Capítulo 54.

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Kenzo

Antón y yo nos vamos para hacerle una visita a Damon. Antón está fuera de sí, ese niñato va a sufrir y no voy a hacer nada por él. En mi manada no se aceptan estas cosas y me da la sensación de que no es la primera vez que lo hace. No en mi manada, porque me hubiese enterado. Los doctores me habrían informado de lo ocurrido, porque cuando alguien tiene un desgarro así, tiene que ir a que lo revisen.

Llegamos y está en una silla atado con cuerdas.

—¿Cuántas veces hiciste esta mierda? — le pregunta Antón muy tranquilo.

Mala señal. No te fíes nunca de Antón en este estado.

Yo no podría estár así, me volvería loco al pensar que eso le podría haber sucedido a mi Jade. Este hijo de puta dañó a Sara y no va a salir de aquí. No acepto esto en mi manada.

El niñato se ríe escupiendo a los pies de mi amigo que está con los brazos cruzados.

—Mi padre os va a matar, hijos de puta.

Chasqueo la lengua y me apoyo en la mesa con las piernas cruzadas por los tobillos.

—Tu padre no hará nada, Damon, y si lo hace, morirá también. Por mucho dinero que tengáis, no tenéis el que yo, tampoco tenéis el poder. Así que te recomiendo que hables — le digo sin poder ocultar mi aburrimiento.

—No te mereces a Jade, maldito animal.

—El único animal que hay aquí eres tú, Damon. Has actuado como el peor, ¿qué pasaría si en esa situación hubiese estado tu madre o tu hermana pequeña? No te gustaría.

Resopla soltando una risa y lo que dice me deja sin habla.

—Si ellas se lo buscan, que tengan su merecido. Si son unas zorras que van follando con cualquiera, que se hagan cargo de sus actos.

No me da tiempo a hablar cuando Antón se le va encima dándole puñetazos sin parar. Yo observo todo con una sonrisa, escuchando como le rompe los huesos. Sigue y sigue hasta dejarlo inconsciente.

—Tengo que matarlo, Kenzo. Tengo que hacerlo, mi mate necesita justicia.

—Haz lo que quieras con él. Se merece todo por hacerle eso, ninguna mujer, hombre, niño o niña merece pasar por lo que pasó Sara hace un momento. Solo mátalo cuando despierte — le doy un apretón en el hombre antes de irme.

Mañana será el ataque. Tengo que proteger a Jade, no pueden tocarle un solo pelo. Son las cinco de la tarde y ella sigue con Sara, me acerco a la puerta y sonrío al escuchar la serie favorita de mi mujer. A todo el mundo hace verla.

Me voy a mi despacho y recuerdo lo que hicimos en la noche. Mi marca en su cuello se ve demasiado bien.

Termino de ver unos correos de las empresas cuando Jade entra y viene hacia mí. Retiro la silla un poco para que se siente en mis piernas.

—Hola, mi Alfa — besa mis labios y aprovecho para tocar su culo.

—Hola, mi Luna — mi voz sale ronca. Me excita su olor.

—Me siento mal — susurra, siendo una consentida, y deja un beso en mi cuello —, ¿puedes hacerme sentir mejor?

La levanto para sentarla en el escritorio.

—Haré lo que quieras, mi dulce mate — meto mis manos en su pantalón y lo bajo con la ropa interior. Veo como se empieza a humedecer y sonrío.

Le subo la camisa, que tapa la vista de mis nenas y le estrujo los pechos, pellizcando sus pezones.

—Kenzo...

—Sé lo que necesitas, cariño, tranquila.

Dejo un beso en su marca y la escucho gemir, aún la tiene reciente. Desciendo por su cuello hasta llegar a sus tetas, donde me prendo de una y paso a la otra. Sigo bajando por su vientre hasta llegar a su monte de venus y dejo unos besos para que sepa lo que voy a hacer.

Está tumbada sobre mi escritorio. Agarro sus piernas y las abro, dejándolas en mis hombros, y acerco mi boca dando un lametazo desde su culo virgen hasta su clítoris. Es tan deliciosa y es solo mía. Gime, llevando una mano a mi cabeza, y con la otra se toca los pechos.

Muevo mi lengua sobre su clítoris y meto un dedo en su interior, notando lo húmeda que está. Ella se mueve buscando más y le meto otro para comenzar a masturbarla.

—Por la Diosa — jadea aferrándose a la madera —, sigue, amor. Sigue.

Curvo mis dedos y ella se corre gimiendo mi nombre. Me trago sus jugos para no desperdiciar nada y me saco la polla lista para enterrarme en ella.

Posiciono mi cabeza en su entrada y entro despacio. Solo lo hemos hecho una vez y no quiero hacerle daño, primero tiene que acostumbrarse a mí.

—Oh, mi Alfa.

Gimo escuchando como me llama y entro hasta que mis huevos tocan sus nalgas. Me quedo quieto, dándole un momento para que se adapte.

—Tan hermosa, mi Luna.

Gime y siento como su interior se contrae, sacándome un jadeo, y me muevo en un vaivén lento para ir subiendo el ritmo poco a poco.

—Tan perfecta, cariño. Siento como te adaptas a mi tamaño.

Ella gime fuerte agarrando mi nuca para besarme. La voy a hacer a mi medida, va a estar rogando por querer mi polla dentro de ella. La levanto y me siento en la silla con ella encima.

—¡Diosa! — se queda sin aliento en esta posición. Es mucho más profunda y se queda muy quieta —. Es demasiado, Kenzo.

—Tú puedes aguantarlo, hermosa. Eres mi Luna, llevarás a mis cachorros dentro de ti en poco tiempo — susurro y gime asintiendo con la cabeza.

Pongo mis manos en sus nalgas y la muevo a mi antojo. Siento como su interior se contrae cada vez que le doy unos azotes y suelto un gemido por la sensación.

—No pares...

La muevo más rápido y profundo, haciéndola llegar al orgasmo. Me clavo más fuerte cuando siento mi orgasmo y siento como mi nudo se expande. Se retuerce intentando levantarse.

—Es mi nudo, cariño. Estoy poniendo mis cachorros en ti, tranquila — le digo con voz suave mientras solloza. Las primeras veces son incómodas para ellas.

Beso su marca y la escucho gemir, notando como se relaja poco a poco y deja su cuerpo laxo sobre el mío. No dejo de darle besos sin dejar de pasar mis manos por su espaldas y sus nalgas.

—Te amo — susurra y siento a mi lobo aullar como loco.

—Te amo más, mi Luna.

La levanto despacio cuando mi nudo baja y jadea al sentir como me deslizo de su interior y salen algunos hilos de mi semilla. No voy a dejar que salga nada de ella que no sean mis cachorros, así que con mis dedos lo recojo y lo meto.

—Kenzo — susurra sin aliento cuando meto un dedo lleno de mi semilla y beso sus labios.

—No podemos desperdiciar nada, cariño — le sonrío de lado y la ayudo a vestirse.

La llevo a nuestra habitación y pongo a llenar la bañera con el modo jacuzzi. Ella escoge los olores que quiere esta vez y nos quedamos bajo el agua un buen rato.

Cenamos en la habitación y cuando terminamos siento que no puede luchar más contra el sueño y la meto bajo las mantas desnuda.

—Buenas noches, mi Alfa.

—Buenas noches, mi Luna.

Me pongo de lado junto a su espalda para poder pasar mi mano por su vientre. No veo la hora de verla llena de mis cachorros, con una barriga grande y los pechos llenos de leche.

Por la Diosa. Tengo que probar su leche, tiene que ser igual de dulce que lo demás.

Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora