Capítulo 78.

13.3K 894 39
                                    

Kenzo

29 semanas de embarazo.

Es increíble lo rápido que está pasando el tiempo. Mis cachorros están creciendo mucho y están fuertes. Cada vez que vamos con Astrid, salimos con una sonrisa.

—Ya queda menos, mi amor — suspira mi mujer con cansancio.

—Ya queda menos, cariño — paso mi mano por su barriga, sabiendo que eso la calma mucho.

—Llévame a casa, por favor.

Asiento antes de subir al coche. Acabamos de salir de la cita con Astrid y nos ha dicho que pueden nacer entre la semana treinta y cinco o treinta y siete. Para eso sólo quedan ocho semanas.

Al llegar a casa nos reciben con la comida y Jade sube a la habitación a descansar.

—Está cansada — le digo a mi madre preocupado.

Apenas duerme y cuando lo hace, no descansa bien al no encontrar una postura que no la incomode y la haga dormir bien. Siempre duerme tensa.

—Es normal, cariño. Lleva a dos hijos de un Alfa, se dice que los cachorros de las blanca puras son fuertes. Tienes que estar tranquilo, todo irá bien — deja un beso en mi cabeza antes de irse.

Subo a la habitación, donde encuentro a Jade dormida de lado, con una almohada entre las piernas. Me acerco a ella, dejando mi mano en su vientre.

—Kenzo.

—Dime, cariño.

—Ponte a mi lado, por favor.

Lo hago sin quitar mi mano de su vientre y noto como mis cachorros se mueven.

—Siempre se mueven así de fuerte cuando tú o el pequeño Zack ponen su mano. Os reconocen.

—Ese niño quiere robarme a mi hija también.

—Kenzo, por la Diosa, es un niño — suelta una risa, pero yo sé lo que digo.

La beso y se duerme al rato con mi mano en su vientre. Aún sigo pensando en un nombre para mi hija.

Mi hija. Se me hace raro decir esas palabras. Jamás pensé en tener hijos hasta que supe que Jade es mi mate. Me comporté como un imbécil el primer día, sin embargo, esta minions no me lo puso fácil

Genevieve o Anneliese.

Anneliese.

—¿Por qué? — le pregunto a Sombra.

Me gusta más.

Ese nombre será.

Jade pasa toda la tarde dormida y en la noche se levanta con mejor cara. Ha dormido unas horas.

—¿Cenamos fuera?

—Claro, cariño. Vístete y salimos.

Se levanta en cuanto le respondo y se pone un vestido largo. Se ve hermosa con todo lo que se pone y no lo digo porque sea mi mujer. Toda ella reluce sola, es hermosa.

—Eres una Diosa, mi amor.

Sonríe con las mejillas rosadas y deja un beso en mis labios antes de salir. Yo llevo un traje negro y corbata.

La llevo a uno de mis restaurantes, ya que no quiere ir a otro. Nos sientan detrás de la pared de cristal y toman nota al momento.

En mis restaurantes hay mucho personal para dar las mejores comodidades. Vienen famosos de todos los lugares por la comida tan buena que hacen.

No acepto tonterías hacia mis trabajadores. Si mi trabajador lleva la razón, sacamos al cliente. Aquí esa mierda de 'el cliente siempre lleva la razón' no funciona en mis trabajos. Aquí hay gente que hace el trabajo con sudor y no permito que los traten mal. Al fin y al cabo, es gracias a ellos que mis negocios funcionan porque son los que hacen todo.

Jade se pide un poco de todo, con agua, según ella para no engordar más. Tengo que morderme el labio y bajar la cabeza para que no me vea la sonrisa. Nunca hemos discutido fuerte, pero no quiero que hoy sea la primera vez.

—Te estás riendo de mí.

—No, mi Luna. Solo se me hace gracioso que pidas agua, solo ese — levanto las manos en señal de paz y ella cruza los brazos, haciendo que sus pechos llenos se junten.

Diosa. No sabe las ganas que tengo de doblarla en la mesa y hacerla mía, sin embargo, me controlo. Primero la cena.

Van llegando platos, que terminamos entre los dos y cuando llega el último no puedo más. No es problema para Jade, que sigue comiendo. Cuando termina, suelta un suspiro tocando su barriga.

—Diosa... no puedo respirar. Vamos a dar un paseo antes de volver al coche, por favor.

Pago la cuenta, aunque sea para nada, ya que va a volver a mi bolsillo.

Paseamos por las calles de la manada y varios nos saludan al pasar.

—Estás hermosa, mi Luna. Esos cachorros serán grandes y fuertes — le habla una señora mayor que estaba llegando a su casa.

—Muchas gracias, señora — responde Jade alegre.

Me mira haciendo una mueca cuando se cansa y sonrío.

—Me duelen los pies y estoy cansada. Volvamos a casa.

Se da la vuelta, pero la alzo en brazos. No voy a dejar que mi mujer padezca más dolor.

—Muchas gracias, mi Alfa — deja un beso en mis labios cuando la dejo en el asiento y le pongo en el cinturón.

Volvemos a casa y subimos a la habitación. Pongo a llenar la bañera para que pueda dormir relajada.

Está sobre mi cuerpo y aprovecho para tocar sus pechos llenos. Hago espuma y le doy suaves caricias. Últimamente los tiene más sensibles de lo normal.

La alzo al notarla medio dormida y seco su cuerpo para dejarla en la cama, donde la lleno de cremas hasta que se duerme. Hacer todo esto por ella me llena de paz.

Me tumbo a su lado y beso su frente, rezando a todos los Dioses que le de fuerzas el día del parto.

Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora