Capítulo 4.

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Kenzo

Cuando miro hacia las escaleras por donde baja Jade, me quedo sin respiración, está hermosa. Ya no es una niña y se nota. Es toda una mujer llena de curvas suaves.

—Nuestra — dice Sombra en un gruñido.

—¿Qué estás diciendo? Es una niña.

—Esa niña es nuestra mate, jodido humano — responde y entonces me viene un olor único. Viene de ella.

Huele a flores y chocolate, mi sabor favorito. No puede ser cierto. Jade no es fuerte, no puede ser mi Luna. Joder, es una niña.

—Mate — mi voz sale más ronca de lo normal.

Solo la veo a ella, que se queda helada y con los ojos muy abiertos. Parece un cervatillo asustado.

Todos la felicitan y sigo sin poder creer que esto esté ocurriendo.

—Esto no puede ser cierto, es una broma de la Diosa Luna.

—Diosa Luna nunca se equivoca, hijo mío — responde mi madre con seguridad.

Nadie se mueve ni habla. Mi lobo quiere tomar el control para que no haga el idiota, pero no puedo dárselo. Ella no va ser nada nuestro.

Veo como el niñato de Alexander la abraza y suelto un gruñido sin pensarlo. Una clara advertencia para que sepa que no quiero que la toque.

Salgo de la casa dando un portazo. No aguanto su aroma, es demasiado exquisito, delicioso... no, no vayas por ahí.

—¡Da la vuelta y ve a hablar con ella, maldito imbécil! — grita Sombra como un loco.

No le hago caso. Esto es un error. Ella no es mi mate.

Enciendo el auto y salgo a toda velocidad hacia mi casa. Llamo a Sasha para poder descargar mi ira con ella.

—De rodillas.

Cuando lo hace y lleva sus manos a mi polla, no siento nada. Nada.

Maldición.

—No hagas esto, Kenzo. Créeme, te vas a arrepentir — casi ruega mi lobo.

Sasha sigue intentándolo y cuando veo que esto no va a funcionar la saco de mi casa para volver al auto y poder ir al puto restaurante. No se me ha levantado ni un poco.

Piso el acelerador y justo cuando bajo, ellos llegan. Mi pecho sube y baja con fuerza al verla con esa falda corta y esas medias. ¿Cómo se verían sus piernas alrededor de mi cintura? Niego con la cabeza por esos pensamientos.

Después de almorzar no puedo quitarle los ojos de encima. Alexander está a su lado, pero me pierdo en el rostro de Jade. Es una niña hermosa, inteligente, simpática, noble. Todo lo que en realidad quiere una manada de su Luna, pero no yo. Yo quiero una Luna fuerte y ella no lo es. Mis enemigos pueden usarla en mi contra, le pueden hacer daño y no puedo permitir que le hagan nada a ella.

Al llegar a su casa veo que mi regalo ni siquiera lo ha movido. La sangre me hierve al saber que Alexander le ha regalado una pulsera con su inicial.

—¿No piensas abrir mi regalo? — reclamo y no puedo evitar el tono de mi voz. No puedo controlarme.

—Si sigues hablándole así a mi Luna, te juro que te mato, Kenzo — me advierte Sombra.

No le respondo y espero su reacción. Mi madre me mira mal y Andreus se pone a la defensiva delante de ella. Lo entiendo, es normal. Le estoy hablando mal a su hermana pequeña, pero ¿cómo se atreve a dejar mi regalo ahí? Tiene que abrirlo. Lo elegí pensando en ella.

Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora