16. Charla de amigas

19 5 74
                                    

—Estás muy callada, Itxaro. Extrañamente enfrascada en tu móvil antiguo que, ni Insta tendrá.

—No me pasa nada.

—¿Sabes que me cabrea muchísimo que me nieguen lo evidente?

—¿Qué quieres que te diga, Amaia? No tengo ganas de hablar de eso.

—Entonces, eso es lo que me tienes que decir y no que no te pasa nada.

Agacho la cabeza. Esta visita está resultando ser un puto desastre. He ido sin ganas; pero, ya que Amaia está tan bien como para mantener una charla, pensé que ella lograría alegrarme con sus ocurrencias. ¿No tendría que ser al revés? ¿No debería yo ser quién le proporcionara algo de alegría para evadirse de su realidad?

—¿No es un asco todo? —pregunto. Mis ojos húmedos luchan por contener una nueva hornada de lágrimas.

—Sois increíblemente cabezones y cerrados en Málaga, ¿eh? Os creéis que sois personas abiertas y amistosas y, al final, tenéis muchos secretos y no dejáis a nadie de fuera entrar.

—¿No ves que estoy empezando a abrirme?

—Hay que sacaros las cosas con cuentagotas...

—¿Por qué un hombre no querría follar conmigo?

—De cero a cien en diez segundos —comenta sorprendida por mi repentina revelación—. Maitia Itxaro, hay millones de razones y yo, con mis veintidós años, te puedo asegurar que no todos los hombres son esos sementales que se tiran sobre un par de piernas abiertas. Pueden querer a otra, estar en pareja, que no les excites, que no seas su tipo o que quieran hacer lo correcto, por poner unos cuantos ejemplos.

—O les doy asco.

—Vamos a ver, Esperanza. Me tengo que poner seria. ¿Por qué coño le vas a dar asco a alguien?

—Porque no soy otra cosa que un despojo de otro hombre. Un fallo de mujer.

—¿De verdad te crees esa mierda?

—No sé... Todos me terminan abandonando.

—Hasta lo que yo sé, tus padres están a tu lado y yo no me fui.

—Todavía, pero lo harás. Tu casa te llama y yo... yo no puedo pedirte que lo dejes todo por mí. No sería justo.

Amaia me mira y me sonríe con ternura. Me agarra la mano sana, se la lleva a sus labios y me la besa.

—Es una posibilidad que me vaya, tontita; pero si mi amiga me necesita, me quedaré. —Aquellas palabras me quiebran. No la merezco—. Bueno, ¿me vas a contar qué te ha pasado con mi vecino?

Levanto la cabeza y la miro sorprendida. ¿Cómo diablos lo sabe?

—¿Te dijo algo? ¿Cuándo lo viste?

—Ayer vino a verme. Me mandó un mensaje en donde me pregunta si iba a ir alguien a visitarme sobre las cinco. Cuando llegó miraba a todos lados y no sacó tu nombre en ningún momento, cuando debería haberte nombrado, al menos para decir que te había conocido el famoso día en el que me trincharon como una aceituna.

—Pe-pero podría haberse tratado de alguna otra persona.

—Itxaro, por dios... Sólo te tengo a ti. ¿Quién cojones me va a visitar? ¿Mi ex? ¿Sus amigos y sus parejas? ¿Mi nuevo colega, Saúl? Sólo podía tratarse de ti. —Es jodidamente cierto. No se lo podía poner más fácil—. ¿Me vas a contar ya o qué? Me voy a morir de vieja esperando.

—Bueno... ya te dije, no quiso follar conmigo.

—Sí, es un buen título para la historia. ¿Te importaría elaborar el argumento?

Todas Las Sonrisas Que No VeréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora