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Era conocido por muchos que Toto era el chicle de Julianna.
Ambos venían en combo, llenos de risas y corazones.
Ahora Julianna parecía ser el chicle de Toto, la francesa lo acompañaba a todos lados e incluso parecía no querer estar sola con los demás pilotos.

—¿Por qué Juju no viene? —se quejo Daniel.

Los seis pilotos estaban comiendo juntos, pero les faltaba la francesa.

—Ha estado muy pegada a Toto —murmuro George—. Tal vez son los nervios...

Sebastian y Checo se miraron entre sí. Los dos mayores habian notado como Julianna y Madeleine parecían estar distanciadas y apenas se saludaban.

—¿Nervios de qué? Juju siempre gana las carreras —dijo Daniel—. ¡Ya no nos quiere!

Lando y Oscar chillaron indignados.

—¡No digas tonterías, Danny!

—¡Lia si me quiere, ya hasta tengo los papeles de adaptación!

—Es por qué no somos Jack-Jack o Jamie ¿¡verdad!? —grito aterrorizado George.

—Nuestros nombres no inician con J, lamento informales —bufo Daniel dramáticamente.

—Creen que si Lia y Toto tienen un hijo, ¿también le pongan un nombre que inicie con la J? —curoseo Lando.

Checo se acomodo en su asiento y sonrió con malicia.

—Sí Lia quiere, así va a ser —tarareo el mexicano—. Todos sabemos quién manda.

—Toto es un lobito pequeño con Lia —sonrió felizmente Oscar.

George se dio la vuelta para observar si no había nadie de Mercedes o su jefe cerca.

—Sí Toto te escucha te va a arruinar la carrera, Oscar —susurro George—. A mi ya me amenazó por decir que Lia lo mandaba.

Sebastian y Checo se carcajearon.

—¿Qué te dijo? —curoseo Lando.

—No quiero revivir mis traumas —se excuso George.

Los dos pilotos menores bufaron al escuchar el dramatismo del británico mayor.

—Oigan pero, ¿y Maddie?

Daniel había esperado algún comentario de burla de Madeleine hacia a George, pero ninguno había aparecido.

Lando se aclaro la garganta, seguido de Oscar antes de hablar.

—Bueno...

—No es que seamos chismosos...

—O algo por el estilo...

—Somos pilotos informados...

—Cómo diría nuestra querida Lia...

—¡Al punto! —les detuvo el juego Sebastian.

El australiano y el británico le dieron una mala mirada.

—Vimos a Madeleine llorar —dijo casi en un susurro Oscar.

—¿A qué? —dudo Checo.

—¡Vimos a Maddie llorar! —grito Lando.

—¡No grites, mocoso!

El dúo papaya rodo los ojos.

—¿Y qué más? —curoseo George.

—Hicimos una ardua investigación —continua Oscar—. Y descubrimos que Madeleine había salido de la oficina de Toto antes...

Los demás pilotos abrieron los ojos.

Electric Touch ──𝗧𝗼𝘁𝗼 𝗪𝗼𝗹𝗳𝗳 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora