a la tierra de nuestros ancestros. En algún momento, el tema de conversación cambia y va saltando de un tema a otro hasta que, en un momento dado, acaba centrándose en mí. En mí y en lo ocurrido con la demanda colectiva para ser exactos.

—No puedo creerme que tengamos un traidor entre nosotros —dice Jayce chasqueando la lengua contra el paladar.

—Ya ves. La traición suele encontrarse donde menos te lo esperas. — Esa puntilla la ha soltado Chloe acompañada de una mirada sarcástica muy evidente hacia su dirección. No es la primera de la noche. Por lo visto, no ha olvidado aún el plantón de Jayce el día de la boda. Y no la culpo: ¿quién en su sano juicio corteja a una mujer para acabar liándose con otra? Y, además, en su presencia. Por mucho que Aiden le pidiera que no hiciese nada con ella, podía haber sido más considerado y no haberse liado con nadie aquella noche.

Entre Leyes  y Suspiros (Libro 2: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora