Claire
Al día siguiente, me despierto con el olor del café flotando en el aire. A pesar de que es temprano, las ocho menos cuarto según el reloj del móvil, y de que no he dormido demasiado, me siento descansada. Oliver no está en la cama, debe haberse despertado antes, así que aprovecho su ausencia para cambiarme. Me pongo unos vaqueros ceñidos y un jersey calentito de color malva, paso un segundo por el cuarto de baño para lavarme los dientes y peinarme, y voy en su busca. Lo encuentro en la cocina desayunando tortitas y tomando café junto a Lillian y Charles.
Ignoro el hormigueo que se extiende por mi vientre cuando los ojos de Oliver conectan con los míos. Me incomoda pensar que ayer le abrí mi alma en canal, sin filtros, al completo. Sé que puedo confiar en él, pero la idea de que Oliver conozca mi parte más vulnerable me hace sentir indefensa. Llevo años manteniendo esa parte de mi pasado escondida en un rincón inaccesible de mí misma con la esperanza de que, a fuerza de ignorar su existencia, acabase desapareciendo. Pero supongo que las vivencias no se destruyen, por mucho que las escondamos bajo mil candados. Siguen allí y condicionan nuestra vida. Mis vivencias han condicionado la mía, mi vida.
Me uno al desayuno junto al resto. Hacía mucho tiempo que no comía tortitas y estas me saben a gloria bendita. Lillian y Charles nos preguntan qué planes tenemos y Oliver les explica que los del seguro pasarán a buscarnos con un coche de repuesto a lo largo de la mañana. Fuera ya no llueve; un sol resplandeciente pero que no calienta nos recibe en el exterior cuando Oliver y yo salimos a estirar las piernas. Charles no tarda en marcharse con su tractor a trabajar y nos despedimos de él desde el camino de tierra que bordea la granja hacia la salida, por donde estamos paseando. Lillian, por su parte, se queda en casa preparando repostería casera que bajará a vender al pueblo esta misma tarde.
Oliver y yo paseamos el uno al lado del otro mientras charlamos de cosas sin importancia. Hablamos del tiempo, de New Hampshire, de Lillian y Charles y de algunos asuntos pendientes que tendremos que afrontar en el bufete cuando regresemos. Sin embargo, esto no dura demasiado. Al llegar a una pequeña colina desde donde podemos admirar la granja en toda su extensión, Oliver me mira y pregunta:
—¿Has pensado en lo que te dije ayer? —No es necesario que me especifique a que se refiere porque lo sé perfectamente. Quiere saber si voy a acompañarlo a Greenstone o si, por lo contrario, voy a regresar a Nueva York, tal como me sugirió ayer después de nuestra charla.
Lo cierto es que no he tenido tiempo para reflexionar sobre ello. Me dormí enseguida después de que me ofreciera esa opción. Por alguna razón, confesarle todos mis secretos me dejó exhausta, tan exhausta que he dormido del tirón toda la noche.
Me muerdo el labio mientras pienso en las dos posibilidades: ir a Greenstone y enfrentarme al pasado o regresar a Nueva York y seguir con mi vida actual como si el pasado no existiera. No voy a negar que la primera opción me atrae mucho más que la segunda. Quizás eso me convierta en una cobarde, pero es que las heridas siguen sangrando. El tiempo no las ha cicatrizado; siguen abiertas porque nunca hice nada para intentar sanarlas.
—Creo que, acogiéndome a tu buena voluntad, voy a regresar a la ciudad
—musito sin convicción, pero es que realmente esto es lo más fácil. Seguir huyendo del pasado.
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Entre Leyes y Suspiros (Libro 2: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)
RomanceMe llamo Claire Holmes y trabajo como secretaria en uno de los bufetes de abogados más prestigiosos de Nueva York. Mi jefe es el sexy y mujeriego Oliver MacKinnon, socio principal del bufete, y uno de los solteros más codiciados de la ciudad. Llevo...