30. ¿Justicia? - Parte 2

19 5 12
                                    

—Señora Lorente, es su turno para declarar —avisa el letrado de la administración de justicia.

Jose me pone la mano en el hombro como señal de apoyo y esperando a que reaccione. No paro de temblar. Los dientes me castañean y me muerdo los labios tratando de contener cualquier muestra de ira, de frustración y de tristeza.

Me agarro de la mesa y cuento lo que sucedió ese día. Por varias veces me detengo en la declaración. Tener que revivir todas estas circunstancias por enésima vez, y delante de unas personas que tienen la justicia en sus manos, me llena de ansiedad y miedo. Cierro los ojos, respiro profundamente y continuo. No me queda otra que afrontar este trauma.

—Es el turno del abogado defensor —indica el letrado de la administración de justicia, una vez termino de hablar.

Me da miedo las preguntas que me pueda llegar a hacer y mi reacción por ellas. Cualquier cosa que diga o haga puede arruinarlo todo. No puedo permitirme que Saúl quede libre.

—Señorita Lorente, ha mencionado que tuvo una discusión muy acalorada con Saúl antes de caer por las escaleras. ¿Podría ser posible que, debido a la tensión del momento, usted haya perdido el equilibrio por sí sola mientras intentaba salir de la situación?

—No. No es posible. Él me empujó deliberadamente por las escaleras —respondo.

He practicado varias en los últimos días el tipo de preguntas que me podría hacer el abogado de Saúl. No debo de extenderme mucho. Frases cortas, simples y llenas de significado. Llenarse de florituras sólo serviría para mostrar una versión artificial de la realidad. Vale emocionarse, pero sin excesos ni defectos. No debo de caer en la sobreactuación o la total apatía.

¡Necesito que esto pase lo más pronto posible!

—Entiendo que se encontraba en un estado emocional muy alterado en ese momento. Ha mencionado que le gritó a mi cliente, pero no nos contó que le dijo cabrón de mierda y que deseó que estuviera con su novia muerta como sí consta en la declaración que leyó el buen fiscal. ¿Ha sido un olvido inocente o está queriéndonos ocultar que buscaba provocar a mi defendido para sacar algún tipo de rédito?

Me tengo que morder la lengua para no mandarlo a la mierda. Jose ya me dijo que me esperan provocaciones como aquella.

—Ya lo leyó el fiscal. No hacía falta que lo repitiera. Yo no sería capaz de hacer nada así.

—Me parece que el dibujo de la situación está un poco más definido. Usted decepcionada por la situación amorosa de mi cliente. Él totalmente destrozado por la muerte de esa persona amada. Los dos dicen y hacen cosas de las que se arrepienten hoy. Mi cliente quiere irse del dormitorio, pero usted se lo impide, la aparta, pero no mide la fuerza. Eso la enfada a usted y lo amenaza con llamar a la policía. Mi cliente, temeroso de las repercusiones legales y sociales que implica su amenaza, agarra el teléfono y lo estampa contra la pared, que por cierto les aseguro que fue una gran equivocación. ¿No refleja con mayor realidad lo que sucedió?

—¡Protesto, señoría! La defensa está especulando sobre los sentimientos y las motivaciones de la testigo y del acusado, y está intentando poner palabras en la boca de ella para justificar la agresión.

—Protesta admitida. Letrado, le recuerdo que debe ceñirse a los hechos probados y evitar especulaciones sobre las emociones y las intenciones de los implicados. Formule su pregunta de manera adecuada.

El abogado sonríe. Posiblemente sabía que su ataque llegaría a ese punto, pero es posible que ganara con su exposición la duda razonable sobre si yo realmente soy la chica buena que declaro ser.

—Disculpe, señoría. Tan sólo quiero que quede claro que no hay ningún testigo que pueda declarar que mi cliente arrojó a la señorita Lorente por las escaleras. Sólo contamos con dos versiones bien diferenciadas en las que uno dice que vio a su pareja tropezar mientras corría y trató de sujetarla; y la otra asegura que aquello fue un acto homicida.

Todas Las Sonrisas Que No VeréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora