19. Un amigo como tú

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—Esperanza, ella es Clara. Mi hermana.

La aludida se acerca y me saluda con dos besos. Es guapísima. Tiene el pelo de color rubio ceniza, liso, y le llega a la altura de la espalda. Sus ojos son del mismo verde que Félix. Es delgada como Amaia, como sus dedos largos con unas uñas increíbles. Alta como su hermano y con una sonrisa que oculta la tristeza de las personas que no saben por qué ríen, pero lo hacen porque no encuentran otra forma de vivir.

Me cautiva verla. No sé explicarlo con palabras. Hay algo en ella que me atrae, pero no de un modo sexual o físico. Es algo distinto. Ella tiene esa habilidad de captar la atención de las personas nada más las conoce. Sabes que hará algo grande. No sabes cuándo. Sólo tienes la certeza de que ocurrirá.

—Clara, esta es Esperanza. Una amiga.

Hace un rato me habría molestado que me hubiera presentado como una amiga. No puedo reclamárselo. Es cierto. Tal y como meditaba antes, es más de lo que me corresponde. Posiblemente sería más correcto categorizarme como conocida —o de nuevo: problema en ciernes.

—Un placer —digo y ella asiente.

—Gracias por venir. Todos los amigos de Félix, son los míos. —Me cuesta oírle. Tiene una voz muy débil, aunque no es porque hable por susurros. Es como si boca, sus cuerdas vocales, su lengua en conjunto no pudieran proveer de la fuerza o entereza que se necesita para un caudal normal—. ¿Cenaste?

—Si te soy sincera estoy famélica. Entre que me estoy mudando y que estoy ayudando a una amiga, se me olvidó merendar.

—¿A dónde? —pregunta Félix, quien recupera un botellín de cerveza y bebe de él.

—Con Amaia. Mientras se recupera.

—Amaia es tu vecina, ¿no? —Félix asiente. Trata de ocultar una sonrisa de satisfacción—. ¡Ah! Vais a vivir puerta con puerta. Entonces te veré con mucha frecuencia. Suelo ir por su casa para leer y escaparme de la realidad. Mientras no me pueda pegar un viaje de esos inolvidables, su biblioteca de los sueños es mi pequeño espacio de paz.

—Ya sabes que, si necesitas algo del Mercadona, te lo puedo comprar —comenta, con cierta gracia.

—Y que Dios te lo pague.

—Tú no recuerdas que soy policía, ¿no?

—Entonces si me conviene mudarme frente a ti. Soy una mujer muy peligrosa.

—Demasiado...

Clara se despide y va a sentarse junto a un hombre, de unos cincuenta y pocos años. Alto como Félix, pero no comparten más similitudes que el pelo castaño. Comienzan a hablar y él sonríe como lo haría un padre a una hija.

—¿Tu padre? —asiente y de nuevo recupera ese aire melancólico—. ¿Qué pasa? Hay algo en vosotros que transmite un dolor que sólo tenemos los que hemos pasado por un momento que nos ha marcado. Lo sé, porque yo sonrío de la misma forma, mientras hay un brillo húmedo en mis ojos.

—No es el momento todavía. Perdona que no quiera ahondar en esto, hoy. Cuando me invites a esas cervezas, pueda ser que te cuente esa triste historia que afectó a nuestra familia.

—Algo le pasó a Clara... ¡Perdón! —Guardo silencio un par de minutos, en los que Félix me acerca un botellín de cerveza sin alcohol. Posiblemente piense que no puedo tomar nada por mis muletas y los potenciales medicamentos que tenga prescritos. Se lo acepto. Lo sacaré de su error más tarde—. Me duele haber estado en tu casa y no haber entrado a tu sancta santorum. Podría haberte robado un libro en represalia.

—Tú quieres terminar esposada...

—El sado-maso lo dejo para la séptima cita.

—Me quedan siete entonces. Cuando quieras puedes llamar a mi puerta y, si estoy ahí, puedes entrar en mi biblioteca de los sueños, como la llama Clara, y leer ahí.

—¿Me dejarías volver a tu casa después de...?

—Todos cometemos errores y, como no hay forma humana de que saques un libro de allí, es la única forma que vas a tener de leer el libro que me regalaste.

—Todo esto hizo que me reencontrara con la lectura —comento mientras señalo a mi pierna enyesada—. Apenas leía con Saúl. No le gustaba. Lo consideraba aburrido. Por lo que verme con un libro en las manos era motivo de que me molestara.

—¿Cuántos libros te has leído hasta entonces? —pregunta, evitando hacer algún comentario sobre las actitudes de mi ex.

Hoy no es el día para indagar en nuestros traumas. Se lo agradezco. Estoy trabajando para aceptar que no puedo cambiar el pasado. Con el diario del lunes es muy fácil de ver todas esas señales. En el día a día quedan diluidas por otras actitudes menos sospechosas, cariñosas incluso. Sumadas todas...

—Voy a libro por semana. Así que voy en el tercero. Empecé por uno, Árboles de Ceniza, y me costó al principio porque no estaba preparada para ese, ni para cualquier otro. Pasados unos días, lo agarré con unas ganas que me lo ventilé. Incluso le agradecí a Noemí Sánchez por Instagram la compañía que me dio en unos momentos complicados.

—¿Te respondió?

—Sí. Fue muy cariñosa. Se nota que, además de escritora, es una gran mujer.

—Y ¿Ami Reed? ¿También hablaste con ella? Bueno, qué pregunta más tonta. Es complicado conectar con escritores conocidos.

—No, aún. Pero nada más me lo lea, le escribiré. Así que mañana me estaré pasando por tu casa.

—Lo vas a tener jodido. Trabajo de tarde y a la mañana estaré durmiendo... ¡Ni se te ocurra pensar que te invite de nuevo a dormir!

No puedo evitar reírme al recordar la situación. Eso me sorprende. Que me ría al recordarlo en vez de pensar en lo cabrón que fue él o lo estúpida que fui yo...

—¿Te puedo decir una cosa? —pregunto. Es posible que esté a punto de decir algo de lo que me pueda arrepentir mañana, pero necesito decírselo. Asiente y me invita—. Necesito a un amigo como tú a mi lado.

—Otra cosa no te puedo prometer, de momento. Mi amistad la tendrás siempre que la quieras. —Me pone un brazo sobre mis hombros y me atrae a él. Siento mi corazón acelerarse, pero hago un esfuerzo por no escalar de nuevo mis sentimientos. Es una demostración de amistad. Nada más—. Yo también necesito una amiga como tú.

—¿Nos hemos friendzoneado entonces?

—Me parece que sí.

—¡Perfecto! Estoy preparada entonces para algo con alcohol y no esta cosa que me has traído.

—Pensé que no podías beber...

—A estas alturas de la vida y de mi situación: sí.

—¿Una radler?

—No está mal para empezar.

He vuelto de nuevo a publicar

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He vuelto de nuevo a publicar. Estaba un poco perdido con una certificación que me quería sacar y ahora espero estar un poco más presente en redes y en Wattpad.

Bueno... amigos... ¿Os lo creéis? ¿Podrán mantener esa amistad sin traspasar la fronterar de lo prohibido?

¡Ya lo iremos viendo en los próximos capis!

¡Gracias por vuestra compañía!

Todas Las Sonrisas Que No VeréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora