14

6.9K 677 245
                                    


Los hombres sabios dicen que, sólo los tontos se precipitan.

Pero Torger Christian Wolff no pudo evitar enamorarse de Julianna Bianchi.

A pesar que al principio se preguntaba si debería quedarse o si sería un pecado enamorarse de ella.

Él estaba dispuesto a darle la mano o su vida entera también, porque no pudo evitar enamorarse de ella.

Porque al igual que un rio fluye, y va seguramente al mar, así es como unas cosas están destinadas a ser.

Ambos solían decir que el amor no era para ellos, que probablemente no volverían a enamorarse.

Hasta que los dos se encontraron.

Y los dos supieron que no se enamoraría de alguien más que no fueron ellos.

Porque estaban perdidos en la oscuridad, pero terminaron eligiendo el mismo camino.

Julianna y Toto habían aterrizado en Austria justo como se había planeado. Habían sido dos horas, aunque en realidad se sintieron como minutos para ambos.
Toto había grabado en su memoria como Julianna sonreía como una niña pequeña cuando el helicóptero empezó a volar. Pero cuando el sol empezaba a filtrarse en cielo y los colores empezaba a aparecer.

Toto supo que Julianna Bianchi lo tenía hechizado.

La manera en que Julianna había observado el amanecer con él al lado, la forma en que sus ojos turquesas brillaban como estrellas y su sonrisa crecía como una media luna, lograron que Toto deseará ser siempre la persona que le diera esos momentos a ella.

—Gracias —murmuro Julianna dándole un beso en la mejilla.

—¿Por qué? —dudo Toto.

—Por todo —señalo su alrededor la chica.

—Es lo mínimo que mereces, liebling.

La facilidad en la que Julianna se sonrojaba lograba ternura en Toto.

Porque ella no lo hacía normalmente, pero Toto tenía ese algo que cambiaba las cosas.

Otro Mercedes los esperaba con las maletas ya dentro del maletero.

—Así que vas a ser mi guía ¿eh? —bromeo Julianna.

Las calles de Vienna no tardaron en darles la bienvenida.

Willkommen in Wien, wunderschön.

—¡Torger! —se quejo Julianna logrando que Toto se riera.

—Los locales solo hablan alemán, Evangeline.

—Una lástima, me gusta ser francesa —sonrió ella.

—A los austriacos no les caen bien los franceses —Julianna alzó una ceja.

—Eso no decías ayer...

—¡Evangeline!

—¿Sí, chéri?

A Julianna también le gustaba ver a Toto sonrojado.

[...]


—Palacio de Schönbrunn —leyó en voz alta los boletos—. ¿Lo pronuncie bien?

—Pudo estar peor —bromea Toto.

Julianna bufa pero Toto le roba una beso.

Los dos ya habían desayunado y cambiado de ropa. El sol de Vienna hizo que buscaran algo más veraniego.

—¿Seguro que vas a soportar caminar tanto?

La entrada era inmensa al igual que el palacio, los jardines principales no se quedaban atrás.

Electric Touch ──𝗧𝗼𝘁𝗼 𝗪𝗼𝗹𝗳𝗳 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora