26. Un hermoso día

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Estamos sentados sobre una manta de picnic que descansa en el césped del parque de la Paloma en Benalmádena. Son las ocho de la tarde y está refrescando. Estoy apoyada sobre las piernas de Félix y ambos estamos leyendo. Él se atrevió con una de las novelas de Katherine Ríos: "Crímenes Carmesís". Yo por fin pude ponerme con "Donde el sol se esconde".

—¿Te gusta? —pregunta Félix, tras verme cerrar el libro.

—Sí. Me siento muy identificada con Samantha. No me equivoqué en regalártelo.

—Sigo convencido de que tenías en mente todo esto.

—Las mujeres no damos una puntada sin hilo, mi querido cabo. ¿Qué tal el tuyo?

—La cosa está un poco trágica y, de momento, no me siento identificado con las circunstancias de Patrick Ainsworth, pero sí con su fortaleza.

—¿No te gustaría encontrarte con cornejas y almas?

—Pues la verdad que no es de las cosas que me atraigan en este momento. Siempre he sido más de loros y ángeles.

¿Sabes que siempre soñé con algo así? Pasear a la tarde con esa persona especial, merendar algo rico con un buen café con leche, leer juntos en un parque, cenar en algún lugar mágico y después...

—Gracias por esto —agradezco. Me incorporo y lo beso en los labios.

—Gracias a ti, bonita. Olvidé lo bien que se puede sentir cuando estás con alguien especial.

—Nunca me contaste nada de tus ex. ¿Tan malo fue?

—Hay un poco de todo. A veces el malo fui yo, otras veces ellas y otras tantas que queríamos cosas distintas, pero nos atraíamos sexualmente. Si te soy sincero, yo fui quien más daño hizo en mis últimas relaciones.

—Todo eso ocurrió tras lo de Clara. —Félix asiente.

—Ya te conté que, a pesar de la charla de Juanca, yo lo único que quería era tener una justificación para emplear la fuerza contra semejante mierda de gente. Me requiere mucho esfuerzo no perder el norte. Cada día menos, la verdad. Eso no quita que el dolor resurja cuando algún suceso similar ocurre.

»La cosa es que pasaba tanto tiempo enfocado en convertirme en policía, centrándome sólo en mi dolor, que ignoré el del resto de quienes estaban a mi lado. Ya fuera Clara, cualquiera de mis ex, amigos o familia. Tienes mucha suerte de no conocer a esa persona que fui. Te habrías ido corriendo a otro lado.

—Tú no lo hiciste conmigo. Y creo que me veo bien reflejada en lo que me dices.

—Hay una principal diferencia, yo fui un daño colateral, no la víctima. Yo no podía sentirme más dolido o enojado con la vida que Clara.

—No podemos cuantificar el dolor y decir quién sufre más o menos. No somos iguales. Clara era más fuerte que tú o que yo. No te puedo juzgar por tu sensibilidad. No debería juzgarte desde el primer momento. Nadie debe. Al final, hay alguien hermoso debajo de todas esas capas de dolor.

Félix sonríe cuando lo parafraseo.

—Al final voy a tener que crear mi propia marca de frases motivacionales y todo eso.

—Mr. Félix.

—No me parece...

—¡Espera! ¡Espera! Creo que encontré un nombre buenísimo —exclamo mientras me incorporo y teatralmente extiendo mis brazos a la vez que digo—: ¡El poli del amor!

—Joder. Qué desastre de nombre. Suena a peli mala de las tardes.

—Es posible que tengamos que buscar uno mejor.

Todas Las Sonrisas Que No VeréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora