Capítulo 52.

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Jade

No sé qué hora es, pero me levanto del sofá para abrir la puerta al escuchar como tocan el timbre varias veces. Me llevo una sorpresa cuando abro y veo que Antón lleva en brazos a Sara, pero no es eso lo que me sorprende, es verla a ella llorando y pálida, cubierta con una manta.

—Llama a un médico, por favor — me pide Antón con la voz ahogada.

Llamo sin dudar un segundo desde el teléfono fijo y les digo que venga con urgencia.

—¿Qué ha pasado, Antón? — pregunto al verlo tan nervioso. Está aguantando las ganas de llorar porque sus ojos están cargados.

—Ese hijo de puta la ha violado y ha sufrido un aborto — responde conteniendo las lágrimas.

Se me baja la sangre a los pies y me tropiezo. Nunca ha habido una violación aquí.

—¿Quién se ha atrevido a hacerle eso?

—No lo sé, le pegué y se desmayó — habla, mientras acuna a Sara, que no deja de llorar y temblar.

—Da... Damon — susurra ella y tengo que sentarme al sentir que me voy a desmayar.

Diosa... Damon ha estado en el mismo instituto que nosotras, su familia es humilde, buena y trabajadora.

—Eso no tiene nada que ver, mi pequeña. Puede ser mala persona aún si viene de la mejor familia — susurra mi loba.

—Sara, el médico ya viene. Te vas a poner mejor — le digo apartando su pelo de la cara.

La manta gotea sangre y mancha las piernas de Antón y el suelo. Está perdiendo mucha sangre, no es bueno.

—Lo siento mucho, Jade — dice y llora más fuerte.

¿Por qué se disculpa?

—Shh, tranquila. Ya tendremos tiempo para hablar. ¿Necesitas algo? Agua, zumo, lo que sea.

Ella niega aferrándose a Antón, buscando su olor, y entonces lo entiendo. ¡Son mates!

El médico llega y la subimos a la habitación donde se está quedando Antón. Me doy la vuelta cuando le quitan la manta para poder revisarla y toco el pomo de la puerta.

—No te vayas, por favor. Quédate conmigo — me pide y asiento con lágrimas contenidas.

¿Cómo ha podido hacerle algo así? Es un enfermo mental. Un desgraciado que se merece lo peor.

El médico pide permiso para revisarla y suelta un grito cuando la examina abajo. Acaricio su pelo y veo como Antón tiembla de la rabia.

—Tiene un desgarro leve y por la cantidad de sangre que ha perdido, me temo que sí. Ha tenido un aborto, señorita Sara. Sin embargo, voy a pedirle una muestra de sangre para confirmarlo.

Ella asiente a todo lo que dice, no sé si en realidad lo escucha y lo hace en automático. Tuvo que hacerle unos cuantos puntos en sus partes y le recetó pastillas para el dolor. También le sacó la muestra de sangre.

—Estarás bien, nadie te tocará de nuevo — le hago saber y se aferra a mi brazo.

—Lo siento mucho — susurra antes de que el medicamento le haga efecto y se duerma.

—Una doctora viene en camino con suero y sangre para hacerle una transfusión, ha perdido mucha y puede perder a lo largo del día por el aborto. El suero le ayudará a recuperarse antes y le dará vitaminas y demás.

Escuchamos con atención lo que dice el médico.

—Muchas gracias — le agradece Antón.

A los veinte minutos llega una enfermera con lo que Sara necesita. El médico le pone la vía intravenosa y ella ni siquiera lo nota. Debe estar tan cansada…

Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora