38. Hablando de control, no tengo control

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Nic

-¿Qué clase de magia has usado? 

-Magia roja. -mi tío se soba el tabique de la nariz mientras suspira. 

-Nícolas, hijo, sabes que esa clase de magia está prohibida.

-Era la magia de mamá, y la usé para proteger a Jade. 

-Nic hizo lo que debía hacer, que era proteger a Jade. -responde Zev desde la esquina del despacho. -Lo que hizo mi padre es un delito que debía ser pagado, y debe serlo todavía. 

-Suplantó mi identidad y le arrancó el corazón a mi hermana delante de todos... ¡Delante de mí!

-¡Atacaste al rey con magia prohibida! ¿Cómo voy a protegerte de eso Nic? ¿Cómo vamos a proteger a Jade sin ti? -agacho la cabeza porque tiene razón, lo hice sin pensar y puede que eso lo haya empeorado todo.

-No habrá consecuencias negativas. -mantengo mis ojos en el suelo. -Por encima de mi padre está mi abuelo, y eso no lo negará nadie, ni ningún consejo de magia ni ningún gobernante.

-Voy a ver a Jade. -me levanto y salgo del despacho de mi tío con una sensación de angustia en el cuerpo que no sé como quitarla. Me estruja el corazón. Si no me doy cuenta me asfixia.

Miro la puerta de la enfermería. Escucho su voz al otro lado, me da miedo lo que pase si entro.

Agarro el pomo de la puerta, pero no lo giro. Me quedo ahí como una estatua. 

Es hora de dejar de mentirle a Jade. 

-¿Qué haces? -pregunta Stormy. 

-No lo sé. 

-Deberías entrar y verla. Y contarle la verdad. 

-No te metas en mi cabeza. 

-Solo te ayudo. 

-Entonces ábreme la puerta, eso sí que me ayudaría. 

-Encantada. -pone su fría mano sobre la mía y gira el pomo. La luz del sol me ciega durante unos segundos, pero enseguida veo a Jade sentada en una butaca riendo, Isaac la hace reír. 

Tiene en las manos una taza roja, es su taza roja, y estoy cien por cien seguro de que está bebiendo alguna infusión. 

Me mira mientras deja de reírse, pero mantiene una sonrisa en la cara. 

Isaac se levanta y me da una palmadita en el hombro. -Está bien, sigue siendo Jade. Stormy y yo seguiremos investigando. 

-Vale. -pasa a mi lado cerrando la puerta. 

No sé ni qué cara poner. 

-¿A qué esperas? -pregunta palmeando la silla a su lado. -Sé que me vas a contar algo. 

-Y creo que no te va a gustar. 

-No me digas eso. -arruga la cara pero manteniendo sus sonrisa. Me pongo a su lado, muy nervioso. 

-Oye, solo revivo, no muerdo. Y soy tu hermana. 

La miro a los ojos y se me cae el mundo encima porque por fin le vuelven a brillar desde que llegamos aquí. -Papá y mamá eran brujos. 

-Lo suponía. 

-Existen distintos tipos de magia, Isaac tiene la magia del tiempo, el tío la magia de la luz... Y existen la magia blanca, la de la sabiduría, la negra... Son casi infinitas. 

-¿Y tú? 

-Me enseñaron a controlar la magia blanca, la buena, la que es inofensiva. 

-Siempre hay un pero.

-Pero esa no es la magia que heredé de papá y mamá. La magia con la que naces se puede ocultar, pero no borrar ni olvidar. -agarra mis manos para que pueda seguir. -Papá y mamá tenían la magia roja, la de sangre. Está prohibida porque esos hechizaos no se pueden revertir, una vez lo lanzas se acabó, no hay forma mágica de revertirlo o anularlo. 

-No entiendo lo que me quieres decir. 

-He atacado al padre de Zev con magia roja, pueden encerrarme o puedo acabar como papá y mamá. 

-Nic, papá y mamá están muertos. 

-Los condenaron a muerte por su magia Jade. -su carita se descompone al entender lo que le quiero decir.

-Pero... No pueden... No... Eres mi hermano. 

-Lo siento Jade. Solo quería defenderte. No pensé en las consecuencias. -lo único que hace es abrazarme. Noto como mi hombro comienza a humedecerse, está llorando. 

Veo a Zev en la esquina de la enfermería de brazos cruzados. Muy serio. Me limpio rápido los ojos con la mano. 

-Tiene que haber una solución Nic, no pueden hacerte eso. 

-Todavía no sabemos qué va a pasar Jade. -al escuchar la voz de Zev mi hermana se aferra más a mí. 

Jade

-¿Vas a quedarte ahí? ¿Sin hacer nada? 

-¿Y qué se supone que debo hacer? No tengo nada que sea útil. -me miro a mí misma, de nuevo. Parezco una loca, pero hablar conmigo misma es más difícil de lo que creía.

-Me tienes a mí.

-¿Y qué harás? ¿Aparecer delante de todos como mi gemela perdida?

-No soy tu gemela, soy tú. Yo siempre estoy contigo, soy yo la que te ayuda siempre.

-¿Qué eres?

-Tu guardián. -una fuerza ajena a mí me empuja hacia mi yo de forma brutal. -Debes aprender a usarme Jade, pronto pasarán cosas y deberás actuar.

-¿Qué va a pasar? ¿Es por Nic?

-No te lo puedo decir. -un ruido en la puerta de la sala del coro llama su atención. -Debes irte, volveré a visitarte.

-¿Qué? ¡No! Respóndeme.

-No es el momento. -acerca su mano a mis ojos y me lo tapa. Peleo por quitármela de encima y seguir gritándole, pero de repente la luz se enciende y veo a Zev a mi lado agarrándome los brazos.

Salgo de la cama, agotada de toda esta situación. -Jade, ¿A dónde vas?

-No lo sé. -cruzo la puerta poniéndome las manos en la cabeza.

-Tienes que descansar Jade, vuelve a la cama. -sus palabras solo me cabrean, no puedo controlarlo. Estoy cansada de esto. De todo.

-¡No! -la puerta de la habitación se cierra sola, de golpe, y del susto pego un bote en mi sitio.

Zev abre la puerta entre sorprendido y asustado.

-¿Has cerrado tú la puerta? -pregunto.

-No Jade, has sido tú.

JadeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora