Capítulo 14.

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Kenzo

Piso a fondo cuando Jade entra al instituto y llamo a Andreus.

—¿Qué ocurre?

—Dime los libros que quiere Jade.

Comienza a reír hasta quedarse sin aire y yo respiro para no perder la paciencia y darle un puñetazo por imbécil.

—Joder, Kenzo. Te va a costar más que muchos libros.

—Pásame los putos nombres, Andreus.

Cuelgo y a los minutos me llega el mensaje con siete nombres en total. Voy en busca de la librería donde sé que ella compra. Prefiere libros antes que joyas y autos, pues eso le daré.

—Buenos días, Alfa — me saluda con una sonrisa al entrar.

—Buenos días, doña Clavel — le muestro el mensaje y ella asiente antes de ir a por ellos.

Vuelve a los cinco minutos con siete libros, uno rojo con bordes dorados es el que llama mi atención y leo su nombre. Soy tuya. Me despido de ella y vuelvo al auto.

Llamo otra vez a Andreus para que vaya a mi casa. Tenemos asuntos pendientes con los pícaros y tenemos que trabajar para dar con el hijo de puta del líder. Al llegar a casa subo a mi habitación para soltar los libros.

—No hay novedades y tampoco pistas, esos cabrones saben moverse — suspira Andreus después de un rato en mi despacho.

—Hay que dar con ellos, no podemos dejar que pase más tiempo y se hagan fuertes. No voy a dejar que mi manada pase otra vez por lo de hace años — le hago saber.

—Lo sé, hermano. No vamos a dejar que pase, tranquilo.

Pasamos unas horas en el despacho haciendo llamadas y buscando información hasta que el teléfono de Andreus suena y frunce el ceño.

—¿Sí?

—Andreus, soy el director Dereck, ha habido un problema con Jade y una compañera.

Lo escucho y me levanto de un salto cogiendo las llaves del auto mientras Andreus hace lo mismo.

—Voy en camino — dice antes de colgar.

—¿Qué coño le ha pasado a mi mujer?

—No lo sé, Kenzo. Nunca me han llamado.

Subimos a los autos y llegamos en menos de veinte minutos. En la puerta del despacho del director veo a una niña con el labio roto, el cabello enredado, la nariz llena de sangre y la mejilla morada. Si mi mate tiene algún rasguño, ya puede comenzar a correr.

—Dereck, ¿qué ha pasado con mi hermana? ¿dónde está?

Siento su presencia antes de verla y viene hacia nosotros con Alexander, Aleska y otra niña más. Me guardo los celos al ver al hombre a su lado. Llega a nosotros y pongo una mano en su cara al notar que tiene arañazos en el cuello y la mejilla.

Miro a la niña mugrosa y luego al director.

—¡Ya me están diciendo por qué mi Luna está así! — levanto la voz sintiendo como mi lobo arde en rabia por ver a nuestra mate así.

¿Cómo coño se atreven a tocarla?

La niña tiembla y sus padres miran con horror al ver su cara.

—¿Qué ha pasado, pequeña? — le pregunta Andreus con voz suave.

Ella cuenta todo lo que ha pasado y siento como la postura de mi amigo cambia al escuchar la mención de su madre.

—¡Eso es mentira! Mira como ha dejado a mi hija la niñata de mierda — le grita a mi mujer.

—No vuelvas a alzar tu voz a tu futura Luna — hablo con mi voz de Alfa y ella me muestra el cuello, mostrando sumisión. No voy a tolerar que nadie le falte el respeto.

—Alfa, lo sentimos. Nosotros acabamos de saber lo ocurrido — habla el padre de la niña.

—Os quiero fuera de mi manada. ¡Ahora! — les grito sin poder contenerme.

—No, ellos no tienen la culpa de lo que su hija ha hecho. No los expulses — pide Jade. Joder no puedo negarle nada —. Me basta con que Sara pida disculpas a Marie y respete.

Tengo ganas de matarlos, pero sé que Jade tiene la última palabra.

Quién lo diría — se burla Sombra.

—Lo siento mucho, no volverá a suceder — dice la niña, sin sentirlo en absoluto.

—Nos vamos, vuelves mañana — le digo a Jade y ella acepta yendo por sus cosas.

Nos despedimos de su hermano que también se lleva a Aleska.

—Dame tu número de teléfono — le pide a la que se llama Marie y le dice que se ven luego.

No va a salir de mi casa, pero la dejo creer que sí. No la suelto en ningún momento de la mano y veo que encajan a la perfección.

—Sube — abro la puerta del auto y cuando lo hace le abrocho el cinturón.

—Puedo sola, no soy un bebé — refunfuña y me da igual

—Una pena, ya que no te he preguntado — le digo siendo un cínico.

Me ignora todo el camino hasta que pasamos por su casa.

—Mi casa está más atrás.

—Nunca dije que iba a llevarte a la tuya.

—¿Sabes que esto se llama secuestro? — pregunta con las cejas alzadas y los brazos cruzados.

—No te veo muy angustiada o pidiendo ayuda — me burlo de ella.

No responde y llegamos a mi casa, donde mi madre sale a recibirla.

—Oh, mi niña hermosa, que alegría. Vamos, pasa.

—Hola, mamá. Sí, tranquila, estoy bien — le digo resoplando y se me queda mirando antes de llevarse a Jade.

¿Hoy todos piensan ignorarme?

—Estás perdiendo el toque — se ríe Sombra.

—Y tú perderás la libertad si no cierras el hocico apestoso.

Mi madre no suelta a Jade y ella está encantada porque siempre la ha visto como una segunda madre. Me voy a mi habitación a esperar, porque sé que va a subir para pedirme que la lleve a su casa.

Me pongo cómodo y enciendo la televisión. Siendo sincero, me ha gustado mucho ver como le ha dejado la cara a la estúpida esa, mi mate es fuerte.

Después de un rato escucho pequeños pasos y sé que es ella, así que me acomodo mejor poniendo mis brazos detrás de mi cabeza.

Cuando abre la puerta se queda ahí mirándome, con los labios separados y las mejillas rojas.

Te tengo pequeña mentirosa.

Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora