30. ¿Justicia? - Parte 3

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Por un rato me abstraigo de lo que está sucediendo. Declararon Cesc y Rafa, que no pudieron mantener la versión de la defensa de los hechos. Fue apenas necesarias dos preguntas del fiscal, junto con varias capturas de los chats que habían tenido entre ellos, para dar fe de la manera despectiva de la que hablaba mi ex de mí.

No quise escuchar nada de esas conversaciones, de las que sólo puedo recuperar frases sueltas como: "Esa zorra se lo merece", "Ariana está mucho más buena", "Si dejas a Esperanza, dime qué le pone cachonda para que me la folle. Las embarazadas me molan" o "No estoy seguro de que ese niño sea mío. Seguro que la puta esta se enrolló con algún compañero de trabajo". Y todo eso, antes de que me tirara por las escaleras.

Otra vez me estúpida al no ser capaz de ver eso ni en Saúl, ni en los pobres desgraciados que me rodeaban. No sé si conmigo se juntaron todos los factores que crearon la tormenta perfecta o que la gran mayoría de hombres son unos misóginos narcisistas —al menos los de mi generación.

El sonido de la voz de una mujer me saca de mis pensamientos. Es Juana Maza, la madre de Saúl.

—Nunca nadie ha dicho ni denunciado un comportamiento violento de mi hijo. Sé que no es perfecto, que las madres tendemos a ver las cosas desde otro punto de vista. Sin embargo, sabemos de lo que son capaces. Y mi Saúl no es así. Sólo una mente enferma y manipuladora podría inventarse algo así.

Jose, mi abogado, protesta de inmediato por los insultos de Juana.

—Protesta admitida. La testigo se abstendrá de calificativos en la sala y se ceñirá a responder las preguntas de los letrados de la forma más educada y objetiva posible.

Siguen más preguntas del abogado defensor y ya pierdo el hilo de todo. Estoy demasiado triste e indignada como para querer escuchar más mentiras, hasta que llega el turno del fiscal, Alejandro de la Serna.

—Tenemos registros de que usted habló con su hijo repetidas veces durante esa noche y los días siguientes. ¿De qué hablaron?

—Del accidente que había tenido Esperanza. Tenía miedo de que lo llevara a juicio injustamente.

—Usted sabía que estaba siendo buscado por la policía. ¿Le dijo en algún momento que se entregara?

—Sí. Le recordé que no tenía nada que temer y que debía de entregarse.

—No le hizo caso, sino que aprovechó la primera ocasión disponible para mandarle un mensaje de texto a señora Lorente pidiéndole que se vieran en el Parque del Morlaco, dónde, a la postre, sería apuñalada la señorita Amaia Larrazaga y él sería aprehendido por las fuerzas de la ley. ¿Le parece que ese es un comportamiento de alguien inocente y dispuesto a entregarse? Le recuerdo que en dicho parque se le encontró junto con Luis Velázquez, un criminal con varias condenas de intentos de homicidio y agresión.

—M-mi hijo tuvo que sacar cuatro mil euros por su seguridad y pagarle a ese criminal que lo tenía amenazado. Este hombre le dijo que mandara un mensaje a Esperanza y que, si se la entregaba y le daba el dinero, lo dejaría en paz.

—¿Me está diciendo que su hijo cedió y prefirió que una mujer pudiera ser violentada para poder huir? O ¿era para poder entregarse? Disculpe señora Maza, pero me parece gravísimo lo que cuenta. También tengo que indicarle que la declaración ante un magistrado del señor Luis Velázquez soporta la declaración de la acusación y la de la señorita Amaia Larrazaga, prueba número 240408/054, y que para nada concuerda con esa descripción de los hechos que han hecho usted y la defensa. ¿Están conspirando todos contra su hijo? Si es así, ¿dígame por qué?

—Señoría, protesto. La pregunta es sugestiva y hostil, además de que mezcla hechos no directamente relacionados con el testimonio actual de la testigo. Esto puede influir indebidamente en su respuesta y en la percepción del tribunal.

Todas Las Sonrisas Que No VeréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora