𝟹𝟹. 𝙻𝚊 𝚙𝚘𝚕𝚕𝚒𝚝𝚊 𝚊𝚋𝚛𝚎 𝚜𝚞𝚜 𝚊𝚕𝚊𝚜

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ANNALISE'S POV.

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Estábamos de vuelta en Monterrey.

La venta de mi casa había quedado tramitada, el cambio de escrituras estaba en proceso y los pagarés de mi papá habían sido firmados, la casa ya estaba siendo desalojada por las cosas que no quise conservar y las demás una mudanza me trajo solamente las cosas simbólicas para mí, cosas de mi habitación y las cosas de mamá. Estaban guardadas en el garaje de Ari.

Susana se había portado hipócrita y mi papá antipático, como de costumbre, pero no pasó nada nuevo que no hayan visto ya, ni siquiera les dirigí la palabra, todo fue hablado directamente con mi abogado.

Una etapa de mi vida había sido cerrada y aunque me dolió hacerlo, sabía que había hecho lo correcto y estaba bien con eso.

Ahora me encontraba en el comedor de la casa de Ari, leyendo un periódico. Se preguntarán: ¿Quién lee el periódico en pleno 2023?, pero la verdad era que estaba en la sección de bienes raíces, buscando alguna casa en venta o la renta de algún departamento, para poder irme a vivir.

Leía con mucha atención, mientras comía unos takis azules. Osvaldo estaba trabajando y no sabía si se desocuparía temprano, de lo contrario nos veríamos hasta mañana en la noche.

Estaba sola en la enorme casa de Ari, ella había salido temprano, no sabía a dónde y Juan había salido con Barca y Roberto, que había llegado ayer.

Había ido con Ari al gimnasio, pero solamente se bañó y se fue a hacer unos pendientes.

Ya no les preocupaba tanto dejarme sola, estaba relativamente bien, mis citas con Rosa habían disminuido a solamente 2 por semana. Estaba completamente desintoxicada, tenía poco más de 3 meses sin ingerir nada de drogas, las tentaciones habían desaparecido y me sentía una persona completamente independiente de todo eso.

Y todo gracias a Osvaldo, si no hubiera sido por su ayuda, no habría podido salir adelante.

En día de hoy tenía mi cita con Rosa, tenía desde antes de irme que no iba con ella y teníamos bastantes cosas de las cuales hablar.

No le había comentado a Ari la idea de irme de su casa, sabía que no querría que me fuera, pero tenía que hacerlo, tenía que aprender a vivir mi vida y tenía que dejar que Ari y Juan siguieran con la suya.

Además, estaba ahorrando, la Velada del año 3 sería en tan solo 1 mes y pocos días y Rivers nos había invitado a todos a verla en su combate y claro que tenía que estar ahí en primera fila para verla ser la más chingona de toda la noche.

Pero mientras tanto tenía que buscar un lugar para mí y para meter todas las cosas que había traído de mi casa, las tenía todas guardadas en el garaje de la casa de Ari y no quería que se me fueran a maltratar.

Estaba tan concentrada leyendo el periódico con todo el hosico azul por los fritos que estaba comiendo.

Tenía mi entrecejo fruncido, muy concentrada.

—¿Casa en Apodaca? — preguntó la voz de Rivers an mis espaldas. — ¿Por qué te quieres ir lejos?

Cuando escuché su voz, pegué un brinco del susto, casi sentí como se me salía el corazón del pecho, estaba segura de que estaba sola en la casa y llega esta morra y habla a mis espaldas.

Casi vi a Diosito, la virgencita, a todos los angelitos del cielo, el corazón me tamborileaba en el pecho.

—Pendeja. — Le dije tratando de regular mi respiración. — Me sacaste el pedo de mi vida. — me quejé, con la mano sobre mi pecho.

Eɴᴄʜᴀɴᴛᴇᴅ ᴛᴏ ᴍᴇᴇᴛ ʏᴏᴜ [Eʟ Mᴀʀɪᴀɴᴀ] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora