2. Cicatrices

89 18 59
                                    

-¿Lo sabe ya?

-No creo que esté al tanto. Apenas ha estado consciente desde que ingresó.

-Me extrañaría mucho que no se hubiera dado cuenta de... ¡está despierta!

Las voces de mi madre y mis tías me han despertado de un sueño del que no recuerdo nada. No estoy segura si debería haberme hecho la dormida para saber de qué estaban hablando. Por su tono de voz, no puede ser bueno.

-¿Doctora Germano? Sí, soy la madre de Esperanza Lorente. Ya se ha despertado. Está bien, la esperaremos. Gracias. Adiós, adiós.

Mi madre se apoya en el borde del colchón mientras señalo una botella de agua para que me la pasen. Tengo la garganta seca y cuando trato de hablar, sufro un acceso de tos.

Me tienen que ayudar a beber, porque aún me siento un tanto adormilada. Estoy lo suficientemente despierta para ser consciente de todo lo que me rodea y a la vez tan atontada como para no poder valerme, aún por mi misma.

Me duele respirar. No es un dolor punzante, sino tan aletargado como yo. Siento todo mi torso comprimido por un firme vendaje torácico. Lo mismo para con mi brazo izquierdo y pierna derecha, ambos escayolados. No puedo ver mi cabeza, pero siento las vendas que la rodean como si de un turbante se tratara.

¿Qué me ha pasado?

Mi cuerpo está conectado a todo tipo de dispositivos por medio de cables, sueros y bombas de infusión intravenosas. También de mi entrepierna, de forma muy molesta, sale el cable de la sonda a la que estoy conectada. ¡Dios que asco! ¡Jamás pensé que podría encontrarme en una situación semejante!

-¿Qué hago aquí? -pregunto arrastrando las palabras. No recuerdo absolutamente nada de lo que me ha llevado a la cama de esta habitación del hospital... ¿Qué hospital es este?-. ¿Dónde estoy?

-¿N-no sabes qué ha pasado? -inquiere sorprendida y cariacontecida mi madre. Ella y sus hermanas se miran preocupadas.

-No... no... Por favor...

-Descansa un poco más, Esperanza. Hay tiempo para resolver todas las dudas. La doctora ya viene. Te va a hacer un chequeo de control. Seguramente, te permitirá que comas y bebas.

Los ojos se le llenan de lágrimas. Mi madre es una de las mujeres más fuertes que conozco, así que algo grave tiene que haber pasado para que a duras penas esté manteniendo la compostura.

¡Entonces me acuerdo!

-¿El bebé? ¿Saúl? ¿Está todo bien?

Antes de que mi madre pueda contestar nada, se abre la puerta y entra una mujer de unos cuarenta y cuatro años, pelo corto castaño, gafas y una sonrisa amable, pero no condescendiente, acompañada de otra chica con el uniforme verde de enfermera, con el pelo recogido en una coleta alta.

-¿Cómo estás, Esperanza?

-No sé cómo sentirme. Nadie me dice qué ha pasado.

-¿No te acuerdas de nada? ¿Unos pocos flashes? ¿Algún sonido? -Sacudo la cabeza y un intenso pinchazo hace que me arrepienta de ello-. Poco a poco. Si te tranquiliza, no hay ningún trauma craneoencefálico que entrañe gravedad. Si te hemos tenido que poner unos cuantos puntos de sutura sobre el occipital que serán quitados en una semana aproximadamente. Por eso te puedes encontrar que en esa parte hemos tenido que rasurarte. Aún así, la cicatriz no será aparatosa y quedará cubierta por tu pelo.

Asiento. No digo nada y señalo con mi cabeza el resto de mi cuerpo. Otro acceso de tos. Los dolores se intensifican.

-¿Te duele? -Asiento-. Oli, trae una pastilla de Enantyum. -La aludida asiente y se va. De nuevo la doctora centra su atención en mí-. Si el dolor se vuelve muy intenso a pesar de los analgésicos nos avisas.

»Todas esas molestias se deben a lesiones bastante serias que has sufrido: tienes fracturas en las costillas octava, novena y décima. Además tienes sendas fracturas en el cúbito de tu antebrazo izquierdo y en la tibia de la pierna derecha. Todas esas lesiones requieren su inmovilización y rehabilitación, lo antes posible. Antes de terminar el día, se pasará el doctor Izquierdo, que es nuestro traumatólogo y una eminencia en Andalucía, y te dirá cuál es el mejor tratamiento y ejercicios para volver a estar como nueva. No se esperan secuelas físicas que te puedan afectar en el futuro. Vas a salir de esta.

Por la puerta regresa Oli con una pastilla en su blíster en una mano y una botella de agua en la otra. Me la ofrece y tengo que hacer un esfuerzo que provoca otro nuevo estallido de dolor.

-Déjame, hija, yo te la abro.

Mi madre me quita el blíster, lo abre y me ofrece la pastilla que pongo sobre mi lengua y me bebo un tercio de la botella.

Percibo una mirada entre la doctora y mi madre que no augura nada bueno. Esta última asiente. La doctora suspira. Espero un golpe muy fuerte...

-Me temo que tus lesiones han tenido un impacto fatal en tu embarazo...

-No. ¡No me digas eso! ¡No mi bebé!

-Lo siento mucho, Esperanza. Tengo una compañera, Celia que va a pasar en unos minutos para hablar contigo sobre la pérdida...

-¡No! ¡Tiene que ser un error! ¡¿Cómo he perdido a mi bebé?! ¡¿Qué ha pasado?! ¡Por favor que alguien me responda!

Mis tías intentan calmarme en vano, mientras que veo a mi madre llevarse a la doctora a la puerta y despedirla. No sé de qué estarán hablando...

¡Qué coño me importa!

-¡Quiero a mi bebé! ¡Quiero a mi bebé! ¡Por favor! ¡No puede ser verdad! ¡Mi bebé! ¡Mi bebé!

Para escribir esta historia estoy investigando en procesos y protocolos médicos que se realizan en estos casos y me está costando leerlos y después traducirlos en la historia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Para escribir esta historia estoy investigando en procesos y protocolos médicos que se realizan en estos casos y me está costando leerlos y después traducirlos en la historia.

Me he leído las estadísticas de violencia de género y la verdad que los números son desoladores. Desgraciadamente no bajan. Hay una curva ascendente y es muy preocupante.

Por eso quiero escribir esta novela: este tema necesita más visibilidad y, sobre todo, la actuación de todos y todas para que esto se termine. Desde luego que los políticos y la policía tienen su parte, pero nosotros como sociedad tenemos que dar ese paso educativo y cultural para desterrar todo tipo de maltrato de nuestras vidas. No hay excusa que valga.

Estos capis van a ser cortos. No me quiero regodear en un sufrimiento que tan sólo escribirlo me hace mal. Repito, no toda la historia va a ser así, pero para que Esperanza pueda resurgir, primero tiene que caer al fondo del abismo.

Gracias por acompañarme.

Todas Las Sonrisas Que No VeréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora