Capítulo 21.

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Kenzo

Está callada, sentada en el sofá, y con la mirada perdida. Tiene que procesar todo.

—Hay que poner más guardias alrededor de tu casa, Kenzo — me dice Andreus.

No puede ocultar su preocupación por Jade y sé que está pensando en que puede perderla, como a sus padres. Ella es lo único que le queda y siempre la ha cuidado como a nadie.

—Dalo por hecho. Aleska y Marie también van a tener un hombre a su lado siempre, no sabemos si las pueden utilizar para llegar a ella — le digo.

—Estoy de acuerdo. Jade necesita vigilancia siempre que salga a la calle, no puede ir sola.

Asiento, sin dejar de pensar en los posibles enemigos. No voy a dejar que vaya a ningún lado sin compañía de mis mejores hombres.

—Mi niña va a estar bien aquí, Andreus. No te preocupes — le habla mi madre, acariciando su mejilla. Sigue creyendo que tenemos cinco años.

Se despide de nosotros y Jade sigue en su mundo. Aleska va a su auto y ni siquiera cuento cuántas bolsas sacan en un momento. ¿Por esa mierda no respondían?

Me paso las manos por la cabeza. Sentía que iba a reventar el teléfono en cualquier momento de tanto llamar. Nadie sabía dónde estaban.

Aleska vuelve y se acerca a Jade para entregarle las llaves y se despide de ella, dejando un beso en su frente.

Sigue sin hablar y se quita las botas antes de tumbarse en el sofá. Suelto un suspiro y me pongo en alerta cuando la escucho sollozar como una niña pequeña. Me acerco a ella corriendo.

—¿Qué pasa?

Ella rompe a llorar. Tiene sentido que reaccione así, lleva una semana de mierda. Mi rechazo, el acoso del niñato ese, que pronto estará muerto, la pelea con la estúpida esa que mencionó a su madre, y por si fuese poco, también una amenaza.

—Está bien, cariño. No te va a pasar nada — le digo, subiéndola a mi regazo.

Mi instinto me pide que la calme, puedo sentir su angustia y su miedo.

—Es que... es que no quiero que nada les pase — tiembla, sin dejar de llorar. Está recordando lo de años atrás.

Creo que nunca vamos a superar ese día.

—No les va a pasar nada, te lo prometo — susurro, sin dejar de pasar mi mano por su espalda.

Es la verdad, nadie va a tocar a mi familia. No hago promesas en vano, lo que digo lo cumplo. Pienso y pienso en quién puede estar detrás de todo esto, pero ningún nombre viene a mi cabeza.

Puede ser alguien de otra manada, no creo que los humanos quieran hacerle daño, ya que no conocen nuestra condición, y Jade nunca ha tenido problemas con nadie. Todos mis enemigos siempre han sido los de mi especie, son unos cabrones.

Ella llora y sigue así hasta que se va calmando. Después de una hora, solo le salen suspiros temblorosos.

—Tengo que ir a casa a por ropa y otras cosas. En el coche tengo muchas bolsas, necesito un cuarto...

Habla sin parar, dejándome saber lo nerviosa que está. No le gustan los cambios rápidos porque se agobia y por eso la corto para hablar.

—Dormirás conmigo, hay suficiente espacio en mi habitación para todas tus cosas.

Me mira con las mejillas y la nariz roja por el llanto. Incluso así se ve hermosa. Pienso en cómo se verían mis marcas en su piel pálida cuando me la folle contra la pared.

—Eres un asqueroso, humano.

—Cierra el hocico — le digo y corto el link.

—No puedo dormir contigo — habla muy bajito, mirándose las manos.

—Lo harás, dormirás conmigo sí o sí.

Ella vuelve a negar y le pregunto por qué. Jamás la tocaría si ella no quiere o me lo pide. Solo quiero que esté cómoda conmigo.

—Es que duermo desnuda, no me gusta la ropa cuando duermo — susurra, tan bajo, que por un momento pienso que lo he imaginado, pero no.

—Entonces voy a admirar tu cuerpo, no es ningún problema. Yo también duermo sin nada.

—Kenzo... — se ríe, dando un manotazo en mi brazo, y agarro su mano para dejar un beso en el dorso.

—Sacaremos tus cosas del coche y luego iremos a tu casa.

Ella asiente y antes de que se levante, le pongo las botas. Suspira cuando termino y salimos a la calle.

—¿Todo esto has comprado en tan pocas horas? — le pregunto, al ver el maletero lleno, y ella me sonríe con dulzura.

—Sí — responde orgullosa.

Empiezo a sacar bolsas y subo las escaleras para llevarlas a mi habitación.

—Puedo ayudarte.

—Sube, Jade.

Está delante mía. Mala idea, solo veo su perfecto trasero, imaginando miles de escenarios.

Joder.

Bajo la mirada, para ver las bolsas, y sonrío con una que me llama la atención. Va a tener que enseñarme todo.

—En realidad podemos ir mañana a mi casa, me compré ropa, y la puedo usar estos días — dice cuando llegamos y dejo las bolsas en la cama.

—Muéstrame todo lo que has comprado — necesito ver lo que hay en esas bolsas.

—Pervertido.

—Sombra, no quiero escucharte hoy, cierra el hocico.

Me mira, con las mejillas rojas, negando con la cabeza, y yo asiento. Me voy al sillón, donde me siento con las piernas abiertas y los brazos en el respaldo, esperando el espectáculo.

Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora