10. Nupcias y noche de bodas

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Despertó temprano, cuando el sol aún comenzaba a amenazar con salir entre las montañas

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Despertó temprano, cuando el sol aún comenzaba a amenazar con salir entre las montañas. Salió al pequeño balcón que poseía su alcoba y respiró el aire frío de la mañana. Una leve capa de helada teñía los pastos aún ensombrecidos de blanco a pesar de estar ya en primavera. El olor de la hierba y la tierra mojada llegó a su nariz haciéndole sonreír levemente. Cuando fue consciente del gesto sacudió su cabeza. No era el olor del mar golpeando contra el acantilado sobre el que se encontraba el palacio de la casa Vinsmoke por lo que no se merecía una sonrisa.

Se metió a la alcoba de nuevo y aprovechó su prematuro despertar para estudiar un poco más las leyes del reino. Cuando el sol despuntó hizo llamar a Ussop y le pidió que calentase agua para darse un baño y luego le ayudase a vestirse para el evento. Se aseó con calma, siendo concienzudo a la hora de lavar bien su cuerpo. Hoy conocería a varios nobles en el banquete y quería dar buena impresión. Sumado a eso al anochecer tendría su noche de bodas y que menos que estar presentable. Afeitaron su rostro, dejándo únicamente el vello de la perilla y peinaron sus rubios cabellos.
Examinó su reflejo en el espejo una vez estuvo completamente vestido. Definitivamente Ivankov había realizado un espléndido trabajo y le haría más encargos. Iba ataviado con pantalón y camisa pulcramente blancos. La camisa tenía ornamentos en las mangas. Pequeñas olas doradas se encontraban bordadas del hombro al puño. Los guantes contaban con dos relucientes botones dorados y como adorno ceñía sobre su pequeña cintura una tela también dorada con pequeños cordones que caían con gracia sobre su cadera izquierda. La capa también blanca era de una tela etérea que volaba al más mínimo movimiento, fluyendo y fundiéndose por completo con su cuerpo. Contento con su aspecto salió de su alcoba hacia las caballerizas seguido por Franky donde le esperaba el carruaje para llegar al templo.

En cuanto llegaron a los pies de la inmensa edificación Sanji se quedó pasmado mirando hacia arriba aún desde el interior del carruaje. El edificio de estilo gótico era una inmensa torre que parecía querer llegar hasta el mismo cielo. Toda la fachada estaba cubierta de gárgolas en negro y gris que le hacían sentirse observado desde cualquier punto en el que se encontrara. Al bajar del carruaje pudo ver a toda la plebe apostada a los lados del camino que los guardias reales abrían para él, evitando que ningún plebeyo pudiese acercarse. Pensó en las palabras de Zoro la noche anterior y realmente parecía tener razón. El pueblo estaba contento aunque imaginaba que tras abolir la servidumbre, que tantos años fue obligada hacia los demonios mayores, el pueblo aplaudiría casi cualquier cosa que Zoro hiciese si a ellos no les perjudicaba. Aprovechó la ocasión y jugó sus cartas. Si querían verle que le viesen. Saludó cortésmente muy sonriente y luego se acercó a varios plebeyos para darles la mano. La gente clamaba y eso sin duda alguna le gustaba. Tras pavonearse un poco en la puerta entró al templo y lo encontró ya lleno hasta los topes de nobles. Por lo menos habría seiscientas personas ahí dentro entre escoltas, la corte, nobles venidos de tierras lejanas y los religiosos que atendían el lugar sagrado. El espacio estaba decorado con telas que llevaban los colores de la casa Roronoa, negro y rojo, y los de la Vinsmoke, blanco y dorado. Nardos blancos embellecían los extremos de los bancos negros y el inmenso altar que se vislumbraba al final del largo pasillo. Sobre él pudo ver a Zoro ataviado con una ropa muy similar a la que usaba a diario. Finalmente el muy bastardo no le hizo caso y no se puso la túnica bordada en dorado.

EL REINO DE LAS SOMBRAS (Zosan/Sanzo + 18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora