Capítulo 74.

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Antón

Estoy con Kenzo, Andreus y Alexander en las mazmorras viendo a Damon, Ulrich y sus perros.

—Cuando salga voy a matar a la perra de tu mujer — le gruñe Damon.

—¿Quién te ha dicho que vas a salir de aquí? — se burla Kenzo de él.

Hoy es su último día. Han pasado más de veinte semanas desde que están encerrados. Están llenos de suciedad, golpes, sangre seca y sudor. No han dejado de golpearlos a todos.

Damon se ríe escupiendo la sangre por el puñetazo que le dí hace unos segundos.

—De hoy no pasas, Damon. Hiciste algo repugnante y no se admiten estas cosas en nuestra manada — habla Andreus sin poder ocultar el asco que siente.

Alexander me pasa el arma que tomo para matarlo. Una pistola con balas de plata. Algo que nosotros no podemos resistir.

—Disfruté mucho haciéndolo y no me arrepiento. Es más, incluso lo volvería a repetir — comienza a reír como un demente.

Mata ya al bastardo — me gruñe mi lobo.

Meto las balas y apunto a su corazón.

—¿Últimas palabras?

—Ojalá...

No lo dejo terminar. No tengo interés en saber lo que dice y disparo. Su cuerpo cae hacia atrás muriendo al instante por haberle dado justo en su corazón.

—Jamás creí que fuera capaz de hacer algo así — dice Alexander negando con la cabeza.

—Jamás esperes nada de nadie, Alex — le pido dándole un apretón en el hombro.

En la siguiente celda se encuentran Ulrich y los demás. Les disparo a su perros, dejando al supuesto Alfa para lo último.

—Ulrich — lo llama Kenzo y él levanta la cabeza con su rostro sereno —, dije que te iba a salir caro lo que me hiciste y por las amenazas.

—Si no la tengo yo, otros vendrán por ella — responde tranquilo y Kenzo me quita el arma.

—El problema es que todos acabarán como tú — apunta y dispara sin pestañear.

Se acabó. Ya no hay que vigilar a nadie.

Los hombres de Kenzo se encargan de los cuerpos y salimos de este agujero.

—¿Cómo te va con Sara? — escucho a Alex.

—Bien. Sus padres han intentado hablar con ella, pero no les responde. No quiere saber nada de ellos.

—Es normal. Ningún padre debe decir esas cosas después de la violación que sufrió su hija. No entiendo qué pasa últimamente con los padres — dice con rabia contenida y lo miro de frente.

—¿Te ha pasado algo con tus padres? — le pregunto sin rodeos.

No quiero que ninguno de los míos estén mal.

—No. Mis padres son un regalo de la Diosa, pero los padres de mi mujer no dejan de meterle cosas en la cabeza sobre tener un cachorro y nosotros ya hablamos de ese tema.

—No dejes que ellos entren en vuestra relación, campeón. Recuerda que sólo vosotros podéis hacer y deshacer lo que queráis — le digo a lo que él asiente.

Llego a casa después de despedirme de los demás y me encuentro a Sara tumbada en el sofá viendo una serie. Ya han terminado el instituto y estoy orgulloso de mi mujer. Ha sacado muy buenas notas, a pesar de lo sucedido, no dejó sus estudios.

No fue fácil al principio para ella. Casi nunca quería salir de casa y va al psicólogo dos veces a la semana, la está ayudando mucho y ahora sale sin miedo a la calle.

—Hola amor — se da la vuelta cuando me siente.

—Mi dulce mate — la levanto para besarla —, ¿salimos a comer?

—Tengo que decirte algo antes, pero no quiero que lo tomes a mal, mucho menos que pienses que...

—Sara, respira — la corto para que se calme. Habla tan rápido que ni siquiera la entiendo.

—Mi menstruación tuvo que venir hace dos semanas y puede que esté embarazada.

Suelta así de rápido mientras mi cerebro procesa la información y la miro. La miro varios minutos sin hablar, haciendo que se quiera bajar de mis brazos, pero no la suelto.

Después de tragar saliva, encuentro mi voz.

—¿Puede que estés embarazada? — pregunto muy despacio para confirmar que he oído bien. No he notado cambios en ella.

Antes de hablar asiente y veo sus ojos llenos de lágrimas.

—Pero si lo estoy no tienes la obligación de quererlo. Yo puedo sola. No quiero que lo quieras por obligación o porque...

—Mi amor, no vuelvas a decir algo así — la corto de nuevo sujetando su cara para que me mire —. Si estás embarazada lo tendremos si es lo que tu quieres. No te voy a obligar a nada, recuerda eso siempre.

Me abraza fuerte dejando de hablar. Cuando está nerviosa parece una lora.

—Tengo que hacerme las pruebas para salir de dudas.

—Vamos a la clínica de Astrid — me levanto con ella y nos vamos al coche.

Después de que nos pidieran sus datos, nos dicen que tenemos que esperar, ya que hay una paciente en consulta. A los veinte minutos sale una mujer para tomarle una muestra de sangre y orina.

En la consulta de Astrid esperamos a que ella venga con los resultados.

Positivo.

Es lo único que veo cuando abrimos el sobre y la beso. La beso con necesidad, como si fuese mi último día con ella.

—Vamos a tener un cachorro, mi amor — mueve el sobre en sus manos sin dejar de llorar.

—Enhorabuena, chicos — dice Astrid con una sonrisa y nos da la próxima cita antes de salir.

—Tenemos que decirle a los demás. Jade se va a volver loca.

—Tendrán primos pronto — hablo sin dejar de mirarla.

Saca su teléfono para hablar con las chicas a través del grupo que tienen y les dice que las necesita en casa.

Todos van llegando poco a poco y Sara me mira cuando asiento con la cabeza dándole ánimos.

—¿Qué pasa? — pregunta Aleska sin poder ocultar su ansiedad por querer saberlo todo. Esa niña es muy nerviosa.

—Antón y yo vamos a tener un cachorro.

Solo hay silencio. De un segundo a otro, Aleska salta gritando.

—¡Por la Diosa! Otro sobrino — abraza a Marie que la tiene al lado y besa sus mejillas.

—Aleska — se queja riendo.

Sara tiene lágrimas en los ojos. Sabe que aquí tiene una familia, no de sangre, pero sí verdadera.

—Seréis los mejores papás — habla Jade aguantando sus lágrimas y abraza a mi mujer.

Después de que todos nos hayan felicitado, pedimos comida para cenar juntos.

Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora