Capítulo 55.

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Jade

Hoy es el día, es viernes y van a atacar nuestra manada. Me levanto un poco nerviosa, viendo a Kenzo, que aún duerme, ya que es muy temprano.

Necesito que el pequeño esté conmigo y esté a salvo. No quiero que esté con su madre mientras su padre no está.

Me visto antes de bajar a la cocina, donde me encuentro con Sinnia y nana que también están un poco nerviosas.

—Hola — las saludo y ellas me miran.

—Mi niña, es muy temprano — habla Sinnia mientras nana me sonríe.

—Es que no puedo dormir más. Estoy muy nerviosa, ¿y si dañan a Kenzo? — pregunto con un nudo en la garganta. Me siento inquieta y muy nerviosa.

Sinnia se acerca para envolverme en sus brazos y besar mi frente.

—Kenzo es el Alfa más fuerte de estos tiempos, cariño. Sabe luchar y defenderse como nadie — intenta consolarme, pero no funciona. Apenas he dormido hoy.

—Necesito al pequeño conmigo.

—En un rato le digo que lo traigan, pero necesito que te calmes, cariño.

Asiento y escucho a Kenzo gritar.

—¡Jade! — baja corriendo las escaleras con una mano en su pecho. Al verme, sus hombros se relajan y lo miro con el ceño fruncido.

—¿Qué pasa?

—A mí nada. Es a ti a quien le pasa algo, siento todo dentro de mí — Está hablando del vínculo. Debe sentir mi miedo y la angustia.

Camino hacia él y me subo a su cuerpo rodeando su cintura con mis piernas y él aprovecha para sujetarme por las nalgas.

—No quiero que te pase nada — susurro con mi cara escondida en su cuello y llenándome de su aroma.

—No pasará nada, cariño — responde pasando una mano por mi espalda.

—Quiero que el pequeño venga. No quiero que esté con su madre, ¿y si le vuelve a pegar? — pregunto, sintiendo que mi corazón se encoge al pensar en mi pequeño indefenso.

—No va a pasar, le diré que lo traigan cuando desayunemos.

Asiento sin bajar del agarre de Kenzo y me lleva a la mesa para poder desayunar.

—Hoy es el día, quiero que os quedéis aquí y no salgáis hasta que yo vuelva, ¿entendido? — habla mi Alfa.

—No te preocupes por nosotras, hijo. Sabemos defendernos.

—Me da igual, mamá. Necesito que os quedéis aquí. Sara también, ya que está herida. Aún no sé si Aleska o Marie van a luchar, no sé qué han hablado con sus mates.

Escuchamos pasos y giro mi cabeza para ver a Sara y Antón llegar y sentarse en la mesa.

—Buenos días, Sara. ¿Cómo te encuentras?

Es un error preguntar si está bien, porque sé que no lo está después de lo ocurrido.

—Buenos días — habla para todos y se sienta haciendo una mueca —. Estoy mejor que ayer. Los medicamentos hacen su efecto y nuestra condición ayuda mucho.

Le sonrío mientras nos servimos el desayuno y comenzamos a disfrutar de la comida. En realidad no lo hago, no puedo con estos nervios.

No sé si Sara va a necesitar ayuda psicológica, nunca he pasado por eso y no puedo opinar. Debe ser duro, sin embargo, voy a acompañarla en todo lo que necesite.

Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora